CICLISMO

¡Hasta siempre!

El aragonés David Cañada posa en el Centro Aragonés del Deporte, tras anunciar ayer su retirada del ciclismo
¡Hasta siempre!
TONI GALÁN/APHOTO AGENCY

Fue tan sencilla y contundente como lo ha sido su trayectoria deportiva. Ayer, el ciclista zaragozano David Cañada echaba pie a tierra y anunciaba su decisión de abandonar la práctica del ciclismo profesional en activo, "no la bicicleta" añadía de inmediato, defendiendo su pasión por esta actividad. Cañada corría el telón a 14 años en la primera línea del ciclismo mundial, un tiempo en el que ha consolidado la admiración y el respeto del pelotón internacional y se ha ganado el cariño de sus compañeros y de sus aficionados.

 

"Mi intención era continuar -argumentó David Cañada en su comparecencia pública-. Y me da pena porque no voy a saber a qué nivel podía estar ahora", después de haber superado un cáncer. "Es verdad que estoy un poco desilusionado porque mi equipo, el Fuji Servetto -ahora Footon- me prometió que seguiría. Y ya muy tarde, con muy poco tiempo de maniobra para encontrar equipo, me dijeron que no contaban conmigo. Esta circunstancia, además, lo ha hecho aún más difícil".

 

El aragonés reconoció que se sentía decepcionado por el comportamiento de los actuales rectores de la formación, Josean Fernández, Matxín, y Mario Giannetti. Pero argumentó que aspira a pasar página y centrarse en una nueva vida, "en la que no quiero desvincularme del deporte".

 

A su lado, en la despedida, quiso estar el director general de Deportes, Álvaro Burrell, también ex deportista, que dijo sentirse orgulloso de poder arropar al corredor en un momento delicado. Y al sencillo acto de adiós no faltaron tampoco su mujer, Laura, y los padres de Cañada.

 

Apenas un año antes, el corredor zaragozano había convocado una rueda de prensa también singular. Entonces, daba a conocer que estaba siendo sometido a un tratamiento de cáncer linfático, derivado de un melanoma. Cañada se enfrentaba a la carrera más dura de su vida.

 

Hace menos de un mes que el ciclista levantaba los brazos para expresar su felicidad por la victoria: finalizaba con éxito la última sesión del complejo tratamiento médico. Por eso, cada vez que se le pregunta, responde con seguridad: "Sólo tengo palabras de agradecimiento para el doctor Bavay -que le practicó la intervención- y la doctora Teresa Puértolas -con la que siguió el tratamiento-, además del Servicio de Oncología del Servet". Y no le importa profundizar sobre el aspecto anímico con el que ha afrontado la enfermedad: "Lo he llevado muy bien -esboza-. Es muy importante enfrentarte al problema para afrontarlo, para asumir el reto y lograr el objetivo. Y tal vez mi trayectoria me ha ayudado mucho para pelear contra el cáncer".

 

Ese espíritu de lucha, esa ambición, le llevó a plantearse seguir en activo, probarse, comprobar hasta dónde podía dar de sí. En principio, tenía el respaldo de su formación. Y así lo enunció el que había sido el mánager del equipo, Matxín: "Lo único que nos preocupa es que David se recupere. Si él decide que está listo para volver, perfecto. Si no, queremos que siga en el 'staff' técnico".

 

Pero aquello resultó sólo una declaración de cara a la galería. Cañada recibió la carta de despido en octubre, ya con escaso margen de maniobra para poder encontrar ubicación deportiva. Al final, ha decidido cerrar su ciclo en la vanguardia del campo profesional.

"Lo que dejo son amigos"

El aragonés se lleva un puñado de amigos en el mundo de la bicicleta: "Salvo quienes me han defraudado, todo lo que he hecho aquí han sido amigos, amistades y buenos contactos". Y deja el sello de su clase, de su ilusión por correr, de su empeño por mejorar.

 

Su trayectoria, alargada, se ve jalonada por retos significativos: las victorias de etapas, de carreras tan prestigiosas como la Volta a Cataluña, como Murcia o La Sarthe. Y, sobre todo, ese triunfo en la crono por equipos del Tour 2000, con la indumentaria de la ONCE, que le aupó al segundo lugar en la clasificación general de la ronda -por detrás de su compañero Jalabert- y a enfundarse el maillot blanco de mejor joven.

 

Su calidad le llevó a alinearse en formaciones como Mapei y Quick Step, antes de fichar por el Saunier Duval y su heredero, el Fuji Servetto.

 

Su periplo esconde mil anécdotas: junto a los triunfos, los sinsabores de no lograr culminar una gran escapada -como le pasó en apenas un mes el Luxemburgo y en el Tour-, las caídas y las lesiones -con roturas de todo tipo-. Ayer contaba, por ejemplo, cómo se fracturó el brazo al confiarse un día y salir a correr después de una nevada. Una ráfaga de viento lo mandó al suelo y un conductor samaritano, a casa.

 

Ha sabido superar mil y un dificultades. La última, un cáncer, una pelea en la que encontró la solidaridad de Lance Armstrong. Ayer, el zaragozano decía adiós a toda una trayectoria deportiva. "En los últimos años, he madurado y he sabido disfrutar del ciclismo: de entrenar, de los tiempos de descanso, de las carreras. En realidad, me siento un privilegiado por poder dedicarme a aquello que más me gusta, y que me pagasen por ello".