AUTOMOVILISMO

Nostalgia de Alcañiz

El Circuito Guadalope fue una referencia para el automovilismo. 1965 marcó el inicio de la historia

Una de las pruebas celebradas, en 1968
Nostalgia de Alcañiz
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"Alcañiz 1965. I Prueba Automovilista Virgen de los Pueyos. Trofeo Excelentísimo Señor Gobernador". La leyenda, grabada en una placa que viste una sencilla copa de alpaca, es testigo de un acontecimiento que transformó a la capital del Bajo Aragón en el escenario de la más apasionante aventura que encumbró a ilustres automovilistas. Quizás la historia que encabeza ese epígrafe habría tenido otro desarrollo si no hubiera cobrado protagonismo un enamorado de los coches, que revolucionó a una ciudad convirtiéndola en el Montecarlo de la Fórmula 1. El doctor Joaquín Repollés hizo realidad su entusiasmo por un deporte que hoy recupera de Alcañiz la esencia de antaño. Sus calles se transformaron en un circuito mítico, que adoptó el nombre del río que las baña, el Guadalope. Un trazado que perduró durante 38 años, con sus alegrías y sus penas, hasta que desapareció. Pero su espíritu siempre ha permanecido vivo en la memoria de una ciudad que presumió que tener en funcionamiento el último circuito urbano del país, y de las personas que escribieron las primeras líneas de un relato con final feliz.

 

"Fuimos unos privilegiados", reconoce Luis Aperte. Su mirada se nubla y, de pronto, se fija en una brillante copa de alpaca, su joya. "Era sábado, 11 de septiembre de 1965, fiestas patronales. Todos los pilotos nos reunimos a la entrada de Alcañiz. Creo que no llegábamos a la docena. La carrera fue todo un acontecimiento festivo y popular. El recorrido era de dieciséis vueltas, 62,400 kilómetros, y había premios de las autoridades locales, de la provincia y firmas comerciales", evoca 'El Santo', su nombre de guerra entonces al volante, segundo en aquella histórica cita con un Alpine-Renault 1.300.

 

Unos meses antes, Joaquín Repollés acudió a la Federación Aragonesa de Automovilismo, que presidía Pelayo Martínez, otro loco del asfalto, insistiendo en que había que hacer un circuito. "Entonces era dificilísimo porque no había trazados permanentes: en Madrid se corría en la Casa de Campo; en Zaragoza, en el parque Primo de Rivera; en Barcelona, en Montjuic? Pero él era muy persistente, y estaba empeñado en organizar una carrera de velocidad. En su cabeza ya tenía el diseño del recorrido, el desarrollo de la prueba...", recuerda Julio García Delgado, director de carrera de aquella primera prueba: "Me casaba dos días después y, por precaución, no corrí".

Moto Club de Aragón, promotor

Repollés hizo una visita al Moto Club de Aragón, lugar de cita obligada, desde los años 20, de los amantes de la competición de dos y cuatro ruedas. Valero Echegoyen, Jesús Casamián, José Luis Sañudo, Luis Aperte, Jaime Balet, Pelayo Martínez, Ramón Citolet, Ruiz Artajona, Manuel Osés, Julio Rentería?, eran los 'gurús' del motor. "Las pruebas fuertes que se organizaban antaño eran la Carrera del Pilar de motos en Zaragoza, y una Vuelta a Aragón motociclista, de 1.000 kilómetros, que servía para que las firmas, como Ducati, vinieran a probar los prototipos. En los años 60, tres o cuatro privilegiados tenían en posesión un vehículo. Pero la aparición de Repollés y la consolidación del Gran Premio Circuito Guadalope como carrera de velocidad fueron el punto de inflexión, el declive de la motos", recapitula Enrique Echegoyen, impulsor, en 1983, del Campeonato de España de Vehículos Clásicos, y dinamizador, junto con Carlos Repollés (hijo) y los 'históricos' de las cuatro ruedas, de la Asociación Veteranos Aragoneses del Motor (AVAM) que preside García Delgado.

