PAUNER, DESDE EL DHAULAGIRI

Increíble, pero cierto

Carlos Pauner, Marta Alejandre y Javier Pérez ya están, por fin, en el Campo Base del Dhaulagiri después de un complicado trekking de aproximación que incluyó un accidentado viaje en helicóptero.

Sí, así son las cosas en el Himalaya. Cuando crees que, tras tantas expediciones, casi nada puede sorprenderte, pues llega algún acontecimiento y lo hace de forma contundente. Nuestra aproximación al Campo Base no ha sido, desde luego, lo que se puede decir sencilla. Es cierto que, ahora mismo, ya reposamos con todo nuestro equipo en este lugar a 4.700 metros de altura, en el llamado Dhaulagiri Base Camp. Pero para llegar aquí hemos vivido una odisea difícil de imaginar.


El viernes nos encontrábamos a 3.600 metros, bloqueados por la nieve y sin porteadores. Conscientes de la precariedad de la situación, habíamos decidido llamar al helicóptero, para que nos subiese con toda la carga a nuestro objetivo final. Tras un día de espera, el viernes por la mañana, aunque tarde, llegó ese monstruoso aparato ruso que surca los cielos de Nepal. Hizo dos viajes, a tope, para llevar a nuestros colegas de "Al Filo", que ya llevaban cinco días esperando en este lugar.

 

Y llegó nuestro turno. Cargamos el aparato con todo nuestro equipo y el pájaro intentó elevarse. Imposible. El piloto me dijo que teníamos que dejar allí 400 kilos de peso. Optamos por dejar algo de queroseno y de arroz. Finalmente nos elevamos y volamos rápidamente hasta colocarnos sobre el Campo Base. El piloto inició la maniobra de aproximación y algo no fue bien.

 

Hacia demasiado calor a esa hora de la mañana, la sustentación era baja, el peso elevado y no se podía controlar el aparato para el aterrizaje. No puede evitar sentir un escalofrío, al recordar como hacía dos años, en ese mismo lugar, nos precipitábamos al suelo con un aparato similar, aunque milagrosamente salvamos la vida. El piloto abortó la maniobra y se dirigió, sin dudarlo, hacia Pokhara, donde aterrizamos al medio día. Increíble.


Estábamos con todo nuestro equipo, con nuestra indumentaria de montaña puesta y con cara de bobos, en esta bonita ciudad donde nuestro trekking había empezado hacía una semana. El piloto me dijo que lo sentía, pero que había sentido que no podía aterrizarlo con seguridad. Nos quedamos un buen rato sin saber qué hacer, asados por el calor tropical, observando cómo nuestra carga era desembarcada. Habíamos pasado de estar sobre el Campo Base, a estar en el principio de nuevo. No daba crédito. Afortunadamente, hicimos las gestiones adecuadas y al día siguiente, muy temprano, fletamos un nuevo viaje hasta el campo base, donde llegamos sin mucha novedad, aunque, eso sí, sin creerlo hasta no poner los pies en el suelo.


Ya estamos aquí. El azaroso viaje ha terminado y, aunque nieva sin descanso y el tiempo es infernal, estamos contentos porque comenzamos la parte fundamental de nuestra expedición al Dhaulagiri. Hemos vivido días de incertidumbre, de vuelos al límite de lo posible entre riscos y glaciares, de riesgo, de acarrear todas las cargas de aquí para allá, de desesperación y de desasosiego. Afortunadamente, ya es pasado. Estamos a salvo en nuestro pequeño hogar y, aunque aún no hemos podido ni montarlo en condiciones, esperamos con anhelo que salga el sol y poder acomodarnos para nuestra larga estancia en la montaña.