¿Es posible aunar el buen juego ante el Levante con el acierto goleador de Huesca?

El Real Zaragoza hace cosas bien durante los partidos, pero tiene dificultades para ejecutarlas en su mayor parte a la vez. Esa es la tarea de Agné.

Raúl Agné, en un gesto pensativo y preocupado durante el Real Zaragoza-Levante del pasado sábado en La Romareda, caminando por la banda bajo la lluvia.
Raúl Agné, en un gesto pensativo y preocupado durante el Real Zaragoza-Levante del pasado sábado en La Romareda, caminando por la banda bajo la lluvia.
Aránzazu Navarro

El Real Zaragoza hizo frente al Levante el mejor fútbol de lo que va de temporada en términos globales. Hubo 40 minutos en la primera parte ante los valencianos de juego notable, por momentos sobresaliente, en la combinación, la recuperación y la llegada a posiciones de peligro ante el área rival. En la segunda mitad, con altibajos, el equipo blanquillo supo generar secuencias de dominio claro y tuteó con argumentos al líder, al mejor equipo de la categoría, números en mano. Pero el equipo de Raúl Agné acabó perdiendo el partido por 0-1. De nada le sirvió la agradable puesta en escena que todo el zaragocismo apreció y valoró a la conclusión del choque, pese a la decepción del marcador final, agravada por el error flagrante e inexplicable del portero Irureta, que aglutinó en su persona casi toda la atención posterior por tan decisivo lance negativo para los intereses del colectivo.

Al margen de ese yerro decisivo de Irureta en el tanto levantinista, el Real Zaragoza no pudo optar a la victoria por su ceguera ante el gol en la portería rival. Ángel (en dos ocasiones), Javi Ros, Lanzarote, Xumetra, Feltscher y Dongou tuvieron siete claras opciones para anotar algún tanto, pero vivieron una tarde negada ante el marco de Raúl Fernández. No se correspondió el ideal de creatividad que este sábado mostró el equipo zaragocista frente al rival más complicado de la división con su solvencia para rematar las diferentes llegadas que gestó al área granota. Fue una labor incompleta. Una tarea mal culminada que, lamentablemente, tuvo consecuencias nocivas por un error en el ámbito defensivo.

Curiosamente, venía el Real Zaragoza de consumar un partido victorioso en Huesca donde, después de mucho tiempo, el equipo de Agné logró anotar 3 goles. Y, no solo eso, sino que en El Alcoraz elaboró jugadas ofensivas como para haber marcado otros 3 más sin que nadie se hubiera podido echar las manos a la cabeza como gesto de sorpresa. En Huesca, durante la segunda mitad del partido, el Zaragoza se había reencontrado con la inspiración ante las redes rivales con el doblete de Dongou y el golazo de Ángel.

Por esta secuencia ocurrida en solo 7 días respecto de las prestaciones del irregular Real Zaragoza del presente, surge la pregunta a la que Raúl Agné tendrá que encontrar respuesta en los próximos días. ¿Es posible que el equipo zaragocista consiga aunar en un solo partido la mayor parte de sus virtudes de manera simultánea? Ese es el reto, el de reunir la capacidad creativa del grupo con el buen tino ante la portería adversaria, que tiene ante sí el técnico de Mequinenza, al que aguarda un partido frontera -de nuevo- en Alcorcón el próximo domingo a las 20.00.

Porque, los dos últimos partidos del Real Zaragoza, han dejado patente que el equipo hace cosas bien. Que, por un lado, tiene individualidades y determinados gestos colectivos que le permiten crear un número suficiente de jugadas ofensivas como para aspirar a ganar muchos de los 17 partidos que restan de liga. Que cuando sobre el campo están los Cani, Zapater, Lanzarote, Ángel, ahora el remozado Xumetra, o atrás los Marcelo Silva, el cumplidor Jesús Valentín... el equipo crece varios enteros. Y que, por otro, si se dan unas coordenadas concretas de trabajo sobre el césped, es posible hallar la inspiración ante el gol, como sucedió en Huesca. La clave radica ahora en saber combinar a la vez todos esos parámetros futbolísticos y que no vaya cada uno por su lado, de manera aleatoria. Se trata, naturalmente, de un trabajo de entrenador.

Es cierto que cada vez queda menos margen de maniobra para la remontada en la clasificación, porque los puntos perdidos son infinidad en los primeros cinco meses de temporada. Pero, vistos los reactivos de Huesca y del fútbol exhibido ante el Levante, aún cabe esperar, razonablemente, un último empujón del Real Zaragoza en su rendimiento. Mucho más si se cuenta con la llegada del mediático delantero Samaras, que tendrá que entrar en liza de inmediato por motivos obvios.

El Real Zaragoza se encuentra, quizá, en su última encrucijada de la liga para embocar el camino adecuado hacia la promoción de ascenso, la aspiración más coherente, en positivo, de cuantas han quedado a su mano después del descarrilamiento que comenzó a sufrir el equipo en enero.

Aún queda tiempo, 17 partidos, 51 puntos en juego de los que habrá que sumar muchos a los 31 que el cuadro zaragocista porta ahora en sus alforjas para poder llegar a buen puerto. Concluido el mercado de invierno, tramo del calendario que se esperaba como medio de reparación de las carencias de origen, la solución está en el vestuario. Tanto en los jugadores, con los cinco nuevos como piezas importantísimas, como en el entrenador. Es cuestión de hallar la fórmula que mezcle bien las virtudes, que las hay, y disuelva lo más posible los defectos, que quedan patentes demasiadas veces.

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