 

El olor a gasolina dirigió a Joaquín Repollés a Barcelona, donde se puso en contacto con otro de los nombres propios de Alcañiz, Juan Fernández, autor en 1978 de la vuelta rápida del trazado (prototipo Osella PA 9 BMW), en 1'33"67 circulando a 149,888 kilómetros por hora, y que sigue imbatida. "Buscaba todo tipo de información sobre seguridad, organización, sistemas de cronometraje que se aplicaban en Montjuic... Alcañiz era uno de los circuitos más difíciles junto con el de Montjuic, era maravilloso -resalta Fernández-. El entusiasmo de Repollés, de las personas del Moto Club que se ocuparon en principio de la competición, y de las que cogieron el testigo (Automóvil Club Circuito Guadalope) convirtieron a Alcañiz en una cita fija en el calendario automovilístico nacional e internacional. Una procesión anual para la gente de Aragón y todos los espectadores y pilotos que veníamos de cualquier punto de España. Llegaba a haber más de 40.000 espectadores en la ciudad". Por sus calles han corrido los Porsche Carrera, los Abarth, los Ford GT... Y la estirpe aristocrática en el automovilismo: el príncipe Fernando de Baviera, el príncipe Jorge de Bagratión, Jaime Mesía Figueroa o el conde de Villapadierna, presidente de la Federación Española de Automovilismo en 1968.

 

Pero faltaba salvar el último escollo. El Real Automóvil Club de España (RACE) no aprobaba el reglamento planteado. "Tuvimos que improvisar y mentir un poco", admite García Delgado, que presumió en 1966 con un Pegaso que, hasta la llegada de los clásicos, fue la última vez que se pudo ver rodar. Un bólido que el general Francisco Franco no dudó en reclamar para el Jarama. Los promotores presentaron un escrito, "pero como si se fuera a disputar una carrera de regularidad (dar todas las vueltas a una velocidad marcada de antemano). Hicimos una trampa al poner un promedio muy alto, lo que la convertía en una carrera de velocidad. Y coló en Madrid", completa Antonio Sabater, campeón de la categoría Turismos Normales con un Seat 600 D. El propio presidente del RACE, Pelayo Martínez, pese a las reservas iniciales como responsable deportivo, se presentó bajo el pseudónimo de Favila. Una costumbre de entonces: Bartolo I escondía a Luis Torra, que conducía un Seat Costa 750, en la división Mejorados (3º); Luis Aperte adoptó 'El Santo' por la película; Antonio Sabater era llamado 'Lapicero' -"no hubo que pensar mucho, mi padre tenía una fábrica de lapiceros", observa-...

Las reinas de las fiestas, en Rolls

La vuelta inaugural al Circuito Guadalope la dieron las reinas de las fiestas y damas de honor a bordo de un Rolls Royce de 1928. Tras el banderazo de salida, el Nardi 1.000 GT de Favila se puso primero. "Íbamos todos muy lanzados. En la segunda curva, delante de mí iba (Juan M.) Hidalgo que tuvo la mala suerte de que se le abriese la puerta; le di un topetazo a la puerta, que se salió", narra Aperte, fresca su memoria a los 75 años. 'El Santo' puso en práctica su táctica: "Siempre me ha gustado ir segundo mejor que primero, pero siempre pegado. ¿Por qué? Así ponía nervioso al rival. Pero a Favila era imposible (en la subida del corcho llegó a los 150 kilómetros por hora de velocidad). Su Nardi defendía muy bien la posición y así ganó (en Turismos Mejorados). Yo me vi obligado a frenar constantemente, lo que provocó que se me calentaran los frenos. Para acabar tuve que ir reduciendo las marchas y parar con el de mano".

 

El primer viraje a la derecha era el temido 'embudo'. "Había que tener mucha sangre fría para abordarlo", señala Juan Fernández. Era un punto emblemático y el preferido por el público. "No había salidas ni escapatorias en el circuito, te ibas contra el guardarraíl. Se pusieron pacas de paja en las zonas más peligrosas, en los postes de luz, y elementales quitamiedos. Pero no nos intimidaba el peligro", describe Sabater, campeón de Aragón de conductores de rallys en 1969 y habitual en las carreras nacionales. La curva de la Monegal, la curva del puente, la curva del pajarito, el puente de Zaragoza, la curva de la barbería, la subida del corcho, la curva del Hospital... "En la recta de llegada a la meta, había un convento de monjas, que aplaudían entusiastas", completa Aperte.

 

En 2003 los coches dejaron de derrapar en Alcañiz. La creciente exigencia de medidas de seguridad terminó con el único circuito urbano del país. Pero el relato no llega a su fin. El cuerpo de la narración se alimenta a unos pocos de kilómetros de aquel añorado trazado. Integrada entre La Estanca y Las Saladas se levantan la Ciudad del Motor y su circuito permanente de velocidad, que se inaugura el domingo en el bautizado Motorland. Pasado y futuro. Triste melancolía por el genuino y legendario Guadalope. Larga vida a una pista que hará revivir nostálgicos tiempos pretéritos.