REAL ZARAGOZA

Francho: "En las primeras cinco semanas creo que se creó un aura un poco errónea"

El centrocampista aragonés del Real Zaragoza analiza con detalle y hondura el presente del equipo camino del final de la primera vuelta de la liga. 

Francho Serrano, este martes en el inicio del entrenamiento en la Ciudad Deportiva.
Francho Serrano, este martes en el inicio del entrenamiento en la Ciudad Deportiva.
Francisco Jiménez

¡Vaya alivio la victoria del sábado frente al Leganés!

Tremendo. Venimos de una racha malísima que había afectado al equipo en el día a día. Cuando tienes tantos momentos negativos de forma seguida es muy complicado que uno tenga el ánimo bien. Da igual que lo mires como trabajador, como jugador en este caso, que como persona. Lo hemos pasado muy mal. Este buen partido en La Romareda, con nuestra gente, es algo que necesitábamos todos ya mismo. Y se dio. 

¿Qué es lo que ha pasado esta vez para que el Real Zaragoza 23-24 se haya caído durante dos meses y medio con tanto estrépito, como en años anteriores?

Ni en los cinco primeros partidos que vencimos consecutivamente merecimos ganarlo todo ni en todos los de después hemos merecido perder o empatar prácticamente todos. Es mi opinión, comentada y compartida por muchos compañeros del vestuario. Pero el fútbol no entiende de merecimientos y sí de dinámicas. Sí digo que, cuando tú juegas bien, el partido suele ir bien. 

Y el Real Zaragoza, aun en aquel inicio impecable, no jugaba bien. 

No. El destino, esa pizca de suerte que cada partido tiene, al principio nos acompañó muchísimo. Es la verdad. Y, a partir de la jornada 6, empezó a no jugar a nuestro favor. Al contrario. De repente, empezaron a surgir errores graves que nos penalizaron la mayor parte de los días. Y, mentalmente, nos repercutió lo que vivimos tan en positivo en las primeras cinco semanas. 

Lo del 'moverse, maños, moverse' y aquella sensación de que este sí era el año del ascenso. 

Creo que se creó un aura un poco errónea. Todos sabemos cómo es de complicada e igualada que es la Segunda División. Tiene estas cosas. Aquello pudo ser contraproducente. 

Qué paradoja, este razonamiento.

Nos empezó a pasar de continuo el efecto que vimos el sábado pasado aquí con el líder, el Leganés. Vino confiado, por su marcha enormemente positiva en lo que va de liga. Y el que supuestamente era el equipo inferior, o sea, nosotros, jugó su partido y se llevó la victoria y los puntos. Hemos de saber en todo momento dónde estamos jugando. Y en aquellas primeras semanas no se midieron bien las cosas. 

En términos de fútbol, el equipo ha sido en estos primeros cuatro meses demasiado plano. Más allá de razones anímicas, esto es lo más serio. 

Insisto en que la Segunda División da lo que da en cuanto a fútbol. Hay que estar muy acertado en detalles primordiales y nosotros dejamos de estarlo tras los cinco primeros partidos. Por ejemplo, este sábado pasado ante el Leganés recuperamos uno de los claves: la portería propia a cero. Llevábamos demasiado tiempo concediendo demasiado atrás, muy endebles en labores defensivas, con falta de contundencia. El brazo al que nos tenemos que agarrar para salir de donde estamos y coger aire es este, no cometer los graves fallos propios que tantos goles han supuesto a favor de los rivales. 

No es lo mismo perder un partido porque el rival ha sido mejor que porque se lo has regalado tú. Si pasa lo segundo varias veces, los síntomas son letales. 

Han sucedido detalles en estos últimos dos meses que al equipo le han hecho mucho daño. El partido más claro es el de Gijón. Jugamos bien, ellos no habían perdido nunca en casa aún, íbamos a ganarles con el 0-2 a falta de seis minutos... y en la última jugada se te escapa el partido del modo en el que sucedió (no nombra la pifia gruesa e histórica del portero Poussin). Luego se repitió este tipo de mazazos, con otros matices, en Burgos, contra el Eibar, con el Mirandés... 

Una espiral de sensaciones tóxicas en las mentes de los futbolistas.

