Mirandés-Real Zaragoza: un planteamiento fallido

Año nuevo, plan nuevo, pero idéntica incapacidad. A diferencia de su colega Lolo Escobar, Juan Ignacio Martínez sí tuvo dónde escoger ayer y se equivocó. La apuesta por una defensa de tres centrales fue un despropósito. Y no solo por lo concedido atrás, con Lluís López entorpeciendo más que complementando la labor de Jair Amador y Alejandro Francés, sino por lo este esquema condicionó la salida –o mejor dicho la no salida– de balón del Real Zaragoza.

Al Mirandés le bastó con plantarse con cierto orden para ahogar el fútbol zaragocista. Incapaces de conectar con el centro del campo, Lluís López, Jair y Francés se hartaron de mandar balones largos sin destinatario; los propios mediocampistas no tuvieron mando; los carrileros, Enrique Clemente y Fran Gámez, no generaron el juego ofensivo que requiere la demarcación; y Juanjo Narváez y Álvaro Giménez apenas aparecieron en los últimos metros.

Así era difícil ganar. Mucho más, desde que esa disposición táctica de tres centrales, ese resguardo defensivo, se desvaneció al cuarto de hora junto a las dudas de Cristian Álvarez en la salida. El 1-0 fue cantada del argentino, sí, pero también de los encargados de proteger sus dominios.

Juan Ignacio Martínez jamás había apostado aquí por una defensa de tres de inicio, y probablemente tardará en hacerlo de nuevo. Jair y Francés, una de las parejas más fiables de la Segunda División, sufrieron ayer al lado de Lluís López. Cada balón por alto del Mirandés trajo problemas. Cada carrera a la espalda conllevó peligro.

Lejos de otorgar presencia y empaque defensivo, el cambio de sistema ideado por Jim desordenó al equipo. Y no solo lo padecieron los centrales. También Gámez, siempre dado a sumarse al ataque, acusó sus nuevas funciones. Sin capacidad de sorpresa, perdió la profundidad. Tuvo tan escaso protagonismo como Clemente por la izquierda, foco del problema antes de que el canterano saltase al campo.

Bajas de Chavarría y Nieto

El planteamiento de Jim en Anduva vino motivado por las bajas de Pep Chavarría y Nieto. Hasta la fecha, el alicantino siempre había solventado las ausencias con intercambios de cromos. Ayer fue un paso más allá. Acompañó la inclusión de Clemente en el once con un cambio de esquema que extrañó. Sorprendente porque Clemente no es, precisamente, un futbolista de vocación ofensiva.

Hubiese bastado con escorarlo a la izquierda, como lateral al uso, para no desubicar al resto. Pero Jim, tratando de protegerse «de los balones al espacio», de las acciones que en los últimos partidos le habían costado al Real Zaragoza multitud de goles, buscó una alternativa fallida.

El central de más fue un centrocampista de menos. Y así, Francho Serrano corrió kilómetros y kilómetros sin premio; Eguaras, sin gobierno, apenas pudo conectar con los atacantes; y Valentín Vada pasó desapercibido hasta ser noticia por una acción intolerable en un deportista profesional.

La expulsión del argentino en el minuto 37, por revolverse y propinarle una patada a Capellini, finiquitó cualquier opción de remontada. El planteamiento de Jim ya no se puede juzgar desde entonces. Todo cambia con un hombre menos. Pero los 1.000 seguidores zaragocistas que acudieron a Anduva, a buen seguro, extrañaron algún arreón de orgullo.

Durante la segunda parte, el Zaragoza ni inquietó. El centro del campo fue inexistente; los centrales siguieron lanzando balones imposibles hacia Álvaro Giménez… Ni siquiera Borja Sainz e Iván Azón sirvieron de estímulo para un equipo gris en ataque. Solo quedaba la entrada del capitán Zapater, ya con el partido muy cuesta arriba, para gestionar la derrota y conducir al resto de compañeros a reconocer el esfuerzo, que no es poco, de ese millar de zaragocistas que llenó un fondo de Anduva.