MONTAÑISMO

Medicina de altura

El Hospital Clínico Universitario creó un centro médico en el campo base Annapurna. Además, investiga las reacciones de los alpinistas a más 5.500 metros

Juanito Oiarzabal (derecha) acompañó a los doctores Morandeira y Nerín.
Medicina de altura
OLIVER DUCH

La muerte de Tolo Calafat, cuyo cuerpo permanecerá por siempre en el Annapurna, a 7.600 metros de altitud, no solo generó numerosas suspicacias infundadas; también mantuvo en un segundo plano un éxito de gran envergadura: el dispositivo asistencial constituido allí por el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza.


El proyecto, impulsado por la Federación Aragonesa de Montañismo y respaldado por el Gobierno de Aragón, el Servicio Aragonés de la Salud y la Universidad de Zaragoza, estuvo abanderado en el Himalaya por el doctor José Ramón Morandeira, cirujano del Hospital Clínico, y la doctora María Antonia Nerín, médico responsable de la Unidad de Medicina de Montaña.


Allí, en el campo base del Annapurna, Morandeira y Nerín establecieron un punto de atención médica gratuita, donde solventaron los problemas de salud de más de 200 personas: desde montañeros y sherpas, hasta cualquier acompañante de las diferentes expediciones instaladas en el campamento; se llegó a atender, incluso, a algunos de los habitantes de la zona.


Pero la ocupación de los doctores Morandeira y Lerín no se reduce, única y exclusivamente, a la asistencia médica en el campo base. Además de la dotación de enfermerías, los médicos vienen realizando desde hace tres años una importante actividad de investigación. Así, el propósito es rastrear las consecuencias que altitudes superiores a 5.500 metros tienen sobre una serie de factores biomédicos y psicológicos.


"Nadie en el mundo es capaz de montar un punto sanitario como éste", advirtió el doctor Morandeira. "Por poner un ejemplo -intervino la doctora Nerín-, Carlos Pauner llevó durante seis días un 'Holter'. Lo hizo para medir las alteraciones del ritmo cardiaco y determinar posibles situaciones de arritmia e hipoxia", observó la doctora. De hecho, a los componentes de las expediciones a 'ochomiles' se les realiza un completo seguimiento médico con diferentes pruebas, algunas de ellas pioneras como la tomografía de coherencia óptica o las analíticas de equilibrio electrolítico.


El alpinista Juanito Oiarzabal, que visitó ayer el Hospital Clínico Universitario para determinar el alcance de sus lesiones óseas en los pies, también respaldó el trabajo desarrollado por los doctores en el Annapurna. "Después de participar en unas 45 expediciones a 'ochomiles', jamás había visto un montaje semejante. Es digno de elogio"; afirmó.


También se pretende apoyar a organizaciones sin ánimo de lucro de Nepal "para la creación de pequeños hospitales en zonas de montaña totalmente aisladas", explicó Nerín. "En este sentido, trabajamos sobre tres pilares: saber hacer, saber llegar y saber colaborar", recordó. "Esto supone, en primer lugar, saber hacer una medicina de urgencia en la montaña, contando únicamente con los medios que son posibles transportar; además, hay que saber llegar hasta la ubicación del accidentado; y por último, hay que saber colaborar con el resto de las personas implicadas en la asistencia: rescatadores, montañeros, guías, pilotos de helicóptero...", insistió Nerín.