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La jugada del gol ganador del Real Zaragoza en Teruel, el espejo donde mirarse en ataque

Aguado, Gámez, Francho y Azón, con cuatro toques a la primera, dieron forma a un tanto que resume la tesis de Escribá: aperturas a las bandas, centros al área y remates.

Los jugadores del Real Zaragoza celebran el 1-2 logrado ante el Teruel el pasado viernes.
Los jugadores del Real Zaragoza celebran el 1-2 logrado ante el Teruel el pasado viernes.
Javier Escriche

El gol que supuso el 1-2 a favor del Real Zaragoza anteayer viernes en Teruel va a ser, suceda lo que suceda en los siguientes y numerosos amistosos preparatorios, una jugada paradigmática para el resto de la temporada zaragocista. Por bonita, por eficaz, por resolutiva, por decisiva para anotarse un triunfo en los estertores de un partido espeso. Y, sobre todo, por responder de principio a fin a la tesis de juego ofensivo en estático que gusta a Fran Escribá, el entrenador del inicio de este proyecto zaragocista 23-24.

La acción surgió dentro de una fase alborotada del partido, con el Teruel atrincherado a falta de solo 3 minutos para acabar el duelo, en su afán de guardar un meritorio 1-1 ante un rival de superior categoría. Le resultaba complicado al Real Zaragoza armar juego, combinar con cierta agilidad, en un partido plomizo y con demasiado peso en las piernas de los jugadores. En un escenario lleno de estatismo, se dieron las claves que Escribá quiere introducir en la mente de sus futbolistas en la fase ofensiva del juego, dentro de ese apartado llamado ahora por los eruditos ‘automatismos’.

En el minuto 87, con el minutero ya casi agotándose, el medio centro Marc Aguado recogió un balón en tierra de nadie, alejado al centro del campo por los locales. Se dio la vuelta, pues lo controló mirando a su portero, Rebollo. Y observó el desmarque en carrera en la banda derecha de Fran Gámez. De repente, fluyeron dos hechos que apenas se habían dado en toda la tarde. Uno, esa búsqueda del espacio por conquistar de un lateral, el citado Gámez. Y, el otro, que Aguado dibujó un magnífico pase de 40 metros, diagonal, traspasando líneas defensivas del adversario, tanto horizontal como verticalmente.

Mientras Gámez corría en busca de la caída de la pelota al lugar preciso, muy próximo a la línea de la banda lateral, el otro pivote, Francho Serrano, se descolgó en función atacante y penetró por el lateral derecho del área turolense dando apoyo y salida a Gámez. Fue una de las escasas veces en los 90 minutos en los que un pivote zaragocista se echaba tan adelante, ganando superioridad y prevalencia en la zona de los goles para sorpresa del rival.

Gámez llegó muy apurado al contacto con el balón de Aguado, ligeramente fuerte. No tuvo más remedio que golpear de primeras, forzado. Y lo hizo de maravilla, encontrando el hueco que había diseñado en su flotación Francho. El canterano recibió en décimas de segundo el balón y también tuvo que acelerar para que no se perdiera por la línea de fondo. Como se le venía encima uno de los centrales del Teruel, la única opción que le quedó al capitán fue volver a contactar el balón a la primera. Y, entretanto, Iván Azón ya estaba buscando lugar de remate en el segundo palo, en el área chica, pues el centro de Francho a ese sector último del terreno de juego era algo natural, la solución lógica a esa jugada.

Ahí llegó la pelota con precisión, también en un solo toque de Serrano, para que Azón la empujara a placer dentro del marco, a la red. Era el 1-2 ganador. Una flor enmedio de un erial de partido en líneas generales. Pero un ejemplar único, sobresaliente. Un espejo donde mirarse por parte de los futbolistas del Real Zaragoza en lo sucesivo. Poder repetir varias veces en cada partido este tipo de movimientos sería el mejor de los automatismos para el remozado equipo blanquillo.

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