fútbol

La sangría que no cesa en la cantera del Real Zaragoza

Jano Monserrate, la última fuga de la fértil cantera aragonesa

Jano Monserrate, con la camiseta de su nuevo club en las instalaciones del Atlético de Madrid.
Jano Monserrate, con la camiseta de su nuevo club en las instalaciones del Atlético de Madrid.
Atlético Madrid

Duele en lo más profundo del Real Zaragoza la baja de Jano Monserrate, uno de las más firmes promesas de la Ciudad Deportiva. Duele en el Juvenil A de Garcés, en el Aragón de Larraz, en la dirección de la cantera de Ramón Lozano. Duele ver entrar a un chaval en edad alevín y observar cómo se marcha cuando lo has formado y has apostado por él. Qué mejor ejemplo que la extraordinaria progresión, sobre todo física, experimentada en el último año, con la gran labor del preparador físico Gregorio Entrena. Ese crecimiento súbito, espectacular en el juvenil de Javier Garcés, incluso ya le había abierto las puertas del filial. Monserrate era proyecto de club, se apostaba por él; pero la apuesta del Atlético de Madrid fue más y mejor valorada por el futbolista y su entorno. Lo peor es que Monserrate no constituye un hecho aislado. Sí es una de las fugas más relevantes, pues había destacado en el juvenil y contaba en un plazo corto para el filial; pero no representa el único adiós de una cantera zaragocista situada en el punto de mira de los clubes grandes.

La cantera del equipo representativo de la cuarta ciudad de España siempre es una caramelo para los grandes clubes de Primera. Mucho más si el club se encuentra censado en Segunda División desde hace más de diez años, con la merma económica que este hecho supone. Los reiterados éxitos del primer equipo juvenil, escaparate de toda cantera, ubicaron en un lugar preferente a las joyas de la base zaragocista: producto de lujo en posesión de una entidad limitada económicamente. Con estas premisas, las fugas eran (y son) previsibles. Así, antes y después de que los juveniles se proclamaran campeones de España, se marcharon Manu Morlanes (Villarreal), Héctor Otín (Juventus), Sergio Buenacasa (Barcelona) y Paolo Fernandes (City). Y después, Álex Millán (Villarreal), Antonio Sola, Álvaro Sanz, Jorge Alastuey, Sidney So Delgado y Juan Hernández (Barcelona); Darío Ramos, Marc Cucalón, Manero e Iker Gil (Real Madrid); Mateo Mejía (Manchester United)… La sangría alcanzó tales dimensiones que hace ahora tres temporadas el primer equipo juvenil, entrenado por Javier Garcés, había perdido a todo un once titular, de portero a extremo izquierda. Pese a todo, volvió a pugnar por el título de liga en la División de Honor Juvenil.

Las últimas huidas acaecieron al final del pasado curso. Unos anunciaron su marcha. Otros, ni se despidieron o callaron su adiós hasta el final. Hasta siete perlas perdió el joyero de la Ciudad Deportiva en junio pasado: el cadete Marcos Val; los infantiles Guillermo López, Iván Blas y Samuel Tena; y los alevines Erik Peralta, Daniel Manzano y Pablo Macía.

El jugador de mayor edad en abandonar la Ciudad Deportiva fue el cadete Marcos Val (generación del 2008), que fichó por el Betis, club que cuenta con estructura técnica en Aragón. Marcos Val llegó a la Ciudad Deportiva desde el Santo Domingo Juventud. La generación del 2009 perdió a Guillermo López, firmado por el Real Madrid. Apenas jugó unos meses en el Real Zaragoza Guillermo López, un ariete consumado que llegó a la Ciudad Deportiva desde la cantera del Montecarlo. En la siguiente generación, la de 2010, se marcharon al Valencia el delantero Iván Blas (cantera del Ebro) y el defensa Samuel Tena (cantera del Montecarlo).

Los talentos alevines también fueron capturados por los grandes. Así, de la generación del 2011 han emigrado al Villarreal el delantero Erik Peralta (cantera del Stadium Casablanca), y al Real Madrid el defensa Daniel Manzano (cantera del Valdefierro). Paradójicamente, el futbolista de más corta edad en irse en junio pasado quizá signifique la pérdida más sensible: el delantero de la generación del 2012 Pablo Macía, firmado por el Real Madrid. Y la sangría no cesa... como bien evidencia Jano Monserrate.

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