ESQUÍ DE TRAVESÍA

Libertad en la montaña

Los deportistas que practican el esquí de travesía combinan sus habilidades como montañeros con su destreza sobre los esquís en plena naturaleza.

En ocasiones, los deportes blancos se convierten en un profundo disfrute de la montaña. Este es el caso del esquí de montaña, o también llamado de travesía. Los deportistas que lo practican combinan sus habilidades como montañeros con su destreza esquiando, pero merece la pena adquirir estas capacidades ya que es quizá una de las pocas maneras que existen de recorrer parajes muchas veces inhóspitos.


Se trata de una modalidad en la que el riesgo y la superación personal forman un maridaje perfecto que difícilmente se puede lograr con otros deportes. "Gracias al esquí de travesía, puedes experimentar la satisfacción de llegar donde te propones solo con tu esfuerzo, sin la necesidad de telesillas o arrastres", asegura Jesús Montañés, un montañero que lleva años calzándose los esquís para ascender hasta los picos menos accesibles.


El esquí de travesía nació en los Alpes a principios del siglo XX. Los picos, sendas y circos estaban al alcance de los amantes de la montaña durante el verano gracias al alpinismo, sin embargo, cuando la nieve hacía acto de presencia, las excursiones llegaban a su fin. Gracias al esquí de travesía, las montañas volvieron a ser un lugar de disfrute durante los meses de invierno.


Este deporte consiste principalmente en escalar montañas siguiendo las mismas técnicas que el alpinismo y descenderlas esquiando. Se suelen utilizar crampones o piolets para acceder hasta las zonas más escarpadas y, una vez arriba, el montañero se calza los esquís y disfruta de espectaculares desniveles. Si la ascensión no es demasiado complicada se puede realizar con las tablas puestas. Estas tablas se diferencian de las de esquí alpino en que en la suela tienen unas pieles de foca que permiten un mejor enganche en la nieve. Las botas muy ligeras y con suela de goma son las adecuadas para este deporte, ya que es el mejor calzado para realizar las subidas en las que no es posible utilizar los esquís. "Las ascensiones son como la vida, se te hacen cuesta arriba y en las 7 u 8 horas que duran te da tiempo a pensar en millones de cosas", comenta Jesús. En el momento de la subida, si se realiza con los esquís puestos, las fijaciones van sueltas en la parte del talón, de la misma manera que en el esquí de fondo, y solo cuando llega el momento de la bajada el esquiador se engancha la parte trasera de las fijaciones.


Y es precisamente en los descensos cuando llega la parte más gratificante. Es como la recompensa a tan sacrificado viaje. El esquiador se puede encontrar con cualquier tipo de nieve y con las condiciones más adversas ya que se enfrenta al estado salvaje de la naturaleza: piedras, baches, montículos de nieve… Pero es en este momento cuando se experimenta la comunión con la libertad. "Puedes llegar a cualquier sitio con la única limitación de ti mismo. La sensación de libertad es brutal", afirma Jesús.


Las situaciones más complicadas, cuando se practica esquí de travesía, se dan cuando hay peligro de aludes. "Cuando ha caído mucha nieve es importante no esquiar cortando las placas, ya que los aludes son nuestro peor enemigo en la montaña. Como medida de seguridad, es fundamental llevar siempre un ARVA para que puedan localizarte si te pierdes entre la nieve", aconseja Jesús. Otro de los requisitos para disfrutar de este deporte, sin padecer sufrimientos innecesarios, es estar en óptimas condiciones físicas, ya que es un deporte que exige un buen fondo. Además, hay una serie de recomendaciones que es preciso acatar para evitar riegos: dar a conocer nuestro itinerario y nuestra hora de llegada prevista a otras personas, adaptar la ruta a nuestras posibilidades y no salir jamás en solitario.


Son muchas las situaciones que pueden poner al esquiador contra las cuerdas cuando se practica esquí de montaña. "En una ocasión me quedé con el pie suelto. Estaba en Benasque, en el valle de Vallibierna, hacía mucho aire y yo había clavado las colas porque habíamos parado a almorzar. El viento se me llevó una tabla y tuve que bajar a buscarla andado por una zona de difícil acceso a pie", comenta Jesús. En un deporte de riesgo, hay millones de situaciones como esta, o más complicadas, a las que debe enfrentarse el esquiador.


En este caso, el esquí va unido al sacrificio y al esfuerzo personal, pero la recompensa es muy gratificante. La naturaleza se pone a nuestro servicio para lograr exprimir todas nuestras sensaciones.