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El Zaragoza guarda la ropa contra el Albacete (1-1)

El equipo aragonés sobrevive a la electricidad de un Albacete mejor después de adelantarse con un cabezazo de Lluís López y empata contra un rival que exigió mucho.

Real Zaragoza-Albacete, en imágenes.
Real Zaragoza-Albacete, en imágenes.
Guillermo Mestre

El Zaragoza se queda como está. Empatado un día más, pero sin mayores daños en la carrocería después de una tarde en el dentista. Nadó y guardó la ropa todo lo que pudo, porque el Albacete casi le saca los colores más de lo que ya se los sacó, y porque el empate de la Ponferradina deja las cosas como estaban con una jornada menos de torturas por jugar. Después de una primera mitad en la que salió vivo de milagro, el Zaragoza se adelantó con un gol de Lluís López de un imponente cabezazo. Pero el Albacete igualó en una desatención de Vada aprovechada por Carlos Isaac. De lateral a lateral, así fue el genuino y distintivo gol manchego.

La cita fue eléctrica por el fútbol de alto voltaje de un Albacete que es un dolor de muelas. Un equipo intenso, esforzado y disciplinado, pero también veloz como un rayo, alegre como un recreo y afilado como una navaja. No dio tregua al Zaragoza, a quien le exhibió un fútbol superior que pone en muy buen lugar a su entrenador Rubén Albés. No hay nada dejado al azar en un equipo que es pura artesanía. El Zaragoza, por su parte, bastante tuvo con tocarse el cuerpo al acabar el partido y comprobar que todos los huesos seguían en su sitio.

Fran Escribá le puso todo el picante al plato cuando alineó de inicio a Gueye. Una oportunidad destinada a que el delantero africano se reivindicara, se reconciliara, no con La Romareda, sino consigo mismo, con el fútbol y los argumentos que lo trajeron a este equipo. Gueye le puso ganas, faltaría menos, tenía ahí el último tren, se esforzó sin la pelota, pero se atragantó con ella. Tampoco el equipo le sirvió situaciones apropiadas a su estilo. La otra novedad en el 4-4-2 de Escribá fue el regreso de Lluís López por Jair, una medida enfocada a darle velocidad a la defensa ante un ataque trepidante y vertiginoso como el del Albacete.

Los manchegos se apostaron en un ofensivo 3-4-3 que llevó por la calle de la amargura los compromisos defensivos del Zaragoza. Insertado Olaetxea entre centrales, con dos carrileros supersónicos, el timón diestro de Riki y dos extremos asimétricos, el fino Fuster en la izquierda y el bólido Juanma en la derecha; el Albacete dejó claro qué tipo de equipo es y por qué está dónde está. El sistema con carrileros y extremos dio una amplitud y una profundidad a su equipo a la que el Zaragoza no le terminó de encontrarle el antídoto, pues Vada y Bermejo no sabían si abrirse o cerrarse, si defender hacia delante o hacia atrás.

Aun con todo, el partido comenzó con la batuta del Zaragoza, que sí le halló el ojo de la cerradura al rival. Juntando pases en el sector derecho, entre Gámez, Francho y Bermejo, el conjunto aragonés comenzó a arañar terreno, atacando el lado más débil del adversario, donde protegían Alcedo, Fuster y Maikel Mesa. El Zaragoza casi siempre sacaba algo por allí, aunque no terminara de concretar con las últimas decisiones, sin confianza ni precisión. Bermejo tuvo un tiro que un defensa mandó a córner y Simeone se sacó un tirazo raso que se fue lamiendo el poste derecho.

El Zaragoza vivía momentos en los que progresaba, conectaba pases y movía con fluidez al rival, casi siempre explotando los costados de los dos pivotes del Albacete: ahí se abrió un espacio por el que generar problemas.

Pero, en cuanto el Albacete ajustó ahí, las persianas se fueron bajando y el partido se inclinó hacia el otro lado. Los manchegos son un equipo que hace muchas cosas y casi todas bien: salen bien jugando gracias a una fase inicial muy cuidada; saben cuándo juntarse y cuándo acelerar; detectan dónde deben hacerse las superioridades; se cierran y se abren según procede; se agrupan en defensa con perfecta armonía; y, sobre todo, atacan como una escuadrilla de cazas enfurecidos. Suman mucha gente al remate y exigen una tensión agónica a los rivales porque tocan muy rápido, muy vertical y con muy mala uva. Así pusieron al Zaragoza contra las cuerdas. Olaetxea marcó el punto de inflexión de la primera mitad con un cabezazo alto, Juanma no alcanzó una pelota de gol por milímetros, Fuster disparó al larguero… Todo en un puñado de minutos que se le hicieron eternos al Zaragoza hasta que Simeone se sacó un remate que Bernabé tocó con las yemas de los dedos cuando iba adentro.

