Fin a una cristalina lección para el futuro

El Real Zaragoza, salvado del descenso, despide la liga 2016-17 en La Romareda este sábado (20.30) frente al Tenerife, que lucha por la 4ª plaza y jugará la promoción a Primera.

Láinez y la plantilla, en el último entrenamiento de la temporada, el de este viernes.
Láinez y la plantilla, en el último entrenamiento de la temporada, el de este viernes.
Guillermo Mestre

Llega el 10 de junio, el segundo fin de semana de este mes que ya huele a verano, la fecha del final de la eterna Segunda División española. Y lo hace con sensación de alivio inmenso entre el zaragocismo, después de vivir cuatro meses de pavor porque se veía venir un fatal descenso a Segunda B, lo que era lo mismo que decir que el Real Zaragoza desaparecía, se moría para siempre, por cuestiones de inviabilidad financiera.

Ese alivio viene provocado porque este último partido que dicta el calendario, el 42º del torneo, que trae a La Romareda al CD Tenerife, no va a tener la trascendencia y no va a tener activados los iones de histeria que se presumieron en las últimas semanas, cuando el equipo que ha dirigido Láinez desde marzo no lograba cerrar la permanencia matemática en una lucha voraz con una decena de rivales, toda la segunda mitad de la clasificación que andaba inmersa en el mismo lío. El Real Zaragoza, por fortuna, llega a salvo del peligro letal. Logró la permanencia, con números y balances cuadrados al céntimo, el pasado domingo en Gerona. Así que, este equipo que ha llegado desfallecido, exhausto, derrengado en la mayor parte de sus piezas a estos últimos partidos de la competición, no tiene que afrontar una final a vida o muerte ante los canarios, hecho que generaba temblores y sudores fríos dentro de la SAD de haber acudido este sábado a La Romareda con los deberes por concluir. No está el Real Zaragoza actual para choques de ese calibre.

Por este lado, el fundamental, el último capítulo liguero se vive con total calma, sin presión alguna, con todo el mundo liberado por fin de un ambiente de desasosiego perenne que, a más de uno, le ha ocasionado males secundarios desde la Navidad a esta parte. No hay en liza más allá de la importante cifra de 250.000 euros (quizá un par o tres de refuerzos de los que han de venir en los próximos 60 días para armar el nuevo proyecto) que supondrá la diferencia entre acabar en el puesto 12º a hacerlo en el 17º, pues esta es la horquilla en la que se moverá la posición final este año del Real Zaragoza. Es el premio que desde hace unos años ofrece la LFP en virtud de la ubicación definitiva de cada equipo en la tabla. Un acicate más para evitar que nadie se deje llevar en partidos sin mucha sustancia.

Pero este alivio generalizado no es el único sentir del zaragocismo. También hay decepción a raudales. Es obvio, inevitable, natural. Culmina este sábado de junio un año deficiente a más no poder, el de peores resultados desde hace 70 años, objetivamente hablando. Es el tiempo que hace que el Real Zaragoza no acababa, en Segunda División, tan abajo en la tabla. Y eso duele. Muchos son capaces de entender que se vive un tiempo de herencias tóxicas de la anterior propiedad, la que aniquiló por completo el valor pujante del club en Primera y llevó a la entidad a la más absoluta ruina económica. Pero el fútbol también tiene un componente de pasión, que camina de la mano de la razón, que hace imposible digerir este presente por más que haya razones objetivas que lo puedan sustentar. Igual que hace dos años, de la nada, el Real Zaragoza se quedó a 7 minutos en Las Palmas de regresar a la élite, en los dos últimos nada ha salido según lo previsto. Ha fallado, deportivamente, casi todo.

Este año 2016-17 que ahora se remata ante el Tenerife en La Romareda, debería ser utilizado por todo el mundo implicado en el día a día del club como elemento educativo, como ejemplo pedagógico en su todo, en su globalidad. Lo ocurrido desde julio pasado (11 meses de tornado) es un claro paradigma de lo que no se puede volver a repetir jamás. Desde ningún resorte de regencia, de decisión, de acción, alrededor del equipo de fútbol, del vestuario, del área deportiva.

Tres entrenadores otra vez. Dos directores deportivos y dos secretarios técnicos de nuevo. Más de una treintena de jugadores utilizados durante el curso nuevamente... Así es, sencillamente, imposible. El deseo general, en medio de la desazón que causa la reiteración de los chascos (que viene desde 2007 ininterrumpidamente), es que este batacazo descomunal de nuestros días sirva de punto de partida hacia el positivismo. Algún día será. Alguien atinará con la puerta de salida del Real Zaragoza de este laberinto interminable.

Este es el medio ambiente que se respirará en la noche sabatina en el estadio municipal entre los zaragocistas que decidan acudir a los graderíos. Y, para completar el libreto de este Real Zaragoza-Tenerife, habrá que tener en cuenta que el rival de turno, los canarios, llegan a La Romareda en una sintonía mucho más feliz y eufórica. El equipo de Láinez va a tener que pelear con un adversario que tiene la promoción de ascenso a Primera División garantizada, un logro que se celebra en la isla como merece, pues hace largo tiempo que no optaban al retorno entre los mejores. Un Tenerife que ha viajado con el único fin de ganar los 3 puntos que le den opciones de ser el 4º clasificado (si falla el Cádiz en Valladolid) o, en su defecto, que le permitan mantener su actual 5ª plaza.

Así que el Real Zaragoza tiene una responsabilidad dentro de su relajo lógico tras haber concluido su tarea principal con antelación el pasado domingo en Gerona. Porque su contrincante sí que se juega mucho y, además, porque hay terceros que dependen del rendimiento y la conducta zaragocista: los demás aspirantes a la promocion, el Huesca, el Cádiz y el Valladolid. 

Con todo esto metido en la coctelera, bien agitado y mezclado, es probable que el sabor que acabe predominando sea el del alivio y la respiración profunda de todos los zaragocistas. En el fondo, se verán cumplidas las ganas de la mayoría (quizá la totalidad) por mandar a paseo este annus horribilis que tan interminable se ha hecho. Pues el día ya ha llegado. Este calvario se acaba. Que sirva para algo es menester.

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