El regreso de las caras largas en un "no me gustan los lunes"

El golpe recibido en el vestuario del Real Zaragoza tras la inesperada derrota ante el Sevilla Atlético devuelve el ánimo del equipo a dos meses atrás.

Natxo González (izda.) y los jugadores (dcha.), en la Ciudad Deportiva.
Natxo González (izda.) y los jugadores (dcha.), en la Ciudad Deportiva.
Guillermo Mestre/Toni Galán

No hay termómetro más fiel en el ámbito del fútbol que las victorias. Con ellas, todo funciona engrasado, fluido, entre buen rollo, con sonrisas a flor de piel. Sin ellas, las facciones se endurecen, el 'efecto tortuga' prolifera en y alrededor de cualquier equipo. Esta temporada, como en las anteriores, en Zaragoza se sabe mucho de este efecto físico-ambiental-humanístico. Y por ello, el entrenamiento pos partido de este lunes en la Ciudad Deportiva, tras el varapalo sufrido por todo el zaragocismo en la tarde del domingo al caer, contra todo pronóstico, frente al colista Sevilla Atlético en La Romareda, ha devuelto a la plantilla y el cuerpo técnico a un estado grupal, callado y meditabundo, similar al que se abandonó para bien hace dos meses.

Caras largas. Silencio monástico. Se oía el cierzo. Ni una conversación durante la carrera inicial. Cada uno a lo suyo introspectivamente. Mirandas abajo, contando las briznas de césped. El entrenador, en solitario junto a la celosía de vestuarios. Son los efectos de un chasco monumental que ha rasgado un bimestre feliz cuando menos se esperaba. Nada anómalo, por otra parte. Forma parte del proceso digestivo de tamaña bofetada recibida.

La recuperación tendrá que seguir su proceso natural, el de los humanos. El martes es día de fiesta semanal. Así que, para el retorno al trabajo del miércoles, con el partido siguiente en León aguardando el sábado a las 4 de la tarde, deberá tener ya otra cara vista, otro tono de piel menos pálido, los ojos más levantados hacia un horizonte que aún deja capacidad de maniobra y cintura para recuperar el terreno perdido en este serio accidente frente al filial sevillista.

El Real Zaragoza, como consecuencia de este severo traspié, requiere un tratamiento específico para volver a la salud ambiental perfecta, ágil y amable que reinó en su burbuja diaria entre principios de febrero hasta esta recta final de marzo. Este lunes es día de fiebre, malestar general, algún mareo, escaso apetito y desgana discrecional. Mejor que sea así. Que importe el disgusto experimentado por todo el zaragocismo. La vuelta a la normalidad requerirá de un buen remedio de botica futbolística, con los galenos del cuadro técnico y del propio plantel al frente de la operación rehabilitadora.

Mientras tanto, entre el silencio de los montes del sur de Zaragoza, entre volada de viento y volada de viento, parecía sonar el 'I Don't Like Mondays' de Bob Geldorf, el Natxo González de The Boomtown Rats allá por finales de los setenta. Una psicofonía natural en un equipo chafado por el golpetazo ante el Sevilla B. Es un lunes donde, entre las gentes del zaragocismo, es legítimo tararear en bajo el "no me gustan los lunes". Sobre todo estos. El termómetro del fútbol, la fiel victoria, deberá devolver la salud a la moral de la tropa dentro de 7 días, a la vuelta de León. Ahí está la primera oportunidad de sanación.

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