crónica del Real Zaragoza-Espanyol

Víctor Fernández tiene tajo: el Real Zaragoza pierde contra el Espanyol (0-1)

El Zaragoza sigue sin ganar y sin marcar. El estreno de Víctor trajo otras intenciones, pero el equipo siguió exhibiendo pobreza ofensiva y problemas de construcción. Un gol de Puado fue definitivo.

Un momento del partido entre el Real Zaragoza y el Espanyol en La Romareda
Un momento del partido entre el Real Zaragoza y el Espanyol en La Romareda
José Miguel Marco

Ni se abrieron las aguas del mar Muerto, ni se convirtió el agua en vino: Víctor Fernández, en su regreso a una Romareda metida en su bolsillo, descubrió la realidad de las cosas, del fútbol y de la categoría, y se enfrentó así al abismo que hay ahora debajo del Real Zaragoza. Su derrota contra el Espanyol, un adversario superior en todos los órdenes, sigue profundizando su crisis: ni gana ni marca goles. Los problemas siguen muy vivos. El impacto de Víctor se apreció en la energía y mentalidad del colectivo. Más allá de eso, solo cambiaron las intenciones, más briosas y desacomplejadas. Pero al equipo, mejor en el segundo acto más por ímpetu que por fútbol, le siguió costando carburar a nivel ofensivo e imponerse en las zonas de finalización. Tiene tajo por delante Víctor para levantar al enfermo. Podría decirse que solo ha tenido cinco días para ello, pero menos ha tenido aún Manolo González, también de estreno. Y el Espanyol sí exhibió cambios notables, dominando las diferentes situaciones y momentos del partido: supo cuándo tocar, cuándo correr, cuándo defenderse arriba, cuándo pertrecharse atrás… El arreón del Zaragoza en la segunda mitad les puso en más tensión, pero sin padecer grandes apuros.

Víctor cambió a defensa de cuatro, armando un 4-2-3-1 de estructura clásica, al que se alistó Bakis, aún lejos de sus mejores piernas. La nota más destacada fue la posición de Mouriño. Víctor había proclamado su intención de no sacar a ningún futbolista de sus espacios naturales, pero eligió, como excepción, al uruguayo en el lateral derecho, con el objetivo de incrementar la musculatura de la posición, el empaque y la solidez. También para compensar a Valera. Sin embargo, fue el día equivocado para la maniobra, tal y como desvelaron los acontecimientos. El equipo, por otro lado, tuvo más oferta delante del balón. Valera mejoró, en este sentido. No tanto un Maikel Mesa demasiado retórico y comodón. Pero el conjunto aragonés tuvo más opciones de pase. Otra cosa es que el juego lograra trenzar y progresar.

El Zaragoza pasó la primera mitad metido en un laberinto, empachado de balón, de posesión y de discurso. Dominó la pelota, pero no el juego. Ahí, el Espanyol demostró tener más controlados y mejor concebidos los secretos de la tarde. Al choque rápidamente se le vio dónde iba a desarrollar su nudo: la banda derecha del Zaragoza. El naufragio de Mouriño como lateral en ese lado fue imponente y letal. Puado lo fijaba por dentro, lo ponía a medio camino de todo y de nada, y el Espanyol lanzaba toda su furia sobre el agujero abierto en ese flanco, donde no tardó en detectar la debilidad del entramado diseñado por Víctor Fernández. Dos acciones avisaron de los nubarrones que se venían a raíz de ese desajuste, con el Espanyol generando muy fácil situaciones de centro desde su banda izquierda.

Álvaro Aguado no acertó a empalmar un balón caído en el área de Badía y Braithwaite disparó alto otra pelota suministrada desde el espacio donde el Zaragoza se había desnudado. Y así, a la siguiente, el Espanyol le hizo el traje al equipo de Víctor. El Hilali se infiltró en un espacio intermedio, vio a Braithwaite, descargó a la derecha y ahí apareció una autopista para Oliván, cuyo centro, puesto con purpurina, lo cazó Javi Puado, experto en desembalar ese tipo de regalos. El genial jugador no lo celebró. La electricidad que había desatado la presencia de Víctor en los interruptores de la grada de La Romareda en los primeros minutos se apagó de golpe.

Al Zaragoza se le retorció así la trama al poco de empezar. El Espanyol, con su dibujo elástico, le interpretaba en todo momento y lo anulaba. El Zaragoza se exponía y se desorganizaba en la presión a todo campo, y por ahí su línea defensiva sufría contra las oleadas rivales, con mucho cara a cara.

