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Real Zaragoza-Villarreal B: el rombo se desata

Marc Aguado dio una lección con y sin balón en el eje del dibujo táctico por el que ha apostado Fran Escribá en el centro del campo. Para colmo, la segunda línea aportó los goles de Maikel Mesa y Francho. Hay debate.

Partido entre el Real Zaragoza y el Villarreal B
Francho Serrano pelea un balón.
José Miguel Marco

Cuando la geometría entra en la pizarra, en los dibujos que los equipos plantan sobre el césped aparecen rombos, defensas en línea, hasta cuadrados mágicos hubo hace un tiempo... El centro del campo del Real Zaragoza ha estado sujeto esta pretemporada a diversos diseños. Ha sido uno de los debates del verano. ¿Mantendría Fran Escribá su clásico 4-4-2, con doble pivote? ¿Metería el rombo? Se apostaba por que habría rombo y hubo rombo.

Fue casi una opción obligada. El Real Zaragoza se ha pasado toda la pretemporada sin extremos en su plantel, y menos tras la salida de Puche. Los que tiene ahora o han llegado a última hora (Mollejo y Valera) o han estado casi todo el verano lesionados (Bermejo). Aún tendrá que venir otro más.

De momento, este sábado la puntiaguda figura geométrica se desató en La Romareda. Mostró todas sus fortalezas pero, ojo, también sus debilidades. El esquema es tremendamente exigente en lo físico para sus protagonistas. Les requiere una gran cantidad de metros, tanto hacia delante como hacia atrás. Sus movimientos deben coordinarse a la perfección para no resultar vulnerable. Por momentos al centro del campo le costó hacerse con el partido. Sufrió. En cuanto algún jugador del Villarreal B lograba romper una línea, el esquema temblaba.

Otro problema. Para que el rombo funcione, requiere de dos laterales que percutan con fuerza por la banda. Lo intentaron Nieto y Fran Gámez, aunque sus centros no acabaron de ser buenos –a pesar de que el segundo gol llegó tras un servicio del lateral izquierdo–.

Hasta aquí el ‘debe’ del rombo. En la parte positiva, cuando logra desplegarse result letal. Maikel Mesa, en el vértice superior del trapezoide, hace que todas las alarmas rivales se disparen. Cuando pisa el área, el peligro es seguro. Primero porque resulta casi indetectable. Y después porque cuando le llega el balón tiene una clarividencia tremenda. Donde a otros les entran las prisas y los nervios, él pone una pausa canaria en la que parece que todo fluye despacio. Ya lo demostró en la pretemporada. Este sábado lo ratificó. Logró adelantar al Real Zaragoza cuando más lo necesitaba, tras un comienzo de la segunda parte en la que el rombo parecía empequeñecerse. Su gol lo desató. El de Francho lo elevó. Sin pólvora en la delantera, el centro del campo puso el gol. El del canterano fue el premio a un trabajo incansable. Está fresco, Francho.

Con Toni Moya algo menos brillante, Marc Aguado merece un capítulo aparte. La pregunta que ya se susurraba la temporada pasada, ahora es un clamor: ¿qué hacía este chico jugando al fútbol en el Principado de Andorra? Marc Aguado es el clavo del abanico, el eje desde el que todo se despliega. Con balón ve el fútbol fácil. Mete ritmo con las dos piernas. Manda. Ordena. Pero llama aún más la atención por su rigor táctico. Recupera balones por su esfuerzo, pero sobre todo por su inteligencia. Marc Aguado sabe a dónde van a ir los balones, hacia dónde se van a girar los rivales. Defiende con la cabeza más que con las piernas. Un espectáculo.

¿Seguirá el rombo? Ahora ya hay extremos en la plantilla. Parece difícil que Escribá renuncie a su doble pivote ahora que puede usarlo. Lo que está claro es que, aunque esto suceda, el rombo será una opción.

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