Empate entre pitos

Bastón adelantó al equipo aragonés en la primera parte. Luego no supo aprovechar su superioridad numérica en el campo.

Empate entre pitos
Empate entre pitos
Oliver Duch

Al Real Zaragoza no le salió ayer el partido esperado, sino el inesperado. Durante varias fases fue superado por el Sabadell, o, si se quiere expresar la idea de manera más concreta, por Toño Longás, quien, una vez más, se desenvolvió en la Romareda con un aplomo magnífico, de futbolista hecho y derecho, sabedor de casi todos los registros del buen centrocampista. Hasta que se agotó, el aragonés manejó el partido. Se jugó a su dictado, como él quiso, al mismo tiempo que se convirtió en la pieza que más fútbol urdió a lo largo de la tarde, bajo el cálido sol de la primera parte y también bajo la lluvia de granizo de la segunda. A su alrededor se hacía la claridad. Siempre convirtió este juego en algo sencillo. Quizá esta sola razón fuera suficiente para que el Sabadell llegara cinco veces a la portería de Óscar Whalley con un peligro muy cierto, en modo alguno vago o lejano. Al margen de su gol de última hora, obra de Juanto, los jugadores del equipo catalán mandaron dos balones al palo, y el colegiado, Vázquez Figueroa, bien pudo pitar un penalti a Lucas Porcar, tras sufrir una entrada de Fernández por abajo. El último clasificado de la tabla dio más problemas de los esperados, acaso porque le urgiera la decencia antes que la necesidad: hasta aquí no había hecho más que recoger balones de las redes de la portería de su guardameta, Naouzet Pérez, ayer vestido de un impoluto rosa.


Los misterios insondables de la fortuna quisieron que el caudal de juego creado por el Sabadell quedara en nada, en absolutamente nada a su favor. Se le fueron al limbo un remate de cabeza de Carlos Hernández a la salida de un córner, un peligroso disparo de Gato y un centro de Toño Longás puesto con la intención afilada del fino pasador. Durante más de veinte minutos, el conjunto de Víctor Muñoz no encontró la fórmula para acercarse al área del equipo catalán. Esta vez, Ruiz de Galarreta y Dorca no tuvieron continuidad en su juego. Quedaron como dos piezas aisladas en una batalla de campo abierto, sin capacidad para proyectar las ofensivas más allá de donde ellos mismos estaban. Las bandas carecieron de la salida y de la fluidez que en otras ocasiones aportaron Pedro y Javi Álamo. La lesión del primero de ellos es posible que ayer pasara factura en un equipo que todavía se está haciendo y que, desde luego, no presenta un aspecto uniforme en el funcionamiento de sus jugadores, sino dispar, heterogéneo, propio de un combinado en fase de rodaje y que cuenta con hombres de culturas deportivas muy distintas y con biografías deportivas de todo tipo, unas incipientes y otras casi acabadas. Flojearon los flancos, los dos, el derecho y el izquierdo. Álamo inició muchas cosas con muy buenos propósitos; pero mató la mayoría en una extraña confusión propia. Por la izquierda, anduvo el juvenil Nieto. Éste tuvo bastante con debutar, con pisar la Romareda y sostenerse hasta donde le permitió una más que comprensible tensión.


Cuando el primer periodo se enfilaba hacia el descanso, un centro de Javi Álamo encontró la cabeza de Borja Bastón, quien estalló de alegría al marcar su primer gol como zaragocista. En este tipo de lances, Bastón resulta un evidente peligro. Se adelantó a Oliva y superó a Nauzet Pérez, que nunca supo por dónde iba a ir su remate, si al palo corto o al largo, empujado por un testarazo franco por donde mandaba el natural o con un toque peinado y situado fuera de alcance. Ese gol llevó al Real Zaragoza en ventaja al tiempo de reposo entre acto y acto. Víctor vio allí la luz. Su equipo únicamente tenía que administrar la ventaja, sobre todo en atención a que el Sabadell había perdido a Yeray en sus minutos negros del encuentro.


No se sabe dónde cayeron las palabras que pronunció el entrenador aragonés en la caseta, si fueron recibidas por su audiencia o se perdieron por los rincones del vestuario. El caso es que el Real Zaragoza que se vio en la segunda mitad no desarrolló su planteamiento teórico. Ni tomó el balón en sus pies ni, por supuesto, el mando de las operaciones. Frente a diez jugadores del Sabadell, se vio superado con creces y quedó a merced de un contrincante sereno y que en todo momento entendió que tenía algo que decir.


Por momentos, el Real Zaragoza acabó con la paciencia de su afición. Desde la grada comenzaron a caer silbidos, en protesta por lo que se estaba viendo y como señal de que se exigía algo más que una blanda defensa. Mario y Vallejo sacaron todo lo que pudieron, e incluso más. La joven promesa zaragocista dio aspecto de ser un muro.


Sólo el descaro ofensivo del Sabadell permitió que el conjunto aragonés se estirara allá que allá, en contragolpes que, por lo general, llevó bien Diego Suárez. Uno de ellos lo concluyó Borja Bastón en boca de portería, balón al que respondió Nauzet Pérez con una meritoria intervención. En ese exacto episodio pudo sellar el Real Zaragoza su primera victoria. Pero no fue así. El partido siguió abierto, con el Sabadell porfiando por sacar algo en limpio y con el bloque aragonés consumiendo minutos como fuera.


El reloj no le permitió llegar indemne hasta el pitido final. A falta de dos minutos para la conclusión, Juanto encontró aquello que durante tanto tiempo había estado buscando: un balón que llevar a la portería de Whalley. Después de que sus compañeros tocaran el esférico por arriba varias veces, a la salida del último saque de esquina, únicamente tuvo que embocar, en un toque corto, sin oposición. Sobre la Romareda se extendió la decepción. La primera victoria aragonesa se hace esperar.