ATLÉTICO 2-1 ZARAGOZA

Indulto a un rival histérico

El Zaragoza cae por culpa de sus propios errores. Encajó un gol en la primera jugada y Babic falló un penalti. El Atlético no fue mejor.

El penalti
Indulto a un rival histérico
EFE

Era el de anoche un partido para saber jugar con los tiempos, con la ansiedad del rival, con la de su enojado público. Era un combate para ganarlo en el terreno psicológico, con veteranía y mano izquierda. Con oficio. Y nada de eso supo o pudo poner en práctica el Real Zaragoza en el Vicente Calderón. No le dio tiempo ni a empezar a plantear su plan. Y, cuando tuvo que ir rectificando con el duelo ya lanzado, falló siempre en los momentos culminantes. En definitiva, el equipo de Marcelino desaprovechó una magnífica ocasión para ganar a la bandeja de flanes que es el actual Atlético de Madrid y concedió el indulto a un adversario al que tuvo a tiro durante buena parte de la contienda.


Muy pronto, mientras pasaban los minutos a lo largo de la primera parte, daba la sensación entre los zaragocistas de que ayer era el clásico día en el que hubiese sido mejor no levantarse de la cama. Infortunio tras infortunio, error serio tras error serio, falta de tino tras falta de tino en acciones que pudieron ser decisivas y que nunca terminaron bien para los intereses del cuadro aragonés.


La primera circunstancia que truncó los planteamientos más optimistas tardó en llegar menos de dos minutos. Fue, nada más y nada menos que el gol que adelantó a los locales, ese 1-0 anotado en la primera jugada de la noche. La defensa fosforita (qué feo es este tercer uniforme amarillo verdoso o verde amarillento, como quieran) todavía no se había enchufado al trabajo y se comió hasta tres balones que, en condiciones normales, habría despejado alguien. Forlán entró por la derecha sin oposición de Paredes. Centro raso sobre el Kun Agüero, que no hilvanó el remate, mientras ni Ayala ni Pavón conseguían despejar la pelota. El balón quedó muerto en la frontal, donde Jurado entraba en solitario. Y el andaluz, el mejor futbolista de la noche, no desaprovechó el regalo para anotar y hacer que el Zaragoza comenzase perdiendo el encuentro prácticamente nada más salir del vestuario.


El Atlético, un equipo nervioso y descentrado en todas sus líneas fruto de su crisis interna, solo existió durante los primeros diez minutos, fruto de la gasolina que le dio ese tanto inicial. Simao dejó sentado en dos penetraciones a Pulido y ahí pudo llegar la puntilla para un Zaragoza al que le costó recuperar el sentido. Carrizo, en ambas acciones, salvó el segundo gol colchonero y, desde ese momento, el control del juego fue siempre de los visitantes.


La segunda acción crucial para la derrota la firmó Babic en el minuto 18. El croata se erigió en el sorprendente lanzador de un penalti que el jovencísimo debutante De Gea le había hecho a Jorge López en un mano a mano escorado. El balcánico lo tiró fatal y el novel portero se lo paró. Fue otro golpe al hígado zaragocista que se tardó en superar colectivamente (Babic abandonó el campo lesionado un rato después y ya no participó en la tarea).


Otra vez -ya pasó en Gijón y Sevilla-, antes del intermedio, el árbitro anuló una jugada de gol de Aguilar a la salida de un córner (el colombiano cabeceó al palo antes de anotar ya con el juego parado) por una supuesta falta de Pavón a un defensa local. Fue la tercera circunstancia que pudo cambiar el curso del desgraciado partido de los zaragocistas y que, como todas las demás, salió mal.


Tras el descanso, lejos de mejorar el panorama, el libreto del Zaragoza siguió escribiéndose con renglones torcidos. Dominaba el juego, tenía el balón, pero las contras del Atlético eran siempre más peligrosas que el cansino fútbol ofensivo de los de Marcelino. Hasta 13 córners sacó el Zaragoza, además de media docena de faltas laterales. El peligro de su estrategia tuvo, pues, terreno abonado para haber aprovechado al menos una de ellas y lograr, como poco, la igualada. Bien, pues no solo erraron un remate tras otro (uno de Pavón a bocajarro fue el más claro), sino que fue el Atlético el que, al atinar en una falta directa al borde del área con un zurdazo de Antonio López a falta de 25 minutos, logró el 2-0 y pareció matar a los zaragocistas. Parecía mentira, pero era la realidad, cruda y difícil de digerir.


Para que la sensación de frustración quedase más cerca del paladar al término del choque, el Zaragoza se enganchó a la vida a través de un segundo penalti -de Ujfalusi a Arizmendi- que, esta vez sí, el especialista Ewerthon convirtió en el 2-1 en el minuto 70. Ese acercamiento en el tanteador, que nunca se consumó en remontada (estuvo más cerca siempre el 3-1 en los contragolpes de Forlán, Jurado, Reyes y Maxi), sirvió para que el mal sabor de boca al final del partido fuese más acusado entre los zaragocistas. Se tocó el éxito, se vio que no era una utopía ganar en Madrid a un contrincante bajo mínimos (el partido de Agüero fue, por ejemplo, lamentable), se percibía en cada lance que, si el Zaragoza tomaba la mano en el marcador, la olla a presión del Calderón explotaría a favor de obra de los chicos de Marcelino. Pero ayer no era el día, por más que se insistió, por más que Lafita y Ewerthon dieran nuevos bríos al ataque. Y, una vez más, el Zaragoza fue el 'equipo aspirina' para rivales muy enfermos. Es una postura histórica.