Verdés, reincidente en el juego violento en Zaragoza

Hace tres campañas, el central protagonizó con el Alcorcón en La Romareda dos duras entradas a Ruiz de Galarreta y Sergio Gil y no fue expulsado.

Diferentes momentos de las andanzas de juego duro de Verdés en La Romareda en los últimos años. Junto al vuelo del central del Oviedo sobre Lanzarote el domingo, imágenes de 2013 cuando jugaba en el Alcorcón y entró con dureza a Galarreta y Sergio Gil.
Diferentes momentos de las andanzas de juego duro de Verdés en La Romareda en los últimos años. Junto al vuelo del central del Oviedo sobre Lanzarote el domingo, imágenes de 2013 cuando jugaba en el Alcorcón y entró con dureza a Galarreta y Sergio Gil.
Guillermo Mestre/GOL

La entrada de Héctor Verdés sobre Manu Lanzarote el pasado domingo en La Romareda ha sido motivo de impacto visual en todo el fútbol español y, por derivación, motivo de expansión en la red mundial. La violencia de la acción, que pudo haber dejado mal parado al extremo zaragocista con una grave lesión, significó la tarjeta roja directa y la fulminante expulsión del defensa central del Real Oviedo, que no solo será sancionado por el Comité de Competición si no que, asimismo, va a ver cómo su club le castiga económicamente en breve tiempo (Fernando Hierro, su entrenador, aludió al 'reglamento de régimen interno' cuando le preguntaron en rueda de prensa por su opinión respecto de semejante salida de tono de su zaguero).


Bien, pues resulta que Verdés es reincidente en una tarde de furia desmedida como la que tuvo el pasado domingo en el estadio zaragozano. El central valenciano, antes jugador del Alcorcón, visitó La Romareda en marzo de 2013 a las órdenes de José Bordalás con el rocoso y aguerrido -en demasía- equipo madrileño. Y llevó a cabo tres entradas dignas, cada una de ellas, del mismo castigo que el navarro Prieto Iglesias le infligió hace unas horas cuando, como jugador del Oviedo, cazó literalmente a Lanzarote pegado a la banda, cerca del córner, en una penetración ofensiva del punta zaragocista: mereció la tarjeta roja pero, curiosamente, ese día, el árbitro de turno, el benemérito gallego Eiriz Mata, lo indultó una vez tras otra y solo le mostró una amarilla ante el estupor de la afición y de los propios jugadores aragoneses.


Aquel día, Verdés golpeó en dos ocasiones, sin acceso al balón en ningún caso, a Ruiz de Galarreta. También por detrás, como en el vuelo aparatoso que tuvo que hacer para abordar la carrera de Lanzarote el pasado domingo. El joven centrocampista vasco (ahora en el Numancia) se quejó amargamante a Verdés pues vio peligrar de veras su integridad como futbolista. La guinda final la puso esa tarde Verdés cuando abordó como un tren de mercancías al filial Sergio Gil (hoy jugador del Lugo), que llevaba apenas unos segundos sobre el césped tras salir del banquillo en sustitución de Basha. Entre Verdés y Fausto le dieron la bienvenida al rubio canterano, con la evidente intención de que se arrugara en un duelo que el Alcorcón llevó todo el tiempo al límite del reglamento ante la complacencia de Eiriz hasta acabar logrando la igualada, 1-1.


Héctor Verdés, al menos esta vez, sí que tuvo su merecido desde la autoridad arbitral y su actuación extremadamente violenta con Lanzarote derivó en su exclusión del partido, con el correspondiente quebranto para su equipo, el Oviedo, y beneficio ulterior para que el Real Zaragoza se alzara con el triunfo por 2-1. Por lo exagerado de su actuación, hay cierta expectación por ver los partidos de suspensión que le aplican los jueces de la Federación. Asimismo, por verificar si el Real Oviedo, como sugirió Hierro nada más concluir el partido, le aplica un correctivo por su mala cabeza. 


Curiosamente, Verdés se disculpó públicamente en las últimas horas en Oviedo por su injustificable expulsión en La Romareda. Pidió perdón a sus compañeros, a su equipo, a su club. Pero nada dijo sobre Lanzarote y el Real Zaragoza. Incluso admitió que no había hablado con el extremo blanquillo una vez se marchó del campo y que únicamente, mientras el árbitro lo expulsaba y se montaba la correspondiente algarada de jugadores alrededor del suceso, él había observado a ver si el rival zaragocista sufría o no una lesión importante.

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