Cristian Álvarez, la grandeza del número 1

El portero tocó el cielo en Pamplona con una actuación estelar. El argentino, imprescindible en el repunte del equipo.

Cristian Álvarez detiene la clarísima ocasión de Quique antes del descanso, a bocajarro, en la parada de la tarde.
Cristian Álvarez, la grandeza del número 1
Daniel Marzo

Hace ya muchos días que Cristian Álvarez es indispensable para que el actual Real Zaragoza circule hacia la cima de la tabla de Segunda División. Hace bastantes semanas que su quehacer ha aglutinado la atención de propios y extraños, por excelsa y crucial en la consumación de puntos para su equipo, el zaragocista. Hace largo tiempo que sus compañeros, especialmente los defensas, califican al guardameta argentino como ‘el pulpo’ y lo consideran su seguro de vida a todo riesgo.

Ya cuando el equipo andaba dando bandazos por la parte baja de la tabla, de tropiezo en tropiezo y de coscorrón en coscorrón en busca de una salida airosa que, de una manera fulgurante, encontró en febrero, Cristian Álvarez empezó a llamar la atención por sus paradas vitales en choques concretos. El sudamericano se ganó halagos parando penaltis postreros (Gijón, Córdoba), sacando manos inverosímiles, taponando la portería en llegadas mano a mano ante él de delanteros rivales o sacando junto a los palos disparos mortales que olían a gol. Fue un goteo de atomizadas demostraciones de destreza, que dieron la vida al equipo cuando estaba enfermo de solvencia. Un proceso rápido de valuación que elevó el caché de

Álvarez dentro del vestuario del Real Zaragoza y comenzó a emitir hacia el exterior, hacia el resto de los adversarios, que en La Romareda habita hoy en día uno de los mejores cancerberos de la categoría en este curso.

Pero lo de ayer en Pamplona, el partido que Cristian Álvarez cuajó de principio a fin en El Sadar, es para recordarlo siempre. Para ponerle un marco dorado a la foto que acompaña a esta información y que, en el paradón de la tarde, resume lo que el argentino fue capaz de consumar frente al Osasuna. Un sinfín de balones detenidos y rechazados que llegó a desesperar progresivamente a todos los futbolistas rojillos, al banquillo navarro y a toda la afición pamplonesa. Ayer, el rosarino fue simplemente imbatible. Un coloso. Una muralla sobrehumana.

El osasunismo se fue a casa sin acritud con los suyos, pese a que la cosa no venía muy engrasada en las últimas semanas. Porque el Osasuna jugó bien durante muchos minutos y superó al Real Zaragoza en la creación y la llegada al área. Y, por ello, los rojillos, según contaba su propio entrenador y los analistas locales, gustaron y se gustaron, porque nadie puede reprocharles que no creasen ocasiones como para haber ganado al Zaragoza... e incluso haberlo goleado a gusto.

La reseña estadística habla de 16 ocasiones de gol de los navarros. Sí, 16. Y, entre ellas, asoman subrayadas 9 paradas de Cristian Álvarez. Varias de ellas, paradones inconmensurables, bellos estéticamente y eficaces para evitar que la pelota entrase en las mallas. Dos veces lo intentó Torró. Tres Barja. Siete un atacado Quique González. Dos Borja Lasso. Una Xisco. Y la última, Unai García, pasado el tiempo incluso de aumento, para lograr el tanto del honor osasunista en una jugada sin sustancia final en un córner defendido por todos blanquillos con la vista porque ya se estaba celebrando el enorme éxito de El Sadar.

Todos estos osasunistas, junto a los casi 15.000 de las gradas, acabaron desesperados con el portero argentino del Real Zaragoza. No se olvidarán de él jamás. Este será el partido al que todos, con los años, se referirán como ‘aquel de Cristian Álvarez’. Fue el artífice de que un posible 3-0 o 4-0 al cuarto de hora de la segunda parte se acabara convirtiendo en un 1-2 de muchos quilates para el zaragocismo. La grandeza de un número 1. Su número. Su valor.

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