ESLOVAQUIA - ITALIA (16.00)

La Italia agónica, la Italia de siempre

Amenazada por la eliminación prematura, la campeona del mundo se encuentra ante Eslovaquia en el filo del fracaso al que tantas otras veces sobrevivió. Huérfana de talento, envejecida, fea y sin referentes... un perfil demasiado reconocible ¿Repetirá la vieja Italia?.

Cannavaro se duele a los pies de Zambrotta.
La Italia agónica, la Italia de siempre
PIERRE PHILIPPE MARCOU/AFP PHOTO

A Italia le bastan unas cuantas camisetas entalladas, unos pocos contratiempos, una pizca de sordidez, esa vulgaridad tantas veces camuflada en equipos más canosos que imaginativos, y el azar vestido de azul. Italia, su historia en las grandes competiciones, en las Copas del Mundo, no engaña a nadie. Con poco y casi nada bello le sirve. Ninguna selección se ha acostumbrado a juguetear con el fracaso, a bailar sobre las brasas, y a desafiar la fortuna tanto como la italiana. En Roma, Milán o Nápoles, esta ruleta rusa suscita más emociones que un 5-0 a favor. Hoy, como en tantos otros episodios, Italia se expone a una eliminación prematura. Le espera Eslovaquia y la victoria es su único atajo hacia la supervivencia. Le valdría también el empate si Nueva Zelanda se resbala, o incluso cabe la posibilidad del sorteo en caso de igualdad total con los oceánicos. Como se ve, hay ingredientes para la agonía, algo que, por otro lado, permanece grabado en la genética italiana.


Que nadie se sorprenda. Ellos ya han estado aquí, apremiados, con medio cuerpo en el ataúd, haciendo malabares sobre el alambre con empates, derrotas y diferencias de goles meticulosamente dosificadas, aplazando victorias hasta el suspiro final? Todo ello es motivo para que el resto del mundo, al menos, se plantee la idea de preocuparse. Superada la urgencia y escrito el milagro, Italia siempre se levanta. Resucita, además, con su arrolladora combatividad, saltando por encima de los gigantes en los cruces hasta alcanzar puntos insospechados, las finales o su periferia. Italia solo funciona bajo estas coordenadas: le agobian los pequeños como Nueva Zelanda y le excitan los todopoderosos. Siempre fue así. Ocurrió en España 1982 y en Estados Unidos 1994. Vagabundeó en la fase de grupos y estiró el paso por la Copa del Mundo hasta la final, para ganarla o para dejársela -paradoja- en los penaltis, una de esas ruletas rusas que los italianos transforman en paraíso? Repasemos: España 82. Tres empates en la primera fase ante Polonia, Perú y Camerún le sirvieron para clasificarse gracias a un gol a favor más que los africanos. Más adelante, se catapultaron a por el título venciendo a Argentina, Brasil, Polonia y Alemania. En Estados Unidos 1994 casi repiten. Pasaron beneficiados por un cuádruple empate a cuatro puntos con Eire, Noruega y México para lanzarse hacia la final ante Brasil tras eliminar a Nigeria, España y Bulgaria. Y parecido ocurrió en México 70, donde alcanzaron la final tras pasar apuros en la fase inaugural, o en México 86, cuando se clasificaron para octavos con un gol en propia puerta de Corea del Sur, o en 2002, en Japón y Corea, donde la inopinada victoria de Ecuador ante Croacia los metió en la jornada final en octavos.


De momento, la historia ha escrito parte del guión, esa parte de trama en la que Italia, al contrario que otras selecciones, camina despreocupada, cómoda y convirtiendo la presión en una píldora reconstituyente Los italianos rehúyen de cualquier etiqueta de afortunados. Para ellos la suerte tiene otra caligrafía. Prefieren hablar de inteligencia competitiva y de sudor bien administrado. El fútbol es eso. Creen en sus modos, su fórmula y las cuatro estrellas bordadas sobre el escudo, y como los alemanes, a convicciones y autocomplacencia no les supera casi nadie. "No tenemos miedo, el Mundial comienza ahora", decían ayer algunos futbolistas italianos.


Queda por ver si Marcello Lippi, el seleccionador, el más italiano de todos los entrenadores italianos, toca esta vez la tecla. Parece más complicado que nunca. Primero se exige un triunfo ante Eslovaquia. Y luego, sacarle jugo a un equipo agotado de talento. Pocas selecciones italianas descorazonan más que esta. Aunque ya se sabe: Italia, cuanto más fea, más inquieta. Su atávica piedra filosofal, la defensa infalible, hermética y gladiadora, chirría por la cintura de Cannavaro, viejo don empobrecido y fuente abundante de complicaciones, y se atasca en las piernas consumidas de Zambrotta. La ausencia de Buffon redondea las preocupaciones por atrás. Hacia delante, Italia suena a lo mismo que siempre, a lata y gruñidos. Pero la cosa se agrava más que nunca. Esta vez no existe el flotador del 'fantasista', ese genio descontextualizado que otras veces interpretaron Del Piero, Totti o Roberto Baggio. Ese diez inspirador. Ni siquiera esta vez llevan el uniforme más brillante ni las cajas torácicas más poliédricas.


Italia es la campeona del mundo, un rey en jaque, solo tres veces en la historias de la Copa del Mundo se marchó el campeón a la primera (Italia en 1950, Inglaterra en 1970 y Francia en 2002). Pero recuerden: Italia nunca muere hasta el segundo disparo.