REAL ZARAGOZA

Más de cuatro años de polémica gestión

Inmerso en una grave crisis y con difícil salida, Agapito vive sus momentos más difíciles al frente del Real Zaragoza. Ha ido perdiendo apoyos institucionales, políticos y de dentro y fuera del club

Agapito con su consejero Javier Porquera.
Más de cuatro años de polémica gestión
HERALDO

El presidente del Real Zaragoza, Agapito Iglesias, atraviesa, sin duda, por el momento más delicado de su trayectoria al frente de la entidad blanquilla. Solo, con escasos respaldos dentro del club y muy cuestionado fuera, Iglesias sortea como puede la difícil situación deportiva, económica e institucional que le persigue como propietario del Zaragoza. Y se esfuerza por escapar de una más que probable caída de la sociedad en ley concursal.


Agapito Iglesias tomó las riendas del Real Zaragoza en mayo de 2006, con el espaldarazo que le ofreció el Gobierno de Aragón. Se rodeó entonces de un Consejo de Administración de notables, con el ex consejero Eduardo Bandrés en la presidencia y el empresario Manuel Teruel a su vera. En aquella Junta desempañaba un papel importante José Antonio Gómez de la Fuente, hombre clave en la gestión del Real Zaragoza, fallecido unos años después.


Agapito Iglesias arrancó la ilusión de un buen sector del zaragocismo, aunque la confección de una plantilla con aires de grandeza en su segundo año de mandato envió al equipo a Segunda División.


El soriano no perdió la compostura. Mantenía el aval del Ejecutivo y el equipo recobró la categoría con la gestión de Marcelino García Toral. Pero la escisión con el técnico asturiano provocó también una enorme cisma en el zaragocismo.


Agapito Iglesias destituyó al entrenador en contra del clamor unánime de La Romareda, que gritaba en favor del técnico y en contra de la directiva.


A esas alturas, la ruptura -que ya se había manifestado en otros momentos- había adquirido una dimensión singular.


De aquella destitución derivó también la dimisión en pleno del Consejo de Administración. Encabezada por Bandrés, con Manuel Teruel, José María Serrano, José Luis Melero, Agustín Ubieto -Juan Fabre se había ido en agosto- y Fernando Zamora como secretario, toda la junta directiva le entregaba a Agapito Iglesias su carta de dimisión.


Un Consejo esquelético

Agapito Iglesias tomó la presidencia -no podía recurrir a nadie más- en una situación deportiva gravísima. Unos meses después conformó un nuevo consejo esquelético, con Paco Checa y Javier Porquera.


A esas alturas, el Ejecutivo aragonés, que tanto había contribuido a provocar la situación en la que se encontraba el empresario soriano, se alejaba de la órbita del Real Zaragoza. Se cerraban para Agapito Iglesias aquellas puertas que apenas unos años antes le habían garantizado la prosperidad deportiva y económica.


Hasta tal punto que decidió dar un giro y comenzar a flirtear con el Partido Popular. Las perspectivas de un cambio político influyeron también en la determinación del empresario soriano.


Sin embargo, tampoco la formación popular estaba dispuesta a ofrecer demasiadas concesiones a un dirigente a la deriva, en plena crisis deportiva e institucional. E incluso se dio la orden de que nadie estaba autorizado a negociar con el presidente zaragocista sin el consentimiento específico de la dirección del partido.


Abandonado por unos y otros, con un Consejo bajo mínimos, duramente criticado por los aficionados, sin argumentos económicos -en una situación delicadísima- ni deportivos... Agapito Iglesias inició una huida hacia adelante, planteándose lo que él llamó una "judicialización" de la compra del Real Zaragoza. En realidad, quiso llamar la atención de las instituciones, a quienes acusaba de dejarle solo y sin respaldos ni ayudas, aunque la falta de viabilidad de una denuncia a los poderes públicos le llevó a desviar sus miradas hacia Alfonso Soláns.


A esas alturas mantenía una compleja negociación para aclarar los pagos de la compra del Zaragoza. Que ha culminado con un cruce de demandas.


Cada vez más solo, Agapito Iglesias recorre un complejo camino al frente de un Real Zaragoza en un viaje comprometidísimo.