Opinión

La noche del Real Zaragoza

 Partido vibrante, intenso, emotivo y genial. El Real Zaragoza ha disfrutado del fútbol para imponerse con una enorme autoridad a un Deportivo de La Coruña al que se le descarriló el partido en la segunda parte. El conjunto de José Luis Oltra se aprovechó de los regalos blanquillos en el despegue del duelo para acumular un solvente 0-2. Pero los de Jiménez supieron sobreponerse al varapalo para ir sumando goles que valen su peso en oro: los de Apoño, Álvaro, Montañés y la guinda de los dos tantos de Postiga.


El Real Zaragoza ha salido singularmente fortalecido de un duelo muy complicado, en el que apeló a sus convicciones –las que le ha insuflado Manolo Jiménez- para creer que podía ganar contracorriente. Se refugió en su fútbol, en su estilo, en sus formas –y en su estadio, una Romareda admirable- para noquear a un Deportivo que se marcha mucho más desconcertado de cómo llegó a Zaragoza. Enorme desorientación.


Entregó el equipo de Manolo Jiménez, como casi siempre, una ventaja inmerecida a su rival. Aún así, tras recortar distancias antes del descanso –aprovechando también el cambio estratégico de la entrada de Aranda-, le dio la vuelta al partido en una segunda parte para enmarcar. Tal vez incluso, el zaragocismo agradeció la ventaja otorgada en los primeros minutos, que realzan la goleada blanquilla.


Hoy el Real Zaragoza descansa mucho más tranquilo en la clasificación. Y, sobre todo, sale fortalecido en su estado anímico. Ganar por obligación pero, sobre todo, ganar por devoción. Por querer ganar, por saber que se puede ganar, por estar convencido de que, a pesar de todas las dificultades, se puede salir adelante. Es la noche del Real Zaragoza.