Otro Jim, si es posible. Un entrenador veterano, con buenas dotes acreditadas de psicólogo, que sea capaz de, además de mejorar el juego y los resultados sobre el césped, estimular anímicamente a un vestuario al que Juan Carlos Carcedo ha sumido en un galimatías mental que anula a bastantes de sus miembros en términos futbolísticos.

Este es el perfil que rastrea en el mercado el Real Zaragoza para sustituir a Carcedo en cuanto se acuerde su destitución. Se busca otro Juan Ignacio Martínez ‘Jim’. Porque Jim no volverá a Zaragoza –salvo alineación astral tan improbable como que el Ebro nazca en Amposta y desemboque en Fontibre– después del modo con el que fue finiquitado por la actual propiedad a finales del pasado mes de mayo. O sea, él no puede ser el elegido, en lo que sería una segunda era. 

Después del ya asumido error de designar a Carcedo para encabezar y afrontar el ilusionante primer año del proyecto de los recién llegados inversores internacionales, la selección de su relevo se ha ido, en primera instancia, por derroteros bien alejados a las características del riojano. Más bien, hacia sus antípodas.

De repente, se ha caído en la cuenta de que el ‘big data’, el gobierno de la cibernética, de los parámetros estadísticos, de las tablas excel con estadísticas infinitas, no solo no es garantía de éxito sino que, al contrario, genera confusión en el grupo. 

La frase latiguillo del técnico «el equipo cree» se ha desmoronado en las últimas 24 horas. Un proceso habitual en estos casos de crisis. Ahora se pretende un retorno al fútbol de siempre: el de los razonamientos de la lógica, del sentido común de las cosas, de los valores clásicos. Otra cosa será encontrar la persona precisa.