fútbol

La victoria del Real Zaragoza no puede esperar más

El conjunto aragonés necesita ganar hoy al Rayo Vallecano para escapar de la zona de descenso.

Real Zaragoza
Guitián, Eguaras, Marcos Marcén (preparador físico) y Javi Ros encabezan el grupo durante el entrenamiento de ayer.
Toni Galán

Tictac, tictac... El tiempo comienza a apretar al Real Zaragoza, decimonoveno en la clasificación de la Segunda División, en puesto de descenso. Hay distintas formas de medir el tiempo. Los griegos, padres del pensamiento occidental, incluso tenían dos dioses para ocuparse de tan esencial materia en la vida: Cronos, el dios del tiempo entendido como el discurrir paulatino de las horas, de los días; y Kairos, el dios del tiempo de los momentos únicos, el que retiene nuestra selectiva memoria. El fútbol también tiene su tiempo y su propio sistema de medición. Y este tiempo futbolístico no lo marcan precisamente los cronómetros, aunque se vean infinidad de cronómetros en los campos de fútbol (la etimología, obvia, remite a Cronos), sino Kairos, esto es, las grandes jugadas, los goles más brillantes, los resultados que quedarán inmóviles en la clasificación. El verdadero reloj del fútbol, por lo tanto, no lo señalan las agujas sobre la esfera del peluco, sino los marcadores de los partidos. No hay semanas ni meses, sino victorias o derrotas. En el caso del Real Zaragoza, tres famélicos empates en los últimos nueve encuentros: tres puntos y seis derrotas. El reloj del fútbol echó a Rubén Baraja, igual que trajo al prometedor Iván Martínez. Este mismo reloj definirá los acontecimientos que sucederán en el Real Zaragoza. Y este reloj, ojalá el despertador en el caso zaragocista, obliga a ganar hoy. Tictac, tictac... La victoria del Real Zaragoza no puede esperar más.

No hemos hablado del rival hasta ahora. Tampoco importa demasiado, aunque sea un conjunto notable de la Segunda División, como el Rayo Vallecano. Además, dirigido por un técnico joven y cabal, Andoni Iraola. Lateral de un histórico del fútbol español, como el Athletic de Bilbao. Y no un lateral cualquiera. Buen pelotero, lateral de bandera: es el cuarto jugador que en más ocasiones ha defendido la legendaria camiseta rojiblanca (510 partidos), después del mítico Iríbar (612), Chechu Rojo y Joseba Etxeberría. Tras retirarse, pasó a entrenar. El año pasado dirigió al mejor equipo que pisó por La Romareda, el Mirandés. No sé casó con nadie y también ganó en Huesca, y este año quiere devolver el Rayo a Primera. Tras varios pinchazos, en la última jornada renacieron, ganando al Castellón con dos goles del internacional sub 21 Andrés.

El rival también juega, pero lo esencial del Real Zaragoza reside en el propio Real Zaragoza. Su mejor amigo o su mayor enemigo luce elástica blanca, calzón azul y lleva un león en el pecho. El Zaragoza se encontró en Ponferrada cuando quiso tocar la pelota, con esas fases de juego fluido que se atrevió a desarrollar en El Toralín. Tocó primero y llegó después para adelantarse en el marcador por medio de su mayor amenaza, Narváez. Luego acaecieron las donaciones en defensa, esa defensa que ejerció de acusación igual ante el Oviedo que ante la Ponferradina. Incapaces de defender ni un córner lanzado al primer palo, el trabajo que le resta a Iván Martínez es arduo. Para más inri, de Ponferrada volvieron Narváez, Bermejo, Guitián y Vigaray tocados. Ha habido poco tiempo para recuperarlos, pero las sensaciones ayer ya eran mejores. A Iván, pese a la derrota, la gustó la primera hora del Zaragoza. A mí, también. Bastante mejor que en casi todos partidos que nuestro Zaragoza ha realizado en este curso. Tampoco era complicado superar una referencia tan pobre... Pero se mejoró. Lo demás tras esa hora esperanzadora hay que eliminarlo cuanto antes. Lo dicho, a ver si repetimos esa hora. O la mejoramos. Hay poco tiempo para todo, aunque las horas se hagan más largas cuando no pasa nada. Cronos suele ser aburrido, aunque se mida en relojes caros. Vamos a acercarnos esta tarde a Kairos, a celebrar y recordar por fin un triunfo. La victoria no puede esperar más.

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