REAL ZARAGOZA

Marcelino o el principio de autoridad

El técnico El artífice principal del ascenso cuenta con el aval del zaragocismo en sus conversaciones con el club.

Marcelino o el principio de autoridad
Marcelino o el principio de autoridad
Elena Muñoz

El grito unánime de La Romareda aclamando a Marcelino como protagonista principal del ascenso a Primera; o el gesto de la plantilla, señalando con el manteo de los jugadores al responsable último del logro deportivo señalan al ejecutor del éxito del ascenso. Ese respaldo general ubica a Marcelino García Toral como el referente del próximo proyecto, el alma del nuevo Zaragoza de Primera. Y sitúa al técnico en una posición ventajosa a la hora de cincelar el modelo deportivo que busca para la próxima temporada.

 

La cuestión no es menor. Después de un año complicadísimo, el entrenador asturiano afronta los encuentros con el propietario del Real Zaragoza, Agapito Iglesias, avalado por el principio de autoridad: el que le confiere el respaldo de la afición y de la plantilla. El de quien ha sido ungido como representante moral del zaragocismo para reanudar la andadura blanquilla por la élite del fútbol español.

 

A estas alturas, todo el mundo es consciente del papel decisivo, fundamental, que desempeña Marcelino García Toral en el regreso del Real Zaragoza a Primera División. El zaragocismo entero señala al técnico como artífice fundamental de este logro, que se había puesto muy complicado.

 

Este solidísimo aval resulta fundamental a la hora de plantear las conversaciones que el entrenador tiene previsto desarrollar con la propiedad del Real Zaragoza. Pero, además, Marcelino atesora conocimiento de los entresijos del club y la experiencia de un año comprometido.

 

El asturiano quiso hacer borrón y cuenta nueva nada más llegar. Su reto era mirar hacia adelante y cumplir con el reto exigido de devolver al Real Zaragoza a Primera División. No quería mirar atrás. Pero él mismo fue consciente de la durísima rémora que había supuesto la campaña anterior y el descenso del equipo.

 

Que, además, dejaba su sello: apenas nadie se había movido tras el varapalo deportivo -sólo Miguel Pardeza asumió una responsabilidad que se exigía compartida- y el modo de proceder de los distintos estamentos de la entidad tampoco había cambiado.

 

Sólo en ese contexto se entiende la actuación del Real Zaragoza en el caso de Fabio Coentrao, un futbolista que el entrenador no había pedido -ni conocía ni había solicitado- y al que la secretaría técnico impuso por encima del criterio del técnico. Ya se sabe lo que jugó... y lo que duró.

 

Llamativo es, sin duda, el caso del portugués, pero no único. Tampoco Songo'o era una petición del entrenador -que sí había solicitado a otro tipo de jugadores- y no se le atendieron las demandas en cuanto a la permanencia de los delanteros. En fin, historia antigua de una gestión que había empujado al equipo al abismo.

 

Ahora, las cosas han cambiado. Marcelino llega a las conversaciones no sólo con el respaldo de su prestigio -como el año pasado-, sino con el espaldarazo del zaragocismo, consciente de que debe ser el asturiano el pilar sobre el que se asiente el proyecto. Y, por tanto, serán sus exigencias -y no las de otros- las que deban tenerse en cuenta a la hora de modelar el Zaragoza de la próxima campaña.

 

En este contexto se entienden las palabras de Marcelino García Toral una vez conseguido el ascenso: el compromiso es continuar al frente de la nave blanquilla. Pero es natural que sea él el que ponga las condiciones. Quiere ejercer el liderazgo que se le plantea. Y quiere conocer los medios y las condiciones en las que debe desempeñar su trabajo.

 

El zaragocismo ha sido claro en su elección. Quiere participar de las reuniones bajo la portavocía del entrenador asturiano.