Aniquilado por una neumonía que lo había postrado definitivamente en el lecho, en la tarde de este domingo nos dejó a los 45 años de edad Sergio Pina. Desde hacía más de un año, el carismático entrenador y exfutbolista padecía ELA, y vivía enclaustrado en una silla de ruedas acompañado por su inseparable esposa, Miriam Moleón, compañera y testigo de la carrera limpia que Sergio Pina describió en el fútbol aragonés.

Las lágrimas, comunes al dolor y a la alegría, convergieron en la tarde del pasado 8 de mayo, cuando Sergio Pina realizó el saque de honor del partido Real Zaragoza-Espanyol en La Romareda. Al balón lo tuvo que golpear Miriam. Sergio ya apenas podía asentir con la cabeza. Lágrimas por el bravo todocampista que desde los patios de Santo Domingo de Silos con Javi Garcés se supo hacer un lugar legítimo en el fútbol de formación en Aragón, hasta llegar a jugar en el primer equipo del Real Zaragoza juvenil con Javi Suárez y César Laínez. Lágrimas por el amor al fútbol que siempre manifestó igual en el césped que en el banquillo, igual en el Real Zaragoza que en el Monzalbarba, el Ebro, el Balsas Picarral, el Oliver, el Giner o el Teruel.

No ha sido casual el lamento y el respaldo colectivo de todo el fútbol aragonés para abrazar a Sergio en su crepúsculo. Homenajes y más homenajes desde la misma Federación Aragonesa hasta el último rincón de nuestra tierra. Qué decir de los amigos más cercanos que se desvivieron por él hasta el final: Alberto Castro, César Serrano, Imanol, Javi Garcés, Toño Blasco, Samuel Secanella, Oscar Santamaría… Más cercanos, decía, aunque las distancias nunca existieron para este alquimista de la amistad que nos ganó el partido y el corazón.