REAL ZARAGOZA

Marcelino o cómo encontrar petróleo

El 3-0, ese excelente resultado que ayer obtuvo el Real Zaragoza en La Romareda frente al sugerente Getafe, fue el fruto de una delicado proceso de destilación. La mezcla se inició en el banquillo y pasó lentamente por todos los tubos y curvas del alambique del equipo, jugador a jugador, hasta acabar cuajando un producto de primera calidad sobre el césped.


Si se tienen en cuenta los materiales con los que cuenta Marcelino en este peculiar inicio de temporada, su escasez en muchos puestos y su estado mental tras un verano 'diferente' en varias de sus piezas, la obra que ayer interpretó el Real Zaragoza en el coliseo de La Romareda ha de ser reconocida como un género de enorme mérito. Algo digno de ser loado.


El precedente en el estadio municipal, aquel partido del domingo anterior que acabó con una preocupante derrota ante el flojito Valladolid, tampoco ayudaba de entrada. El público, gélido hacía siete días, se había sentado en las butacas cubierto con un manto de interrogantes a su alrededor. Marcelino y sus muchachos pasaban un examen muy exigente y eso, a veces, aumenta la tensión y favorece los errores. Pero la fórmula elegida por el técnico para competir ante el Getafe, ensayada con algún éxito cuatro días antes en Gijón, comenzó, se desarrolló y terminó ayer de manera solvente desde el minuto 1 al 93.


Marcelino, con sus errores, que los tiene -y algunos de calado- y con sus aciertos (estos son notabilísimos desde hace días), ha tenido que echar mano de su librillo para hacer cestos sin mimbres, del manual para hallar petróleo en lugares yermos sin tener tiempo para estudiar el terreno y hacer catas previas. Ese catecismo de equipo modesto, hecho a última hora y sin tiempo para pulirse convenientemente, lo lleva aprendido desde que empezó en el Sporting y lo ha ido completando con voluminosos apéndices tras sus pasos por Huelva y Santander antes de llegar el verano del año pasado a Zaragoza.


¿Cómo armar un equipo competitivo en cuatro días con tantas bajas, lesiones, fichajes no consumados, traspasos no ejecutados, demarcaciones sin cubrir convenientemente? Es evidente que le ha tocado tirar de imaginación, de recursos domésticos, de asunciones forzosas y, por supuesto, jugársela a suerte o verdad en un terreno plagado de arenas movedizas.


Ayer, el público de La Romareda se marchó a caso ebrio de satisfacción, feliz por haber podido contemplar un partido lleno de esfuerzo y rentabilidad de su equipo, el Real Zaragoza, que se dejó la piel en cada acción durante toda la tarde. Así se leen las ovaciones sucesivas que la grada brindó a muchos de los futbolistas, tanto en los cambios, como en las acciones que consideraron durante el choque que lo merecían (no solo de ataque, que algún despeje al patadón también se calificó ayer como sobresaliente por su eficacia).


Con el paso de los minutos, la mayoría fue mutando del nerviosismo y la incertidumbre con que se habían acomodado en sus asientos al inicio de la tarde al orgullo de apreciar cómo los de blanco y azul se dejaban la piel en cada lance del juego y, además, sacaban un provecho espectacular a tanto trabajo y dedicación. En eso consistió ayer (como ya se comenzó a apreciar el jueves en El Molinón) la fórmula de Marcelino y sus aguerridos jugadores. En pelearlo todo, en aplicarse a sus funciones con los cinco sentidos, en superar a un rival supuestamente mejor técnicamente a base de coraje y casta hasta acabar borrándolo del campo.


Es el 'metodo Marcelino' que llevó a un modestísimo Racing a jugar la UEFA. El mismo que, un año después, hizo que otro modesto como el Recreativo acabase octavo y pelease también por las competiciones europeas hasta última hora. Un método que, a la fuerza, no le queda más remedio que aplicar ahora en Zaragoza dadas las circunstancias que concurrern en este retorno a Primera del cuadro aragonés. Los que salgan al campo han de sudar la camiseta hasta el agotamiento. Sobre la hierba ha de haber siempre once soldados (ayer no contaba el delantero del Getafe), once gregarios del balón, once compañeros solidarios que se cubren y ayudan en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas. Son tiempos de eso. A la fuerza ahorcan. Las vacas están flacas y el fútbol espumoso genera sarpullidos después de haber sido la infección que llevó al Zaragoza a Segunda. Ahora hay que encontrar petróleo con la vara de un zahorí. Y Marcelino sabe.