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Crecen las preocupaciones de Escribá tras el regreso de Lugo

El Real Zaragoza se entrenó en la tarde de este lunes después de viajar toda la madrugada en autobús desde Galicia, con el reconocimiento de que necesita un reseteo urgente.

Los titulares en Lugo, trabajaron este lunes dentro del gimnasio. Los suplentes, suavemente sobre el césped.
Los titulares en Lugo, trabajaron este lunes dentro del gimnasio. Los suplentes, suavemente sobre el césped.
Guillermo Mestre

La plantilla del Real Zaragoza no tuvo día de descanso ayer lunes. Era lo natural después de haber pasado toda la madrugada de viaje en un interminable viaje de más de ocho horas en autocar, por autovía, desde el corazón de Galicia. Y así habría sido, con seguridad, de haber regresado triunfantes de Lugo. 

Pero al no ser así, Fran Escribá no lo consideró oportuno y dejó el obligado asueto para este martes. Los expedicionarios habían llegado a sus casas a eso de las 7.00 de la mañana, ya amaneciendo. Durmieron a deshora, comieron al levantarse y debieron acudir a la cita de la Ciudad Deportiva a las 16.00 (la sesión preparoria empezó a las 17.00 puntualmente), pues el cuerpo técnico no quería dejar pasar muchas horas sin verse vis a vis con los futbolistas.

La resaca del 0-0 de Lugo fue de las que necesitan una buena dosis de bicarbonato para asumirla. El partido del Anxo Carro resultó indigesto, tanto por su morfología futbolística, como por el resultado final, insuficiente para lo que este errático Zaragoza del presente requería en un día tan señalado. Escribá, que tiene ante sí una semana de mucho trabajo psicológico (otra más, como viene siendo habitual en el último mes y medio) antes de recibir el domingo a las 14.00 al Leganés en La Romareda, trasladó a sus pupilos la delicada situación en la que siguen instalados. Lugo no fue el bálsamo que se soñaba, que se deseaba y que se necesitaba colectivamente.

Los titulares estuvieron por su lado, en el gimnasio desentumeciendo y tonificando la musculatura y aliviando golpes. Los suplentes trabajaron en otro compartimento estanco, sobre la hierba, suavemente. Todos, antes y después, trataron en la caseta los primeros promenores del problema existente, dentro de ese lugar sagrado del que tendrá que salir la solución al laberinto actual. Y tendrá que ser lo antes posible para evitar problemas mayores. Así lo tienen asumido técnicos y futbolistas. Las últimas semanas han desvanecido los subterfugios y ya no caben más elucubraciones ni fantasías. La realidad es la que es.

En esas primeras charlas al regreso a Zaragoza se trató lo paradójico del empate de Lugo. Este punto obtenido en el campo de los gallegos, considerado por todos -también sus propios protagonistas- como insuficiente y feo, supone sin embargo la ampliación del colchón de seguridad con el rival que marca el nivel del descenso a Primera RFEF hace un tiempo, la Ponferradina. Por que los bercianos, justo después del disgusto zaragocista al no ser capaces de ganar tampoco al penúltimo clasificado (ya es el último el Lugo tras la victoria del Ibiza), perdieron 0-3 frente al Cartagena en su campo de El Toralín, a solo 100 kilómetros del Anxo Carro, curiosamente. Y eso permitió que la ventaja que les saca hoy el Real Zaragoza pasase de cinco a seis puntos. Que, realmente, son siete si se tiene en cuenta que los zaragocistas tienen el ‘golaverage’ ganado a los leoneses, pues pese a que hace un mes estos empataron a cero en La Romareda, en la primera vuelta los blanquillos ganaron 1-2 en Ponferrada.

Esta lectura positiva queda minimizada por la devaluación del nivel futbolístico del equipo en el último bimestre y por su acusada incapacidad para marcar goles. Solo se han cantado los dos de Bebé (uno inútil, ante el Alavés) en las últimas siete jornadas. Y solo han sumado seis de los últimos 21 puntos. Estos dos parámetros anuncian dificultades. Y Escribá trata de hallar la fórmula para disolverlos cuanto antes. Ayer retomó su insistente búsqueda.

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