Puertas abiertas a la ilusión del zaragocismo

La afición volvió a respaldar al equipo en el entrenamiento con acceso libre desarrollado ayer en La Romareda. Más de 2.000 aficionados poblaron la tribuna.

Aleix Febas desarrolla un ejercicio de potencia de brazos junto a sus compañeros. En la grada, muchos aficionados en la sesión de ayer.
Puertas abiertas a la ilusión del zaragocismo
Oliver Duch

Se cambia de año, se cambia objetivos, se cambia de ilusiones; pero, igual que no se cambia de madre, jamás se cambia de equipo. Con el arranque del nuevo año, la afición del Zaragoza volvió a manifestar ayer su respaldo al equipo del león rampante. Camine por donde camine, está muy claro que el zaragocismo no abandonará nunca al club que representa la pasión por el fútbol de la inmensa mayoría de los aragoneses. Ayer, en la jornada de puertas abiertas, se volvió a demostrar la enorme capacidad de convocatoria de Zaragoza. En plenas vacaciones escolares de Navidad, era el día ideal para que acudieran jóvenes zaragocistas al entrenamiento, fijado en La Romareda a las 11.00. Antes de que la puerta 1 se abriera para llenar la parte inferior de la tribuna, ya había gente esperando. Todos querían entrar cuanto antes para poder saludar a los jugadores, que palmearon a los seguidores cuando descendían hacia el césped desde los vestuarios. Al final, asistieron alrededor de 2.000 espectadores.

Había muchos chavales con chándales que identificaban su pertenencia a distintos clubes zaragozanos. Abundaban también las equipaciones zaragocistas. Sergio, un muchacho de 16 años con el número 6 a la espalda, en clara evocación a Aguado, llegó al campo acompañando a su abuelo Jaime. "De niño me traía él; ahora le traigo yo. El yayo está curando una gripe, pero como hoy hace muy buen tiempo (18 grados), hemos venido al campo. Significa mucho para él La Romareda, le trae muy buenos recuerdos. Y a mí, también", decía Sergio, mientras ayudaba a sentarse en la tribuna a su abuelo. Natxo González ya había dialogado con los jugadores en el césped y en ese instante se lo estaba currando con el grupo Javier Chocarro, preparador físico.

Delante de Sergio, Carlitos, un niño de ocho años, lamentaba haber llegado tarde para haber chocado las manos de los futbolistas en la rampa. "Es que hemos ido a comprar el peluche este tan majo (Blanquillo), nos hemos retrasado para entrar al campo y ya ve usted, hemos llegado cuando los jugadores ya están sobre el césped", aclaraba Clara, la mamá de Carlitos. Mientras, Buff acababa de marcar un golazo en el partidillo. "¿Seguro que ha sido Oliver Buff?", preguntaba Míchel. "Seguro", contestaba Borja.

El peinado de Vinícius Araújo tampoco pasó desapercibido. "Se lo ha teñido. Se le nota un montón, como el año pasado Jesús Valentín. Al menos, no se lo ha cortado. Mejor, no le vaya a pasar como a Sansón... Y ahora es cuando más falta nos hace", señaló Enrique. En este instante, Cristian Álvarez firmaba la parada de la matinal, celebrada desde el graderío. Antes, Jorge Pombo también había hecho otro golazo. "Se lo podía haber guardado para el sábado", precisó Enrique, el mismo que anteriormente nos había remitido al Antiguo Testamento, a Sansón y la filistea Dalila.

No faltaron los gritos de aliento. Los jugadores lo agradecieron y exhibieron una pancarta de ‘Zaragoza nunca se rinde’ dedicada a la afición, antes de regalar detalles zaragocistas a los aficionados. Además de sus fieles seguidores, a la sesión de puertas abiertas asistió Christian Lapetra, presidente del Real Zaragoza, y Carlos Iribarren, accionista y consejero del club.

Antes de abandonar el campo, el capitán. Alberto Zapater, quiso pisar el campo con sus hijos, Alejandra y Oliver. La cuestión nos remite a la pasión por el Zaragoza. No hay otra razón para ver jugar ayer a Zapater con dos niños sobre el césped de La Romareda. Igual que no hay otra razón para que en un 3 de enero, dos mil zaragocistas arropen a su equipo en un entrenamiento de un 3 de enero.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión