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Cuando Lewandowski pudo fichar por el Real Zaragoza

Esta es la historia de cómo el líder de la selección polaca que se enfrenta a España este sábado, ahora convertido en una estrella mundial, fue una de las opciones de mercado del Zaragoza en enero de 2010.

Robert Lewandowski dispara a portería en el primer partido de la Eurocopa contra Eslovaquia.
Robert Lewandowski dispara a portería en el primer partido de la Eurocopa contra Eslovaquia.
KIRILL KUDRYAVTSEV/REUTERS

El no fichaje de Robert Lewandowski por el Real Zaragoza es uno de tantos a los que el paso del tiempo ha elevado a condición de mito debido a la dimensión alcanzada por el protagonista, a la humana inclinación, más aún en el fútbol, hacia el lamento de lo que pudo ser y no fue, al desigual camino tomado por el club desde entonces y al corriente ejercicio de imaginarse, no sin resignación, aquello que ahora adopta la forma de una utopía. El periodismo, sus narrativas y la tradición oral se han encargado de lo demás.

¿En qué medida lo legendario y lo auténtico se entrecruzan en este relato sobre el líder de 33 años de la selección polaca que se enfrenta este sábado a España  y su frustrado desembarco en La Romareda? Como todos los mitos, la historia de Lewandowski y el Real Zaragoza funde en gris líneas imprecisas y ficticias con otras más reales y constatables. En todo caso, no estamos ante una de las frecuentes fábulas del periodismo en los mercados de fichajes. Lewandowski, en enero de 2010, sí pudo acabar en el Zaragoza. ¿Qué falló? Lo habitual en estos casos: el dinero.

Como las mejores historias, todo comenzó con una equivocación. El 13 de enero de 2010 los servidores de teletipos difundieron una nota desde la estación polaca de una agencia española en la que se aseguraba que el Zaragoza estaba interesado en el máximo goleador de la Ekstraklasa. La información se atribuía a la edición digital del diario ‘Przeglad Sportowe’, pero no se sabe, si por un error de traducción o una confusión, en el teletipo, se citaba como fuente al entrenador del equipo de Lewandowski, “Cezary Kucharski”, que había “confirmado” el “interés” del club aragonés, dispuesto, decía el despacho, a “pagar hasta cuatro millones de euros por hacerse con el jugador de 21 años”.

De inmediato, la nota se propagó por las redacciones de periódicos, radios, televisiones y portales de internet, que no dudaron en rebotar y replicar en bruto que el Zaragoza quería al joven delantero del Lech Poznan, un tal Lewandowski del que por estas latitudes, entonces, casi nadie intuía mucho más que su nacionalidad. Pocos verificaron la integridad de esa noticia, una información que contenía un revelador desliz: Cezary Kucharski no era el entrenador del Lech Poznan, sino el representate del futbolista. Al equipo lo dirigía Franciszek Smuda.

Con nueve goles en la primera mitad de esa temporada 2009-2010, Lewandowski era carne de traspaso. Cumplía su segundo año en el Lech, después de 18 goles y el tercer puesto liguero en la temporada anterior. Allí había llegado procedente del Znicz Pruszków, donde, con 18 y 19 años, Lewandowski se había convertido en máximo goleador de la tercera y la segunda división polacas, con 15 y 21 goles respectivamente. ‘Lewi’ era ya un delantero conocido en el ámbito del ‘scouting’ continental, habitual en las selecciones inferiores de Polonia y a quien el exzaragocista Leo Beenhakker ya había hecho debutar en la absoluta. En enero de 2010, su traspaso al exterior había cogido temperatura.

Cezary Kucharski, su agente, se puso manos a la obra. Kucharski era un internacional polaco de los años 90, ya retirado, con pasado en el Sporting de Gijón, club al que había ofrecido en 2008 la opción de fichar a un emergente delantero de la segunda división de su país, de solo 19 años. Dos años más tarde, el nombre de Lewandowski regresó a España, rumbo… Zaragoza. Kucharski era socio y delegado en Polonia de la empresa alemana de representación de futbolistas Eurosportsmanagement, propiedad del teutón Maik Barthel, y el dossier y las credenciales de Lewandowski no tardaron en aterrizar en la mesa de la oficina del también alemán Gerhard Poschner, entonces, director general del Real Zaragoza.

