REAL ZARAGOZA

La gran reacción

Tras la derrota frente al Betis, el Zaragoza ha encadenado cuatro jornadas invicto y vuelve a creer en la salvación

Hace exactamente un mes, el 6 de abril, el Real Zaragoza se dirigía hacia el precipicio. Los tres goles que firmó el Betis en La Romareda aquella calurosa tarde, derramaron el perfume del drama en todos los estamentos del club. Prendió el desánimo y el futuro se adivinaba nefasto: en puestos de descenso, a tres puntos del Recreativo y, sobre todo, con un equipo absolutamente entregado. Un paisaje aterrador.


Cuatro semanas y cuatro jornadas después, se ha producido el gran 'sorpasso', tanto a nivel clasificatorio como anímico. El conjunto aragonés ha resucitado y se ha erigido en el mejor del pelotón de seis aspirantes a la fatídica decimoctava plaza.


Getafe, Valladolid, Valencia, Real Zaragoza, Recreativo y Osasuna son los invitados a este macabro baile. Algunos estaban mentalizados desde el verano que sería su destino y otros se han visto abocados a un vals mortecino e imprevisto.


El Zaragoza pertenece al segundo grupo, el de los cazadores de gloria lanzados al fango. Tras el 'shock' de abrazar la tragedia, se ha producido una admirable reacción que alimenta las esperanzas de salvación. El lema 'Zaragoza no se rinde' ha calado en la plantilla y en la grada. La comunión experimentada frente al Deportivo o en Montjuic lo corroboran.


Pero un eslogan no trasciende la anécdota si no se materializa con hechos. Tras la derrota contra el Betis, Manolo Villanova planteó un borrón y cuenta nueva, una "nueva Liga" con siete estaciones. Las cuatro primeras han resultado balsámicas. Invictos, con dos victorias caseras y dos empates a domicilio. Un precioso botín de ocho puntos (se ha pasado de 33 a 41), una racha inaudita a lo largo de la campaña. Este ritmo constante no lo ha podido seguir ningún otro miembro del sexteto de la muerte.


El principal salto cualitativo se ha producido en el apartado defensivo. La hemorragia que desangró al colectivo, con una inaceptable colección de errores, descoordinación y desidia, se ha taponado. Las grietas que amenazaban con convertir a César Sánchez en el portero más goleado en una temporada en toda la historia de la entidad, se han sellado. Un gol (afortunado) en cuatro encuentros supone una magnífica base para construir el edificio de la permanencia. Mucho más si lo comparamos con los 13 tantos recibidos por el Valencia en este mismo lapso, los ocho del Recreativo, los seis de Osasuna y Getafe o los cinco del Valladolid.


Villanova ha dado con una zaga solvente. Ha sacrificado a Diogo y a Juanfran, sustituyéndolos por Alberto Zapater y Javier Paredes. El ejeano, el eterno comodín, ha respondido al cambio de ubicación con energía e implicación. Encarna el rostro del orgullo y la rasmia, contagiando a sus compañeros. El capitán no se ha rendido y ha arrastrado al grupo.


Otra pieza clave en el resurgir ha sido Sergio Fernández. Lastrado por los problemas físicos, ha retomado la versión de central imponente y fiable, un muro impenetrable por arriba y a ras de suelo. Su sociedad con Roberto Fabián Ayala, rebosante de experiencia, es un lujo que confiere aplomo. Remata la línea Javier Paredes, otro recuperado para la causa tras un rosario de lesiones.


Dudas en la creación


El centro del campo está concitando más desconfianza. Francelino Matuzalem y Pablo Aimar palidecen con demasiada frecuencia ante las exigencias de la competición. El físico no les acompaña y, salvo gloriosos capítulos aislados, su innegable talento se disuelve en el recuerdo, no en el campo.


Más luz ha aportado Albert Celades, que ha pasado de no figurar en las convocatorias a ser rescatado por Villanova para insuflar orden y coherencia a la distribución. Una solución que se ha revelado efectiva.


El también barcelonés Sergio García se ha reivindicado como estilete afilado, el jugador más constante y sobresaliente en esta campaña para el olvido. El festín de recursos que desparramó el pasado sábado ayuda a calibrar la altura futbolística de este internacional en ciernes. Si no le abren la puerta, la derribará a golpe de talento.


Completa el análisis la delantera. Diego Milito y Ricardo Oliveira evitaron con sus goles el siniestro total durante buena parte del ejercicio. Sin embargo, la llegada a la línea de meta se les está haciendo infinita. Sobre todo al argentino, un derroche de solidaridad y generosidad pero sin fuelle. Acumula demasiadas semanas sin marcar y el equipo se resiente lastimosamente. El ariete paulista alterna capítulos de suma puntería con fallos inexplicables.


Un engranaje que deberá resistir las tres fechas venideras, tres finales para confirmar el repunte. Bastará con mantener la intensidad en el sprint.