PRIMERA DIVISIÓN

Incapacidad rojiblanca (1-1)

El Atlético de Madrid no pasa del empate ante el Málaga, lo que deja al mexicano Javier Aguirre con el agua al cuello

El Atlético llegó a La Rosaleda con la imperiosa necesidad de conseguir el primer triunfo del 2009, pero se marchó de Málaga con un empate, más dudas y la incógnita sobre la continuidad de Aguirre. El mexicano se cansó de repetir durante la semana que no afrontaba el choque como un ultimátum, y muestra de ello es que dejó en el banquillo a Maxi y Maniche. Los andaluces eran conscientes de la oportunidad de oro para sobrepasar a los rojiblancos en la tabla y acceder a los puestos de Europa. Los de Antonio Tapia mantuvieron un buen orden táctico, que fue suficiente para poner en jaque a su oponente.


El partido comenzó con un Atlético más centrado y entonado que de costumbre, quizás, en un intento de los jugadores rojiblancos de mostrar su entrega y compromiso, muy cuestionada por su afición tras las últimas derrotas. La falta de concentración en los primeros instantes de partido les costó muchos puntos, sin ir más lejos, la pasada jornada ante el Almería. Esta vez, los de Javier Aguirre salieron enchufados. A los 50 segundos, el meta malagueño sacó una prodigiosa mano y evitó el gol del Kun Agüero. Poco después, Sinama, que ocupó el lugar de Maxi en la banda derecha, marró otra ocasión. Los locales se conformaban con buscar la espalda de los dubitativos centrales rivales con la velocidad de Luque.


Los colchoneros llevaban el peso del partido, aunque los tiros lejanos no inquietaban a Goitia. El Málaga, en una de sus pocas aproximaciones hasta ese momento, puso a prueba el manido infortunio rojiblanco. A los 20 minutos, Apoño enganchó un zapatazo desde fuera del área, el esférico golpeó en la espalda de Assunçao y se envenenó con una parábola imposible que superó a Leo Franco.


El miedo se apoderó de los madrileños, que se desinflaron con el paso de los minutos y el Málaga jugaba con mucha comodidad. Duda volvía loco tanto a Perea como a Antonio López. El Kun y Forlán dejaron de recibir balones. El Atlético era un calco del equipo estéril y sin ideas de las últimas jornadas.


Cuando ambos equipos esperaban el descanso, Heitinga remató una falta lateral que despejó Goitia en primera instancia, pero su rechace favoreció al central holandés que no perdonó y marcó uno de esos goles psicológicos. La rabia en la celebración del empate reflejó con claridad el estado de ansiedad y presión a la que está sometida la plantilla rojiblanca.


Intercambio de golpes


El segundo tiempo comenzó como el primero, con el Atlético mandando en el campo. El técnico mexicano dio entrada a Maxi, símbolo de compromiso, lucha y trabajo. Sin embargo, con esos atributos no se ganan partidos si no generas fútbol. Ese es el problema del centro del campo rojiblanco, que ni Assunçao ni Raúl García, ni Maniche cuando salió, consiguieron elaborar jugadas. Los 'cochoneros' viven de la inspiración de sus delanteros, pero cuando los arietes no la encuentran, los de Aguirre se convierten en un equipo vulgar.


El reloj avanzaba y el marcador no se movía pese al intercambio de golpes. Simao tuvo una clara ocasión que salvó Hélder bajo palos. Respondió Baha con un tiro que salvó Leo Franco. El choque estaba abierto y cualquiera pudo llevarse los tres puntos, sobre todo el Atlético, gracias a un remate de Ujfalusi en el último minuto que el cancerbero local despejó a córner.