Apenas la mezcla de Toni Moya y Francho aportó cosas interesantes en un equipo que, conforme pasaban los minutos, era el mismo tratado de impotencia de casi siempre, sin apenas juego en el último tercio, sin apenas alcanzar el área y sin apenas producir algún latido de peligro. Un equipo inofensivo, bien sujeto por un Espanyol con más recursos individuales, pero también tácticos. Un remate forzado en un saque de falta lateral de Jair fue el escaso contenido del Zaragoza en el área rival, una zona donde no hubo rastro de un Bakis de fútbol lento, enflaquecido y pálido. Otro balón parado de Moya que se tragó Joan García puso alguna gota de picante, pero el Espanyol estaba cómodo con su propuesta flexible y bien asimilada. Aunque se organizaba en defensa en 4-5-1, atacaba con un 3–5-2 vertiginoso, dinámico, inteligente y preciso, con movimientos verticales y entre líneas de Álvaro Aguado y Keidi Bare, más la astucia de Puado, y la velocidad y influencia total de Braithwaite. Aguado y Bare, sin duda, olfatearon mejor que nadie las fragilidades del Zaragoza a la espalda de su línea de balón. Los visitantes habían perdido a Rubén Sánchez, su espoleta derecha, relevado por lesión por Jofre.

El plan de Víctor

El Zaragoza, cuando podía hilar algún pase, siempre acababa forzado a jugar de espaldas, al pase atrás. Nada nuevo. Ante un rival así plantado, con mucha gente acumulada en los pasillos interiores, al plan de Víctor le faltaba amplitud, más juego exterior. En la derecha, con Mouriño, la cosa era complicada. Ya en el tramo final de la primera parte, el Espanyol, en una contra, pudo marcar el segundo, pero Puado no estuvo fino.

Del descanso, salió un alivio: Braithwaite, con problemas físicos, no saltó a bordo del Espanyol. Le relevó Pere Milla, quien, nada más empezar el segundo acto, salvó en la línea, cuando la pelota ya tenía grabada casi la marca de las redes, un cabezazo de Francés. El Zaragoza salió más suelto, más ligero y más fluido. Empezó a asentarse en campo rival con pasión. Bakis estuvo a punto de marcar su primer gol del año a lo grande, con una media chilena servida por Francho. Fue una pena, porque el remate fue de alta cocina. El equipo de Víctor comenzó a reconocerse mejor, y fue expandiéndose, mejorando su juego y sus amenazas. No terminaba de concretarse mucho, pero el pulso era otro, se intuían cosas nuevas. Ayudó la posición más alta y abierta de Mouriño, lo que activó a Valera en la derecha. Y también los menores miedos de Lecoeuche para elevar su vuelo. Además, se ajustó la posición de Mesa para defender la anchura del equipo. 

Víctor movió ficha. Sacó a Azón por Bakis, y quitó a Mollejo para meter en el extremo izquierdo a Adrián Liso, debutando así con 18 años en el primer equipo. Toni Moya tuvo una falta para buscar el empate, pero su tiro lo blocó bien Joan García. Salieron al campo en el Espanyol el central Sergi Gómez y el talentoso Nico Melamed, justo antes de que Liso mandara alto un balón suelto. El Espanyol dio un paso atrás para proteger su área. El partido tenía poco poso, se jugaba rápido, con frenesí, con el Zaragoza a tope de revoluciones, pero también un Espanyol ligero, bien adaptado a la verticalidad y la alta velocidad.

De las botas de Liso salió un centro algodonado que Francés remató en plancha. La pelota se fue fuera por un pelo. Francés, un día más, no fue solo el mejor defensor, también el mejor atacante. El Zaragoza lo intentaba, más por nervio que por ideas, pero el partido comenzó a pararse, embarrarse y desconectarse. El Espanyol no concedió y el equipo de Víctor no terminó de hallarle la cerradura al empate. Puso muchas ganas y corazón, pero poco acierto y serenidad. 

FICHA TÉCNICA

Real Zaragoza: Edgar Badía; Mouriño, Francés, Jair Amador, Lecoeuche (Gámez, 90); Moya, Francho (Marc Aguado, 85); Valera (Manu Vallejo, 85), Maikel Mesa, Mollejo (Liso, 64); y Sinan Bakis (Azón, 64).

Espanyol: Joan García; Rubén Sánchez (Jofre, 26), El Hilali, Víctor Ruiz (Sergi Gómez, 70), Cabrera, Brian Oliván (Óscar Gil, 78); Gragera, Keidi Bare, Álvaro Aguado (Nico Melamed, 70); Puado y Braithwaite (Pere Milla, 46).

Goles: 0-1, min. 7: Javi Puado

Árbitro: Arcediano Monescillo (Comité de Castilla y La Mancha). Mostró amarillas a Oliván (31), Víctor Ruiz (36), Joan García (57), El Hilali (69) y Alejandro Francés (al final del partido)

Incidencias: Partido de la jornada 32 jornada de liga en Segunda División jugado en el estadio de La Romareda. Hubo 30.000 espectadores en una tarde agradable y césped en buen estado. Se homenajeó a los campeones de la Copa del Rey de 2004 contra el Real Madrid en Montjuic. 

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