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Real Zaragoza: el desafío de Escribá

Los primeros pasos y mensajes del técnico revelan preocupación por la pobreza ofensiva del equipo.

Escribá, en el Diocesano-Real Zaragoza
Escribá, en el Diocesano-Real Zaragoza
Carla Grawphoto/Lof

La humillante eliminación copera frente al Diocesano condujo la crisis de fútbol del Zaragoza a otra dimensión, acentuando su gravedad y su magnitud. Al diagnóstico de los problemas que se han llevado ya por delante a un entrenador, y que han alejado tanto la zona de ascenso como acercado la de descenso, le quedaban pocas nuevas observaciones que añadir. Las insuficiencias creativas y ofensivas del equipo han constituido en todo momento el eje de la cuestión. Pero quizá faltaba eso, ponerlas al descubierto, de modo grueso y evidente, contra un rival dos categorías inferior.

En Cáceres, el Zaragoza fue el mismo equipo inofensivo, impotente, insustancial y obtuso de toda la temporada. No es el tamaño del rival su mayor rompecabezas, sino el tamaño de su debilidad. El equipo aragonés sumó contra el Diocesano su décimo partido sin marcar de los 16 oficiales jugados desde el pasado agosto, un periodo en el que, además, solo ha metido nueve goles. Tal esterilidad resulta alarmante, y ya preocupa y ocupa al nuevo entrenador, Fran Escribá. Un técnico al que le han bastado un puñado de días para descubrir las proporciones del desafío al que se enfrenta.

Sus primeros pasos y mensajes a los mandos del Zaragoza han resaltado que tiene bien identificado el problema. Sus primeras herramientas tácticas -como la puesta en escena del sistema 4-4-2 en Cáceres- tienen el enfoque de una urgente terapia de choque. Pero es también en sus discursos públicos donde se aprecia al Escribá más analítico, juicioso, reivindicativo y consciente del origen de esas debilidades. Tras la derrota contra el Diocesano, el entrenador habló claro, sin medias verdades y directo al grano, desnudando por completo la problemática real del juego del equipo: «Tenemos muchos mediapuntas y viene mucha gente a recibir. Es algo a corregir. Recibir en zonas frías lo hace cualquiera. Hay que recibir en zonas de tres cuartos, donde podamos romper líneas y hacer daño», advirtió. Fue un aviso transparente sobre las carencias estructurales y tácticas del equipo: Escribá le pegó al centro de la diana.

El Zaragoza, con Carcedo, no tenía un problema de dominio del área rival. No se imponía en ella, porque, directamente, no llegaba a ella. Los delanteros del Real Zaragoza -y los de cualquier equipo del planeta- no pueden tener gol si el juego no les produce situaciones de remate limpias y ventajosas. No es esta la razón de ser de la crisis de gol del equipo; lo sería si sus delanteros o atacantes dispararan una decena de veces por partido sin acierto o el portero rival fuera un héroe todos los días. El problema es más profundo y afecta a todo el andamiaje táctico: «El gol es un ejercicio colectivo y tenemos que ser capaces de generar mucho más», subrayó Escribá.

Más que de finalización, el Zaragoza sufre un problema de producción y generación ofensiva: ni tiene pases verticales y progresivos, ni desequilibrio por dentro ni desborde por afuera. Y ahí radican ciertas advertencias de Escribá sobre jugar en «zonas frías» o «zonas calientes».

Esa creatividad puede surgir desde lo individual o desde lo táctico. El Zaragoza padece un defecto estructural en lo primero. No es un equipo con futbolistas diferenciales e imaginativos, de talento creativo, o desequilibrio técnico o físico. Para tener eso hay que tener dinero u ojos clínicos que los vean antes de que cuesten dinero. Apenas Sergio Bermejo podemos encuadrarlo en este tipo de perfil, un futbolista al que Escribá realzó en Cáceres después de su impacto tras su salida al campo: «Sergio empezó bien en ese sentido en la segunda parte. Recibió muy bien, encaró y condujo».

Ante la ausencia de ciertos tipos de futbolista, las soluciones creativas deben partir de la pizarra. Para ello, se ha contratado a Escribá. Él deberá encontrar las fórmulas que optimicen el colectivo maximizando el rendimiento de los jugadores disponibles. La tarea es dura. 

El 4-4-2 se perfila como su punto de partida. «No por tener más delanteros vas a tener más gol, pero sí que creo que debemos tener algo más de presencia en el área», apuntó en Cáceres, antes de profundizar en el asunto: «Es lo que pedimos, pero no a los delanteros, sino a los interiores o a los jugadores que jueguen de enganche. Lo que queremos es presencia en el área. Es evidente que no hay un gran goleador en el equipo, pero esa aportación de la segunda línea y de la gente de arriba tiene que ser mayor. A los delanteros, en aquellas situaciones profundas, los quiero en el área, no quiero a cuatro pidiendo el balón fuera del área porque eso es una mentira en el fútbol actual», sentenció.

Ese es del desafío de Escribá: devolverle al Zaragoza los caminos hacia el gol. 

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