Por los 2.115
La cifra que encabeza esta columna no es el resultado del Gordo de Navidad, ni tampoco coincide con el año para el que Nostradamus predijo el fin del mundo. 2.115 es el número de aficionados que estos días han sacado una entrada para ir a Villarreal a animar al Real Zaragoza en su partido contra un equipo filial. Seguramente, todos o casi todos estuvieron el pasado fin de semana en La Romareda, viendo en directo uno de los encuentros más vergonzantes de los últimos años, aunque la competencia sería alta si hiciéramos una clasificación rigurosa. La derrota frente al Cartagena, rival de la zona baja que estuvo más de medio partido con uno menos, fue para acabar con la moral de cualquiera.
Pero en Zaragoza hay 2.115 aficionados que, en la undécima temporada consecutiva en Segunda División, van a coger un coche o un autobús para echar el día en Villarreal y animar a su equipo. Aunque solo fuera por ellos, el Real Zaragoza no debería encontrar excusas este sábado. Este equipo le debe mucho a esta afición. Los socios –esta temporada hay récord de abonados, recuerden...– y los seguidores del club han demostrado que se merecen un año bonito, que al menos tienen el derecho a ilusionarse.
Los 2.115 deben volver a casa orgullosos de lo que han visto, tienen que reconocerse en los jugadores que salten al césped, necesitan disfrutar de una buena tarde para saber que todo esto tiene algún sentido.
El equipo de Julio Velázquez debe frenar ya su mala dinámica. Las dos últimas derrotas han escocido por lo que han supuesto –se han dejado pasar dos oportunidades excelentes de meterse bien arriba– y por cómo han llegado –especialmente la del pasado fin de semana ante el Cartagena–. Han sido la confirmación de algo que ya se intuía, aunque los resultados lo pusieran en cuartentena: que el entrenador castellano no acaba de darle un nuevo rumbo a la marcha del equipo. Villarreal es una nueva ocasión para demostrar que sí, se puede. Aunque solo sea por los 2.115.