El club aragonés era, en enero de 2010, una devastadora hoguera. En cierto modo, lo sucedido justo en aquellos días explica buena parte del hoy del Zaragoza. Marcelino García Toral había sido despedido y relevado por José Aurelio Gay unas semanas antes tras echarle un histórico pulso a la dirigencia; el consejo de administración, con el presidente Bandrés a la cabeza, había dimitido en bloque; el equipo estaba descompuesto y necesitado de una revolución invernal; y el cuadro de mandos era un reino de taifas en una incombustible guerra interna de intereses y conspiraciones personales de todo tipo: el dueño Agapito Iglesias, el director deportivo Antonio Prieto, el secretario técnico Pedro Herrera, el director general Gerhard Poschner… Agapito había designado en verano, unos meses antes, al alemán en su cargo en un movimiento inaudito: de estar negociando operaciones con el Zaragoza como intermediario y agente pasó en solo unas horas, con el equipo, en agosto, concentrado en Huelva, al sillón contrario de la mesa, a director general.

Poschner había tripulado el fichaje de Marko Babic, sobre quien se le preguntó en el hotel de concentración en Huelva a Marcelino: “Hemos fichado a Babic, ¿lo conoces?” “Ni lo conozco ni quiero conocerlo”, contestó el técnico. La estrategia de fichajes del Zaragoza viró hacia el centro y el este de Europa por influencia de Poschner, bien relacionado con agencias y clubes de ese ámbito, y así, en enero, cuando se concebía la revolución del mercado, el Zaragoza se puso a mirar delanteros. Había que fichar dos. Uno fue Adrián Colunga. Pero se buscaba, además, un perfil más referencial, un ‘9’ más clásico. Y así el nombre de Lewandowski se abrió paso. Estaba en el mercado, el Zaragoza quería un punta, y el tejido de relaciones profesionales del fútbol hizo el resto. Pero el polaco tenía un precio: 4 millones de euros costaba el traspaso. Eso exigía el Lech Poznan, quien había llegado a un acuerdo con el jugador para venderlo por ese precio ese enero o, a muy tardar, al final de temporada. El Zaragoza valoró el fichaje, pero no alcanzaba. No podía pagarlo. No tenía esa capacidad de inversión. Tampoco confluían en un punto la disparidad de pareceres y propósitos de los dirigentes. Con el ‘agapitismo’ en pleno apogeo, de haberse concretado la operación, posiblemente, el Lech Poznan figuraría ahora como uno más en el listado de acreedores del convenio del concurso de la SAD.

Entonces, trascendió el interés del Zaragoza por Lewandowski. Pero esa vía ya estaba agotada. El Zaragoza se centró en el chileno Humberto ‘Chupete’ Suazo. Él completaría la delantera de un equipo que esos días se reforzaría también con el portero Roberto, los centrales Contini y Jarosik (después de que el fichaje de otro chileno, Waldo Ponce, saltara por los aires con todo cerrado por desavenencias finales en las oficinas zaragocistas), el pivote Edmilson, el extremo Eliseu y el atacante Adrián Colunga. Fueron los famosos siete fichajes de la revolución de invierno de 2010 que reactivó al Zaragoza y lo salvó de la amenaza de descenso. Siete fichajes que acabarían siendo titulares a las órdenes del entrenador José Aurelio Gay y que multiplicaron la fuerza competitiva del equipo.

Mientras, Lewandowski permaneció unos meses más en Polonia. Hasta junio, con 18 goles marcados en la temporada. Antes del Mundial de 2010, el Borussia Dortmund llegó a un acuerdo con el Lech Poznan para su traspaso por 4,5 millones de euros, firmándole cuatro años de contrato. No tardó en ponerse a marcar goles y en desplegar un sobresaliente catálogo de virtudes de todo tipo más allá de sus descomunales cualidades rematadoras. Y así vino todo lo demás, hasta convertirse en una de las mayores leyendas de la Bundesliga (tiene 9 ligas alemanas) y uno de los grandes del fútbol mundial de la última década: los primeros títulos con el Dortmund, el traspaso al Bayern, la Copa de Europa, el Mundial de Clubes, el Balón de Oro de la FIFA, la Bota de Oro… El único futbolista capaz de discutirle el trono de mejor futbolista polaco de la historia a Zbigniew Boniek. El delantero que pudo ser del Zaragoza. O no...

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