La situación ya solo requiere hechos
El Real Zaragoza, antepenúltimo en la tabla, visita a su predecesor, el Castellón, en un duelo cargado de responsabilidad.
Desde hoy en Castellón, en una nueva jornada intersemanal de la comprimida liga pos pandemia de fútbol de mentira, al zaragocismo solo le importa el resultado final de su equipo. Digamos que los 89 minutos primeros se podrían ahorrar, si fuese posible, del libreto del espectáculo. El fútbol es, hace meses, un padecimiento por estos lares. No se disfrutan los partidos, todos por la cibernética televisión, porque su trama es un calvario para la vista de los hinchas blanquillos.
Es solo cuestión de saber el marcador final. Es lo único sustancial a estas alturas de este largometraje de miedo. Ganar. Como sea. Poder gritar de admiración, de sorpresa, de alivio, a eso de las 11 de la noche, porque el equipo que dirige Iván Martínez desde hace 20 días haya sido capaz de voltear en Castalia su tendencia letal. Esa que lo lleva de cráneo, morado de asfixia, desde hace dos meses, con 11 jornadas sin catar la victoria, con cinco derrotas encadenadas (cuatro en otros tantos partidos del debutante técnico canterano) y hundido en los puestos de descenso a Segunda B. Hasta el propio Iván lo dijo anoche: da igual jugar bien que mal. Solo cuenta ganar. Ese es el mandamiento único desde hoy.
El Castellón, que viene de largo tiempo en las catacumbas y porta cara de novato tras 10 años fuera de la élite, es el rival menos potente con el que se va a medir el Zaragoza desde hace días (aquella noche con el Sabadell, cuando con Baraja ya se adivinaban tiempos de inanición con aquel 0-0 de infausto recuerdo). Y, por eso, Iván sueña con estrenarse; en el club ansían una mutación de costumbres; y entre la afición, en el fondo de cada corazoncito blanquillo, se reza y se cruzan los dedos para que alguien, dentro de este plantel tan maculado, sea capaz de darle forma a un triunfo de una vez.
El Real Zaragoza solo puntuó en su primera salida, en Alcorcón (0-0 de verdad, 0-3 después en los despachos por un regalo antirreglamentario del rival). Después, todo han sido revolcones: Leganés, Mirandés, Tenerife, Ponferradina y Espanyol fueron los verdugos. Solo se ha celebrado un gol, el inútil de Narváez en Ponferradina. Todo esto es lo que hoy ha de saltar por los aires para que el deseo pueda hacerse realidad. Si no, es obvio que será un imposible. El club no hizo pública la lista de convocados. Modas nuevas, a ver si va a ser eso... Da lo mismo quién juegue, ciertamente. Como las hechuras del rival. Dicho está que solo cuenta ganar. Lo demás, es ahora sobrante.
Hace ya muchos, muchos días, que en Zaragoza suena raro el blablablá. Cansa. Cuando las cosas se tuercen en el mundo del fútbol, mucho más cuando llueve tan sobre mojado como en el entorno zaragocista (llevan cayendo chuzos de punta, con más o menos fuerza o periodos de amaine, por encima de una docena de años), repetir las letanías de los defectos, las ausencias de solvencia de las plantillas, los errores de construcción de los equipos, los resultados perniciosos, las rachas tóxicas que se llevan por delante entrenadores, temporadas enteras e ilusiones generales... acaba siendo un suplicio para receptores y emisores.
Esta vez, cuando solo ha jugado el equipo 14 partidos de su temporada, la 2020-21, la cosa viene tan revirada, con el colmillo tan torcido, que desde muy pronto se ha apreciado -y se ha asumido por la casi totalidad de observadores- que estamos ante tiempos de penurias y padecimientos de gran profundidad de cara al futuro inmediato. Todos los diagnósticos preocupantes, con segundas y terceras opiniones ya consultadas, están admitidos en los cerebros de cada uno de los miles de seguidores. Que haya suerte.
