Las mismas limitaciones

¿Cuándo ganará el Real Zaragoza un partido? A saber. Quizá sea el domingo que viene, frente al Espanyol, en el nuevo estadio perico de Cornellá. Por lo pronto, no se ganó ayer, en La Romareda, al Deportivo de La Coruña, en el primer encuentro del año 2010, partido con el que se quiso arrancar una nueva era, la posterior a Marcelino García Toral, a Eduardo Bandrés y al consejo florero, dimitido en bloque. El Real Zaragoza de Agapito Iglesias, de Gay y Nayim, de Pedro Herrera y Ander Herrera, de los Herrera, fue un equipo incompleto, como en esencia lo ha sido a lo largo de la presente campaña, con independencia del nombre de su entrenador. En este sentido, poco han variado las cosas entre 2009 y 2010. Con Marcelino no se ganaba y con Gay tampoco. El nuevo técnico no ha significado por el momento ningún revulsivo y ha sumado un punto desde que ocupa el cargo, dato que, según reconoce, no le mueve a satisfacción alguna. Sin asidero tangible, se agarra a las impresiones más recientes, a las sensaciones últimas, porque es mejor no evocar las percibidas en el Bernabéu. Ayer quedó satisfecho con la imagen mostrada frente al Deportivo de La Coruña que dirige Miguel Ángel Lotina, conjunto sin nombres y ajustado en gastos que se mueve por la parte alta de la clasificación y que, a priori, suponía un riesgo considerable dada la convulsión institucional vivida en las últimas semanas.


En este sentido, el conjunto de José Aurelio Gay brindó un comportamiento notable. No se dejó afectar por todo aquello que está ocurriendo en los despachos, en las alturas donde es sabido que se toman las decisiones que crean equipos o que, por el contrario, los destrozan. Esta cuestión no es en absoluto despreciable. Al revés. Hay que valorarla como positiva. El Real Zaragoza estuvo en lo suyo y dijo bien claro que quiere. Ofreció una actitud honrada y mostró un voluntarismo a veces conmovedor, aspecto menor según se entiende el fútbol en La Romareda pero que, en cualquier caso, sirvió de paraguas ante la crítica posible. Otro debate bien distinto es el que atañe al poder, que es donde radica el meollo de los problemas hace ya buen tiempo.


En este capítulo, el Real Zaragoza sigue siendo un conjunto estructuralmente deficiente. Es cierto que esta vez no se sufrió un descosido atrás; pero a cambio se padeció una impotencia manifiesta arriba. La deficiencia fue especialmente acusada en la primera mitad, en la que el Deportivo entregó todo al Real Zaragoza, el balón, el campo, la iniciativa y la posibilidad de imponer un ritmo, y, sin embargo, el bloque aragonés no fue capaz siquiera de enviar un balón entre los tres palos de la portería de Aranzubía. Pocas veces jugará el Real Zaragoza ante un rival tan acomodado en el orden táctico, tan condescendiente con el rival y sus circunstancias. El Deportivo, con aire de señorito de antiguos modales, de mirada soberbia y porte superior, jugó durante ese periodo a que el simple transcurrir del tiempo le brindara una ocasión de gol. La tuvo. Para su desgracia, y beneficio del Zaragoza, cayó en las botas de Lopo, probablemente el futbolista menos dotado técnicamente en las filas gallegas. Envió el balón a la grada, porque ni sus piernas ni sus pies reciben nunca la orden y el impulso eléctrico que lleva a mandar un balón a portería, sino a todo lo contrario: a la luna, al campo contrario o a donde quiera que fuere el esférico. Otra cosa es que hubiera tenido que rematar el balón de cabeza. En ese lance, en cualquier caso, murió la trama entera de los primeros cuarenta y cinco minutos, en los que no sucedió nada, ni bueno ni malo. Nada fue nada.


Para entonces ya se estaba sopesando entre los actuales prohombres del Real Zaragoza la pieza futbolista que estaba construyendo Ander Herrera, un relato con el que algunos se llenaron la boca conforme avanzó el partido. El joven Herrera ha sido definitivamente señalado por su padre, Pedro Herrera, secretario técnico; por Antonio Prieto, director deportivo; por Gerhard Poschner, director general; y por Agapito Iglesias, presidente y accionista mayoritario, como la clave y el eje de este equipo. Sobre él gravita el fútbol del Zaragoza y él es quien manda y gobierna en el campo, como una especie de 'longa manus' de los designios de la dirección. No porta el brazalete de capitán; pero es quien ejerce la autoridad en el césped. A sus características se ha acomodado el sistema táctico entero, para que despliegue su fútbol y lo defiendan los demás, sobre todo Abel Aguilar y Ponzio. Aquello que le suceda al Real Zaragoza en adelante dentro del campo de fútbol tendrá mucho que ver con su estado de forma, con su inspiración, con su manera de entender y leer los partidos, con sus posibilidades y rendimiento. Todos los hombres que se ganaron un peso dentro de la plantilla por orden natural del fútbol han quedado eliminados. Nadie que haya sido declarado fiel a Marcelino García Toral cuenta para nada. Aquí sí que se aprecia un nuevo Zaragoza. Ander Herrera es su fortaleza y su debilidad.


Si frente al Real Madrid fue aplastado, ayer se movió bien. Dio pausa, criterio, buen uso del balón y procuró urdir durante la segunda parte un triunfo que era necesario. Su fútbol, sin embargo, quedó muchas veces cortocircuitado poco más adelante, una vez introducía el balón en posiciones de vanguardia. Ángel Lafita estuvo bien defendido por Manuel Pablo en la banda izquierda y Javier Arizmendi casi nunca pudo con los centrales. La vía de Pennant produjo algunos centros de peligro; pero esos balones nunca encontraron el destino pretendido. Aun así, Ángel Lafita y Pennant se acercaron al gol. En sus embates sobre la portería de Juan Pablo Carrizo, también dispuso de sus ocasiones el Deportivo. La más peligrosa la creó el mexicano Guardado, quien disparó raso y con potencia en la recta final del encuentro. Tuvo que responder con buenos reflejos el guardameta argentino. Nadie fue capaz de mover el marcador inicial. La salvación se distancia a dos puntos.