Es que es así, somos personas. La cabeza, cuando no dejas de vivir situaciones parecidas, perjudiciales una y otra vez, una tras otra... no digo que entre el miedo, pero sí que surge la sensación de que el equipo se va a caer de nuevo... y se cae. 

El ejemplo más claro de lo que dice es que, en esa desorientación mental, los agarró un 5ª división como el Atzeneta y los echó de la Copa.

Así es. Es una realidad. Llega un momento en que no puedes con nadie. Aquello de la Copa era algo tremendamente improbable que pasara, pero sucedió. El estado mental del equipo hacía tiempo que estaba deteriorado, fuera del límite. Por eso, la mejor medicina que hemos recibido en los últimos tres meses ha sido el triunfo del pasado fin de semana frente al Leganés, el líder. Ahora sentimos que podemos volver a hacer bien las cosas. En el fútbol, de estas crisis solo se puede salir con victorias. Y hay que empezar siempre, lo antes posible, por la primera. 

Siendo aún veinteañeros, Francés, Azón y usted son ya veteranos en estas lides de vivir y superar situaciones críticas. ¿Han pensado en las últimas semanas que se podía ir a un episodio semejante a los del trienio pasado?

Es evidente que ha habido momentos en los que se ha hablado de que no levantábamos cabeza. Las cosas no han salido bien durante infinidad de partidos. Nos estábamos yendo cuesta abajo, sin frenos. Ha habido días en los que todo tenía parecida pinta a las malas rachas de los años precedentes. Es lo cierto. 

Menos mal, pues, que ante el Leganés lograron parar en seco esta tendencia. 

Era un día límite. Haber seguido engordando los malos resultados hubiera sido horrible. La experiencia que hemos acumulado Francés, Azón y yo, junto a otros compañeros como Jair, que también lleva aquí unos años, nos sugería que este equipo no está tan mal como el de temporadas pasadas. Sobre todo por el colchón de los 15 puntos que logramos seguidos al principio. Hablábamos de cambiar lo más rápidamente posible la dinámica con una victoria, como fuera. Cada vez teníamos menos aire, menos tiempo para conseguirlo. 

Llegaron al duelo con el Leganés, por lo tanto, muy auto presionados. 

Es que la realidad no es más que una. Y la nuestra es la que se ha originado por lo sucedido en tantos y tantos partidos sin saber ganar. Confío en que la victoria última sirva de punto de partida para dejar atrás estos malos pasos. Debe de darnos confianza, seguridad. Nos hacían falta las dos cosas. 

Sobre todo, lo más serio han sido las seis jornadas seguidas decepcionando a la afición en La Romareda. El año tendía a que el estadio fuera una caldera favorable, un escenario de satisfacciones. 

El aforo está al máximo de su capacidad, el zaragocismo es algo extraordinario y este año es muy especial por la comunión generada durante el pasado verano. Sabemos desde agosto que, en casa, debemos hacer los máximos puntos posibles, ganar, hacer disfrutar a la afición. Que también está siempre cuando hay que viajar, en los campos de fuera. Salir al césped es algo inigualable. Su apoyo no tiene comparación con el de otros lugares. Y los hemos estado defraudando demasiadas veces. Solo debemos pedirles disculpas por ello. Entiendo que estén descontentos. Es lo normal. Nuestro rendimiento no ha sido el óptimo. 

Qué sinceridad tan necesaria la suya, viniendo de ser increpado incluso a la salida del vestuario el día del Huesca. 

Es que esto es así. Cuando no das los resultados que creo que son totalmente exigibles y razonables para el nivel de esta plantilla, hay que entender la postura de muchos aficionados. Y yo la entiendo. Insisto en pedirles perdón y, a la vez, darles las gracias porque siempre están ahí. Después de 11 temporadas en Segunda, de muchos años malos, lo del zaragocismo es algo muy grande, inmejorable, impensable en cualquier otro lugar de España. No podemos pedir absolutamente nada más a nuestra gente. Siempre están ahí, no fallan. 

¿Y los jugadores que vienen cada año de fuera, cómo digieren esta presión singular de La Romareda? ¿No será contraproducente en vez de favorecedora?

