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La Romareda dictará sentencia sobre el futuro de Escribá

El técnico del Real Zaragoza se juega el puesto este sábado. Caer en casa ante el Huesca generaría un clima insostenible. El club respalda al técnico en las horas previas, a la espera de que un buen resultado lo cambie todo

La plantilla del Real Zaragoza, reunida antes de que diera comienzo el entrenamiento de ayer en la Ciudad Deportiva.
La plantilla del Real Zaragoza, reunida antes de que diera comienzo el entrenamiento de ayer en la Ciudad Deportiva.
Toni Galán

El derbi aragonés es el juicio final para Fran Escribá. El técnico se sentará este sábado (18.30) en el banquillo sabiendo que se juega el puesto. Una derrota sería definitiva. Más que por la voluntad interna del club, que le sigue trasladando su respaldo, por el difícil encaje que un nuevo varapalo tendría entre los aficionados.

No es cuestión de imaginar una Romareda a la contra de inicio. Teniendo en cuenta el tipo de partido que es, nadie duda que el zaragocismo responderá llenando el campo y arropando a los suyos. Otra cosa es el escepticismo con el que, tras la derrota en Elche y el desastre copero, se examine el juego del equipo.

Tendrán que ser los jugadores los que den, para luego recibir. Tendrán que ser ellos los que más animen, y no al revés, para devolver la ilusionar a una grada desencantada con el espectáculo que viene presenciando. No tanto en el último compromiso en el municipal, cuando es cierto que se hizo todo para ganar, como en el periplo por tierras levantinas.

El mini ‘stage’ que –kilómetros por carretera aparte- se había ideado para recuperar el vestuario, acabó teniendo el efecto opuesto: lejos de obtener una victoria anímica de cara al duelo ante el Huesca, el Real Zaragoza fue eliminado de la Copa del Rey con un ridículo que ya forma parte de las páginas más oscuras de la entidad.

A pesar de que Escribá adelantó en la comparecencia posterior al choque ante el Atzeneta que sabía de buena tinta que no iba a ser destituido de manera inminente, la amenaza del despedido sobrevoló la Ciudad Deportiva zaragocista durante el miércoles.

Fundamentalmente, a lo largo de una intensa mañana en la que, todavía con la tensión de lo vivido en el estadio El Clariano de Onteniente muy reciente, hubo numerosas reuniones entre los directivos del club en las que se valoraron distintas alternativas.

La decisión

Finalmente, se apostó por la más cautelosa y, a su vez, arriesgada. Cautelosa porque se le da una última oportunidad al valenciano, dilatando el análisis de que este mismo entrenador mantuvo líder al equipo hasta la séptima jornada, y arriesgada por el impacto que puede tener en el derbi y también hacia el futuro.

Escribá está sentenciado por parte de la afición, por un sector que no comprende que se sostenga después de todo, y ese clima puede resultar muy peligroso. Sobre todo, si el Huesca se pone pronto por delante en el marcador y el equipo no reacciona.

Si, por el contrario, el Real Zaragoza vence, habrá que ver hasta qué punto persuade a los más incrédulos. Habrá que comprobar si ganar al rival regional sirve para cerrar la herida y mirar hacia adelante o termina siendo algo circunstancial, sin recorrido.

La Romareda todavía no ha estallado contra Escribá. Los únicos cánticos reclamando su dimisión se escucharon en el Martínez Valero de Elche, mientras que el pasado martes, en la Copa, los zaragocistas desplazados a Onteniente quedaron tan avergonzados que ni se arrancaron en un análisis más profundo de lo presenciado.

Y a estas sensaciones hay que añadir otro dato significativo: el Real Zaragoza no vence en casa desde hace dos meses y medio. Concretamente, desde el 3 de septiembre, cuando, como siempre recuerda el propio Escribá, este mismo cuerpo técnico mantenía al equipo en el liderato de la clasificación.

Entre tanto, una indefendible racha de resultados (un solo triunfo en 12 partidos, con el ridículo ante el Atzeneta incluido) propiciada por el bajón futbolístico, y también emocional, de una plantilla que llega al derbi en el momento más delicado. No solo es cuestión acierto. Es cuestión de reencontrar un modelo claro de juego. Lo sabe Escribá y los más de 30.000 zaragocistas que este sábado dictarán sentencia en La Romareda.

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