ALPINISMO

Mi amigo de Pakistán

Una de las cosas buenas que tiene este oficio es conocer a diferentes personas y culturas, a través de estos viajes relativamente dilatados en el tiempo. En Pakistán, no se porqué, pero siempre me han hecho sentir como en mi casa. Son gente dura y noble, en general, amigos de pocas bromas, pero sinceros y dotados de un sentido de la lealtad y del honor fuera de lo común. Supongo que el territorio marca el carácter de una forma especial y esta gente vive en un país duro y salvaje. Tierra, piedras, calor y frío a la vez, forman parte de su vida cotidiana y ellos se han adaptado a este medio de forma espectacular para cualquier hombre.

El Baltistán, zona de Pakistán donde nos encontramos, es un terreno montañoso, árido y sin ningún tipo de lujo. Nuestro equipo de asistentes son todos originarios de esta zona. Ghulam, mi cocinero en todas y cada una de las expediciones que he hecho a estas montañas es de un poblado cercano a Hushe. Durante el verano está dedicado a esta labor de apoyo a las expediciones y el resto de año cuida de sus 5 hijos y aprovecha sus dotes de cazador para la campaña de caza de íbex (cabra de alta montaña) común en esta zona. Su vista no tiene comparación con ninguna de las nuestras. Ve lo que ni con prismáticos podemos ver nosotros y las inclemencias del tiempo no son para él ningún tipo de problema.

Siempre con su indumentaria raída y sus sandalias, incansable, está dispuesto a cualquier cosa que necesitemos. Me llama su hermano y yo lo siento así también. Sabe lo que pienso, lo que necesito y no le duele en prendas en hacerlo posible. Me consuela cuando lo veo todo negro y en su pobre inglés se hace entender perfectamente. Hablamos de su vida, de la mía, de sus anhelos y de mis sueños. Lo quiero como lo que es, mi hermano de Pakistán. Con él aquí me siento seguro, se que mataría por mi y yo le he ayudado y lo haré en todo lo que pueda. Estoy orgulloso de tener a alguién así cerca de mi y me siento privilegiado de que alguien tan fuerte y tan especial me cuide en esta tierra tan dura.

No importa que ahora consiga acabar con todas estas altas montañas de aquí. Siempre tendré la necesidad de venir a visitar a mi hermano Ghulam, a compartir un té rancio sentados en una piedra y compartir con él cosas que no sería capaz de hablar con nadie más. Ojalá hubiese mucha más gente como él en nuestro perfecto y avanzado primer mundo. Ghulam sería un buen ejemplo de valor, honor y amistad para muchas personas de nuestro perfecto y avanzado primer mundo. Siempre te estaré agradecido Ghulam. Gracias por todo lo que me has enseñado de la vida.

Durante la ascensión al G-II, Carlos Pauner reflexiona sobre la amistad. El montañero aragonés cuenta su relación con Ghulam, cocinero de su expedición