Mi experiencia ya de cuatro temporadas me dice que, más que la sobrepresión que puedan sentir por jugar en un estadio grande y lleno de exigencias, es la situación general y clasificatoria que se vive en Zaragoza en los últimos años. Las temporadas en las que mejor han jugado los fichajes que han venido de fuera han sido las que se ha estado arriba en la tabla y se ha peleado por algo bonito. Cuando se cae a la zona peligrosa o en rachas como las que hemos vivido tantas veces en los últimos años, el equipo se cae mentalmente de la mano del fútbol. 

Jugar en el Real Zaragoza y en un estadio como La Romareda es diferencial, nada que ver con el balneario que es ser local en otros clubes de esta misma división.

Creo que es algo que no se puede discutir. Es así. Esos jugadores que, a lo mejor, vienen aquí a dar un paso adelante en sus carreras o a aportar sus buenas cualidades acreditadas en otros sitios, si la situación del equipo es difícil, se encuentran con dificultades para poder dar lo máximo. Por ejemplo, para un delantero, ha de ser muy duro pasar semanas, meses, sin marcar un gol. Y ha pasado varias veces últimamente. O, para un portero, cometer varios errores decisivos. Otros, por nuestra posición en el campo, estamos más tapados en nuestros fallos. 

Insisto, esa es la idiosincrasia del Real Zaragoza. Aquí no puede jugar cualquiera, guste o no guste desde ojos ajenos. 

De lo que no cabe duda es que aquí la exigencia es máxima. Somos el Real Zaragoza y llevamos un escudo histórico. La masa de gente, la atención mediática y la repercusión que tiene este club en miles y miles de seguidores en Aragón y en toda España es indiscutible. Hay gente que nunca ha vivido esto y, quizá, cuando llega aquí, se le hace complicado. Si le sumas que la situación se tuerce en la clasificación y los resultados, los hay que tienen difícil salir del hoyo. Toda la gente que haya tenido malas rachas y presión en fases de su vida lo sabrá, conocerá este sentimiento. Somos personas antes que futbolistas. 

Es año de cambio de entrenador. Esta experiencia también la conoce ya de sobras. Se fue Escribá y ha llegado Julio Velázquez. ¿Cuáles son sus primeras impresiones?

Es un entrenador, sobre todo, una persona de carácter y ambición. Nos lo traslada a diario. Tácticamente estamos trabajando muchísimo, con apoyo del vídeo y con una rápida transferencia de lo aprendido al campo. Ya tenemos ahora un ejemplo a seguir: el partido con triunfo ante el líder, el Leganés. Quiere que seamos un equipo con energía, con pasión constante. 

¿Tiene solución esta temporada?¿Aún se está a tiempo de reengancharse a medio plazo a la zona alta?

Hubo fases en estas 18 jornadas en las que se vio que hay capacidad en esta plantilla para ganar partidos. Se trata de recuperar aquello. Al principio de todo, en agosto, si nos preguntaban qué necesitábamos para optar al ascenso, decíamos que lo teníamos todo. Ahora, hay que tener los pies en el suelo. La racha ha sido muy mala. Estamos en tierra de nadie. Pero queda mucho. Poco a poco, si volvemos a ganar como costumbre, nos iremos dando cuenta de que se puede. 

Estuvo dos meses lesionado, justo en la eclosión de la crisis. Su ausencia lo revalorizó: todos se acordaban de usted. 

No me gusta hablar de mí. Lo pasé mal tanto tiempo fuera del equipo. He recibido en este tiempo mensajes de mucha estima, dentro y fuera del vestuario. En bofetadas así del destino descubres que quizá te has hecho con un estatus y un poso en el equipo que antes no tenías. Estoy muy agradecido a mis compañeros, al club, a la afición. Francés, Azón y yo llevamos más de 100 partidos en el equipo y ya no somos los canteranos, hay como otro salto en la veteranía, es un rol diferente. Espero que eso se note en el futuro para bien. Estoy muy feliz de ver esta evolución. 

¿Por qué no es uno de los cinco capitanes?

Eso son decisiones que se tomaron en su momento. Entiendo que no se me quiera meter más presión a la que ya tengo con mi corta edad. Ser capitán del Real Zaragoza es un papel que aporta mucha presión. Yo trabajo igual y ser capitán un día es uno de mis sueños, siempre lo he dicho. Algún día llegará, más pronto que tarde. 

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