El Zaragoza, en ese contexto, encontró jugadas para correr. Y así le devolvió cierto equilibrio a la contienda. Pero al equipo de Escribá le faltó todo el atrevimiento -y la calidad- que le sobra a un equipo desenfadado, osado y audaz como el Albacete. Tocaba bien, pero ni Alarcón, ni Vada, ni Francho ni nadie miraban con firmeza hacia delante. En el minuto 40, Cristian sacó la mano habitual que salva los muebles ante un remate venenoso de Maikel Mesa, en un balón perdido en un saque de esquina. Porque el Albacete, casi siempre, finaliza sus jugadas, casi siempre, encuentra acciones de remate, así se explica su alta cuota de gol: marcan porque se fabrican opciones muy claras y las resuelven.

Al descanso, el partido llegó con el pulso elevado, después de 45 minutos de intercambio de golpes, un escenario en el que el Zaragoza casi siempre sufre, pero, al menos, esta vez, el primer puñetazo lo pegó él. Fue Lluís López, tras el descanso, con un poderoso remate de cabeza en un saque de esquina puesto por Vada. Pero el gol no nació ahí. Nació en el tesón, la fe y el denuedo de ese chaval para quien no hay imposibles: Giuliano Simeone. Donde no había nada, forzó el córner, con esa tenacidad y esa voluntad tan suyas que encuentran agua cuando todo es desierto. Si quieren descubrir una fuente en Marte, suban a Giuliano a una nave espacial.

Lluís Lopez se elevó majestuoso y remató picado a gol, un tanto que serenó el corazón del equipo y le permitió comenzar a jugar como mejor se desenvuelve, en ventaja. Lo difícil parecía hecho. Pero el Albacete es un dolor. Juega y juega, ataca y ataca. Y lo hace con mucha gente, llegan todos al remate.

En esas, su carrilero derecho, Carlos Isaac, desnudó a Vada y su inexistente retorno defensivo, cazando un balón al segundo palo y reventándolo contra la red con un tiro cruzado. Fue el empate, en una jugada larga y dinámica del Albacete en la que el Zaragoza solo perseguía sombras, como en buena parte de la segunda mitad. Había un ritmo en los manchegos que desarbolaba a un equipo al que se le echó en falta algún alivio desde el banquillo, porque la cosa se vio venir. Escribá esperó mucho, hasta el minuto 70 para meter a Eugeni por Vada, quien casi cuesta otro disgusto, un futbolista con más crédito del que su fútbol le avala, alguien que suma más cuanto menos aparece en el juego del equipo.

El relato del partido entró en una fase de ida y vuelta, con el Albacete exigiendo y apretando, y el Zaragoza tratando de conectar su jugada. Llegaron más cambios. Salieron Puche, Larrazábal y también Grau para la batalla final. Hasta Simeone se fue fuera, relevado por un brioso Pau Sans. Quedaban seis minutos, y el punto no parecía mal botín. Más aún si en el transistor nos decían que la Ponferradina no ganaba en su partido. En ese último tramo, no pasaron grandes sucesos. Al Albacete ya le dolían las piernas y al Zaragoza le faltaban recursos para poder tratar de atacar la victoria. El punto bien valía no jugar más a la ruleta rusa.

Ficha técnica

Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Fran Gámez, Francés, Lluís López, Nieto; Francho, Alarcón (Grau, 84); Sergio Bermejo (Larrazabal, 78), Vada (Eugeni, 71); Gueye (Puche, 78) y Simeone (Pau Sans, 84)

Albacete: Bernabé; Carlos Isaac, Djetei, Glauder (Ros, 61), Alcedo; Riki, Olaetxea; Maikel Mesa (Rodri Alonso, 61), Fuster; Juanma (Dubasin, 61) e Higinio (Bolívar, 85).

Goles: 1-0, min. 54: Lluís López. 1-1, min. 65: Carlos Isaac.

Árbitro: Gálvez Rascón (Comité de Madrid). Mostró tarjeta amarilla a Francés (42), Alcedo (89)

Incidencias: Partido de la jornada 33 del campeonato de Segunda División disputado en La Romareda, con una asistencia de 19.812 espectadores. Tarde muy agradable en Zaragoza, pese al viento, con unos 22 grados y ambiente primaveral. El césped de La Romareda presenta unas buenas condiciones, mejoradas respecto a su estado de hace un mes.

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