Imanol Idiakez medita cambios

El técnico podría dar un giro táctico hacia el rombo en la visita a Albacete.Su idea sería revisar y reforzar el centro del campo. Álex Muñoz y Papunashvili son los candidatos a entrar en el once.

Imanol Idiakez conversa con Alberto Benito en el entrenamiento de ayer.
Imanol Idiakez conversa con Alberto Benito en el entrenamiento de ayer.
Guillermo Mestre

Hay una línea de fisura en el desplome del Real Zaragoza en los últimos partidos: el equipo ha descarrilado en cuanto Imanol Idiakez le ha apartado de la ortodoxia del sistema de las primeras jornadas y ha instalado el acento del juego en la delantera, en ese tridente configurado por Jorge Pombo, Álvaro Vázquez y Marc Gual. Ahora, tras las derrotas alarmantes por la espesura de su fútbol contra Almería y Lugo, el entrenador vasco medita un paso atrás, estudia, para el duelo del viernes en Albacete, devolverle al Zaragoza la figura del rombo, con la intención de revisar el centro del campo y potenciarlo. Un cambio de sistema, una vuelta al origen, que sacrificaría a uno de los puntas y que podría conducir de nuevo a Verdasca al eje del mediocampo.

Esto traería, además, las posibles novedades de Álex Muñoz, cuyo juego de pies ha echado en falta el Zaragoza en las últimas citas en la salida de balón, a la hora de conducir y dividir al rival, y de Giorgi Papunashvili, quien vendría a rellenar la zona de la mediapunta, ineficaz y desarbolada contra Almería y Lugo: un puesto, además, esencial para que el juego de posición sea eficiente.

Los análisis previos al partido contra el Albacete, la reflexión del cuerpo técnico y los entrenamientos de puesta a punto terminarán por confirmar o no si Imanol Idiakez acaba dándole al Real Zaragoza ese giro táctico hacia el 4-4-2 con un rombo más puro y fiel.

Es cierto que en las dos últimas jornadas, el equipo ha compuesto esa figura cuando ha dispuesto de la posesión de la pelota, con Pombo partiendo desde la banda hacia la zona del mediapunta. Sin embargo, la movilidad de Pombo, su tendencia a venir a buscar la pelota demasiado abajo, lejos del área, donde su fútbol es realmente intimidatorio, desdibujaba ese sistema: el mediapunta aparecía y desaparecía de esa posición, no estaba en ella. El Zaragoza se ha convertido así en un equipo de delanteros más que en un equipo de centrocampistas, como en las primeras jornadas, o como en la pasada temporada, o como dicta la composición de la plantilla. Funcionó la apuesta por los tres delanteros contra Las Palmas, cuando el rival, con cinco atrás sorprendió a Idiakez, certero en la lectura del partido: lo que era un rombo lo convirtió en un 4-3-3. Y funcionó en Oviedo, sobre todo porque el Zaragoza no tuvo el mando de la posesión y fue un equipo vertical: adelantándose en el marcador pudo cimentar su goleada al contragolpes, entre los espacios abiertos en las líneas del rival asturiano.

Pero, una vez al Zaragoza le han cogido la medida, le han dado la pelota, el sistema ha colapsado y se ha empezado a resquebrajar principalmente el ataque posicional, la fase del juego en la que más brilló el equipo el año pasado: en las últimas citas ha tenido la pelota, pero no ha sabido encontrarle soluciones de profundidad, amplitud y fluidez. No ha superado líneas. La acumulación de delanteros -Marc Gual, además, demasiado enfocado a caer a las bandas, como Álvaro, en lugar de atacar el área y los espacios verticales- ha convertido al Zaragoza en un equipo de juego inocuo, previsible y horizontal.

La baja de James Igbekeme ha terminado por amputarle al sistema la única pieza capaz de conectar líneas (ante la ausencia de Eguaras), lo que ha convertido al Zaragoza en un equipo muy largo, con los tres delanteros demasiado separados del resto de posiciones; y con los interiores demasiado alejados del mediocentro y los centrales. Ni Zapater ni Javi Ros -ni tampoco Buff contra el Lugo- han sabido interpretar las exigencias de sus puestos, y los rivales, poblando los pasillos interiores han impedido que el Zaragoza encuentre líneas de pase.

Esto ha derivado en graves problemas en el uso de la posesión. El Zaragoza ha tenido en los dos últimos partidos una posesión superior al 60%, pero ha rematado menos y pisado menos el área. Ahora le espera un rival, el Albacete, que se siente cómodo ante rivales que tienen más la pelota. Sus victorias han sido todas en inferioridad de posesión. Una pista de lo que puede encontrarse Idiakez, a quien las dos últimas derrotas le han dejado una lección: su apuesta con tres delanteros (ese 4-3-2-1) no funciona con determinados centrocampistas.

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