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La pérdida de la solidez defensiva

Condenado por algunos errores individuales de bulto, el Real Zaragoza encajó ayer los mismos goles que en los tres anteriores partidos de liga disputados

Imagen del partido entre el Real Zaragoza y el Málaga en La Romareda.
Imagen del partido entre el Real Zaragoza y el Málaga en La Romareda.
Guillermo Mestre

En solo 12 minutos de juego, entre el 14 al 26, el Real Zaragoza encajó este domingo los mismos goles que en los tres anteriores encuentros ligueros disputados. La solidez defensiva que Rubén Baraja había conseguido implantar se fue al traste a consecuencia de errores de individuales de bulto. Hasta la fecha, solo Las Palmas había conseguido batir a un Cristian Álvarez que está lejos de su mejor nivel. No se le puede responsabilizar de los goles encajados, pero transmite una inseguridad que frente el Málaga se expandió por toda la zona de la retaguardia. 

Por cuarto partido consecutivo, Rubén Baraja apostó por Alberto Guitián y Pichu Atienza como pareja de centrales, y este último –que venía de firmar una de sus mejores actuaciones con la camiseta del Real Zaragoza en el encuentro ante el Albacete Balompié– se descompuso y volvió a cometer fallos graves que nos evocaron al ‘play off’ de la pasada temporada. 

El 0-1 de Pablo Chavarría –con un certero remate de cabeza que fue revisado en el VAR por posible fuera de juego previo– descubrió las debilidades por alto del Real Zaragoza. El Málaga volcaba su juego hacia las bandas y cualquier centro al área generaba peligro. En el lateral derecho, Álvaro Tejero no se mostró ayer tan dominante como frente al Albacete Balompié; y en el flanco izquierdo, Carlos Nieto sufrió para frenar las contras malaguistas. Sobre todo, durante una primera mitad en la que, sin hacer nada del otro mundo, el cuadro visitante sentenció el choque.

Los hombres entrenados por Sergio Pellicer se beneficiaron de las confusiones del Real Zaragoza para convertir dos goles –los mismos que habían marcado en sus cinco partidos de liga anteriores– en un periquete y llevarse los tres puntos con demasiada comodidad.

La acción del 0-2 definió la endeblez defensiva del conjunto aragonés. Chavarría se marchó en velocidad de Pichu Atienza con una facilidad asombrosa, y Caye Quintana, con la defensa descolocada tras el repliegue, supo atacar el espacio para rematar un centro raso al corazón del área. 

En un abrir y cerrar de ojos, los planteamientos de Rubén Baraja se habían ido al traste. La contundencia exhibida en el resto de partidos se esfumó por desaciertos particulares, incontrolables para el entrenador. 

En el primer gol, Chavarría no debió introducirse entre Guitián y Atienza para cabecear libre de marca. El segundo es impropio de un equipo que quiere aspirar a todo; inadmisible por la sensación de desconcierto general que transmitió, alejada de lo que venía siendo este Real Zaragoza. 

Hasta ayer, solo Las Palmas había batido a Cristian Álvarez, que únicamente había tenido que hacer seis paradas en tres partidos, a una media de dos intervenciones por encuentro que cristaliza la firmeza defensiva que este equipo presentaba.

Guión contrario

Este domingo todo fue distinto. De sobra es sabido que Rubén Baraja antepone el colectivo a las individualidades. El éxito del grupo ha de estar basado en la solidez conjunta. Y las actuaciones particulares no pueden derivar en el descalabro generalizado. 

El zaragocismo se acostó ayer con la impresión de haber vendido barata la derrota frente al Málaga, con la sensación de haber dejado escapar tres puntos desde los canones y patrones contrarios a lo que debe ser este equipo. Hacia arriba cuesta mucho generar fútbol y ocasiones. Por eso es esencial no conceder atrás. Este Real Zaragoza está construido para rentabilizar al máximo sus goles. Debe crecer desde la solidez defensiva que ayer no existió.

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