Mikel González, lección de central

El defensor guipuzcoano del Real Zaragoza cuajó ante el Huesca un partido magistral en un puesto volátil todo el año por decisiones técnicas, lesiones y sanciones.

Dos momentos de Mikel González ante el Huesca. Al corte ante Vadillo y ordenando la defensa tras una parada de Cristian Álvarez.
Dos momentos de Mikel González ante el Huesca. Al corte ante Vadillo y ordenando la defensa tras una parada de Cristian Álvarez.
Oliver Duch

Mikel González bordó un partido extraordinario en su posición de defensa central en el derbi Real Zaragoza-Huesca. El zaguero guipuzcoano, el más veterano del puesto en la plantilla zaragocista con 32 años, rayó la perfección en múltiples acciones de máxima responsabilidad en el área blanquilla ante los ataques oscenses. Sobresaliente en colocación, uno de sus fuertes ganado a pulso tras 12 temporadas en la Real Sociedad, ágil al corte en distancias medio-largas, rápido en los cruces en corto y, sobre todo, excelente en el juego aéreo.

El de Mondragón fue un cerrojo infranqueable en multitud de intentos ofensivos del Huesca. Con su buen hacer, Mikel impartió un curso de hora y media de cómo ha de posicionarse un central en todo momento y circunstancia. Cuando el balón llegaba con veneno a las inmediaciones del área o, ya dentro de ella, González estaba en el sitio antes que nadie, no le hizo falta acometerlo en posiciones forzadas o ajustadas. Intuición, experiencia, muchas horas de vuelo en un rol de máxima exigencia y riesgo en un equipo. Algo que también redunda en el buen hacer del resto de compañeros de línea, pues el vasco no deja de hablar, de posicionar, de apuntar a los demás.

Mikel vino a última hora de agosto a la plantilla del Real Zaragoza precisamente para esto. Para dotar a la línea de retaguardia de solera pues la juventud y falta de currículum en el fútbol español del resto de colegas de ubicación era manifiesta. Le costó coger la forma y no debutaría hasta el partido de Lugo, en la 5ª jornada. Pero el devenir de la temporada, tanto por culpa de lesiones puntuales (Grippo, Verdasca, el propio Mikel) como, especialmente, por las decisiones técnicas en el eje de la zaga de Natxo González, no ha otorgado continuidad prácticamente a ninguno de los centrales del plantel.

Jesús Valentín, que se fue en enero al Córdoba, era el único con vitola de titular al inicio del curso. De hecho, era uno de los cinco supervivientes del año pasado en el vestuario. Pero duró apenas dos partidos. Ahí entraron en danza Grippo y Verdasca, las apuestas iniciales de Lalo Arantegui en el anteproyecto del proyecto final. Mikel empezó compartiendo dueto con Verdasca, en aquella fase prometedora cuando el Real Zaragoza pareció despuntar y que se quebró tras los Pilares. El catastrófico partido de todo el equipo de Huesca (derrota 3-1) le pasó factura, como a otros. Y repicó en su pérdida de créditos el 3-0 de Almería, donde había reaparecido. Finalmente, tras una fase de Natxo en la que cada partido cambiaba la pareja, Mikel retornó en los dos partidos seguidos a domicilio previos a la Navidad y cayó lesionado en la fatal primera parte de Valladolid (3-0 en media hora), donde se marcó un autogol lleno de infortunio.

Estuvo 8 jornadas en el dique seco, dos largos meses. Junto al dúo Grippo-Verdasca aparecería en el mercado invernal el brasileño Perone, que debutó de inmediato en Alcorcón. Mikel asomó brevemente ante el Lorca, pero Natxo no lo vio con vocación de continuidad y en Pamplona volvió la pareja de moda de la segunda vuelta, la que dio forma al equipo cuasi fijo (a diferencia de lo que ocurría en la primera mitad del curso) que todo el mundo se aprendió de memoria en la fabulosa racha de triunfos y puntos que ha metido al Real Zaragoza en cabeza procedente de la parte baja de la clasificación en tan solo dos meses naturales.

De repente, su papel se limitó a ser el tercer cambio, en los minutos últimos de partidos donde había que apuntalar la defensa con un especialista, sobre todo por alto, para aguantar victorias: así salió en Tarragona (minuto 82), en casa contra el Oviedo (en el 83), Soria (84) o, en el último viaje, en Léon (minuto 85). Demasiado poco para un futbolista de la categoría de Mikel González en este equipo.

En la evolución de las cosas, en los criterios maleables de Natxo González, Perone perdió créditos en la derrota por 0-1 ante el Sevilla Atlético y dio lugar a que volviera Verdasca, que había pasado un mes sin ir ni convocado. Un meneo del género entre el grupo de centrales que hizo en las últimas semanas a Grippo el primer espada puntual del momento y dejó a Mikel en un extraño limbo... del que salió ante el Huesca merced a la expulsión del suizo en la recta final del anterior duelo contra la Leonesa.

Un trajín que, salvo breves fases de la singular temporada que está firmando el Real Zaragoza, ha hecho de la pareja de centrales un lugar demasiado volátil. Ahora, desde inicios de febrero, con el viento de cola de los magníficos resultados globales y la ilusionante recuperación del equipo para llegar a aspirar a todo en lo relativo al ascenso, este asunto queda diluido en algo menor en medio de tantos aspectos buenos y loables. De agosto a enero, la cosa era bien distinta por motivos contrarios.

De cara a la siguiente cita, la del domingo en Vallecas frente al líder, el Rayo, Mikel apunta a seguir de nuevo en su lugar y, por la nueva sanción de Verdasca (segundo ciclo de amarillas ya para el jugador del Real Zaragoza más castigado por los árbitros), le tocará de nuevo cambiar de compañero: Grippo, una vez cumplida su suspensión por la roja de León, parece lógico que retome la titularidad. Salvo mejor criterio técnico.

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