La SD Huesca deja la portería a cero 251 días después

Los azulgrana habían recibido goles en todos sus partidos oficiales desde su visita a Lugo de la campaña pasada en la que lograron el ascenso.

Roberto Santamaría trata de atajar un balón en Anoeta.
La SD Huesca deja la portería a cero 251 días después
EFE

Han tenido que pasar 251 días para que la Sociedad Deportiva Huesca vuelva a dejar su portería a cero. Se dice pronto, pero cada hoja de calendario que pasaba estaba empezando a acumularse en un montón que pesaba más y más. Basta con remitirse a los últimos encuentros de los azulgranas para darse cuenta de ello. No ya cada gol, sino cada ocasión de los rivales les estaba haciendo tambalear. De hecho, para encontrar el día en el que ese contador se había puesto en marcha hay que regresar hasta el 21 de mayo del año pasado, una fecha que no necesita presentación, la del ascenso a Primera División en el Anxo Carro de Lugo. Desde ese 0-2, hasta el 0-0 de este domingo en Anoeta frente a la Real Sociedad, los altoaragoneses habían visto el balón dentro de su portería en 42 ocasiones a lo largo de 22 partidos de Liga, veinte de la actual campaña y dos de la anterior, al margen de los ocho tantos encajados en la eliminatoria de Copa del Rey con el Athletic.

Lo manifestó Francisco Rodríguez, el entrenador, tras el partido, sus jugadores necesitaban no encajar más tantos. A fin de cuentas, de haberlo hecho hubiesen igualado un récord que data del ejercicio 1951-52. Entonces, el Atlético de Tetuán recibió al menos un gol en cada una de las primeras 21 jornadas; el Huesca se ha quedado en veinte.

Si no se ha pasado a los almanaques estadísticos, en parte se debió a la nueva vuelta de tuerca que el entrenador almeriense dio a su equipo. En San Sebastián optó por abandonar su habitual 4-1-4-1, para alinear una defensa con cinco futbolistas, algo que no había hecho desde el careo con el Alavés nueve encuentros atrás. Aunque esta vez en la medular solo dejó a tres centrocampistas, Yangel Herrera, que se estrenó como titular, Rivera y Moi Gómez. Arriba quedaron Cucho Hernández y Enric Gallego. La medida implicó que los cinco zagueros con los que cuenta ahora mismo en la plantilla, a la espera de que Brezancic cierre la puerta al salir, estuviesen sobre el césped y que en el banquillo quedasen nombres importantes como los de Musto y Ferreiro.

El resultado fue un equipo más compacto, con las líneas juntas y que entregó, que no regaló, la posesión a los donostiarras. Ellos llevaron el peso del juego, disfrutaron de más de un 68% de la posesión, pero porque los azulgranas así lo quisieron. Fue el de los locales un fútbol plano y vertical que no supo romper el muro que ante ellos se alzaba. La grada, impaciente, les silbó en más de una ocasión. Si hubiese sido balonmano, los árbitros hubiesen señalado más de un pasivo. De hecho, el número de remates fue el mismo para los dos contendientes, ocho, y las ocasiones más claras tuvieron factura oscense. Esta vez Santamaría no fue el mejor, buena noticia, porque casi no tuvo que aparecer.

Lo que queda por ver es si con esta forma de jugar, además de empatar, es posible ganar, porque para salir del pozo no basta con dar un paso sino que hay que saltar de tres en tres. Si el disparo de Yangel Herrera en vez de pegar en el palo acaba dentro o si Rulli llega a estar menos atento en la oportunidad de Cucho Hernández, la victoria seguramente se hubiese montado en el autobús de los altoaragoneses, y a eso se agarra Francisco. Confía el preparador en que con el delantero colombiano, Enric Gallego y Chimy Ávila su ataque queda bien cubierto y en que los goles llegarán. Ahora bien, su intención era alcanzar el tramo final del partido con vida. Se consiguió en el marcador, pero no en las piernas de los futbolistas, exhaustos por el esfuerzo. En darle solución, seguro, ya está pensando.

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