Edu García, sueño cumplido con 6 años de diferido

El canterano rememora para Heraldo.es aquella pretemporada de 2010 que hizo con el primer equipo que dirigía Gay. Su reto de jugar en el Real Zaragoza le ha llegado a los 26 años.

Edu García ha sido este miércoles la gran novedad en la vuelta a los entrenamientos.
Edu García, sonriente y feliz, durante el entrenamiento de este lunes en la Ciudad Deportiva.
Toni Galán

Edu García completó ante el Mirandés su primer partido como titular en el Real Zaragoza en un partido en La Romareda. Se había estrenado en ese rol ocho días antes en Son Moix ante el Mallorca. Le ha costado tres meses hacerse con un hueco en el equipo después de una pretemporada anormal, donde no trabajó con ningún equipo hasta que fichó por la entidad zaragocista a principios de agosto, y después de superar asimismo una situación de falta de confianza del que fue primer entrenador de esta campaña, Luis Milla, destituido hace 20 días. Con Raúl Agné, Edu García comienza a fraguar su sueño de niño: jugar en el Real Zaragoza profesional, circunstancia que no pudo ser cuando, tras un trienio en el filial -entonces Zaragoza B- y una pretemporada con la primera plantilla, acabó cortado y sin más progresión en el club blanquillo.


El canterano, ahora ya con 26 años, es un caso único. Regresó a su casa tras seis años de caminar por la Tercera y la Segunda B, considerado por todo el mundo como uno de tantos casos de descarrilamiento irremediable en las categorías base del Real Zaragoza. Ahora, Edu García degusta con satisfacción y calma su segunda oportunidad en el club de su vida, donde se formó durante una década en toda su infancia, adolescencia y primera juventud. El zaragozano, rememora para Heraldo.es algunos detalles y anécdotas de aquella pretemporada con José Aurelio Gay que le permitió tocar de cerca la élite que luego se le negó y que, ahora, recupera gracias a su trabajo y tesón vital.


¿Qué es lo primero que recuerda de aquel verano de 2010, en el que jugó ocho partidos con los mayores?

El viaje de ida a la concentración de Soria (Navaleno y San Leonardo de Yagüe). José Aurelio Gay, el entrenador del primer equipo, me conocía bien pues me había tenido en el B con anterioridad. Siempre me transmitió su confianza y me llevó en el grupito de chicos del filial, con Ortí, Kevin Lacruz, José, Alcolea, Calavia y hasta Ramiro Mayor durante el verano. Disputé muchísimos minutos y fue una experiencia única. Hubo alguna tarde que me salieron muy bien las cosas.


Sí, ante el Osasuna en Los Pajaritos de Soria, fue usted el más destacado como extremo derecho.

Ese fue el partido más bonito. Lo jugué entero, además. Empatamos a uno y me salió todo bien. Recuerdo que en los días siguientes se especuló con que me quedase con ficha del primer equipo porque Gay, en la rueda de prensa posterior, dijo que si Edu García seguía jugando así iba a ser uno más en el equipo. Luego, eso no acabó cumpliéndose. En esa fase del verano sentí que estaba a un pasito de cumplir mi sueño. 


¿Por qué? ¿Recuerda qué le explicaron cuando tuvo que volver al filial al término del verano?

No lo sé. Supongo que valorarían que todavía no estaba hecho ni preparado para jugar en Primera División y que debía seguir creciendo en Segunda B.


Compartía puesto en aquellos amistosos con el inglés Pennant, una de las estrellas de aquel verano, y con Jorge López.

Eso es. Éramos los extremos diestros. Pennant y Jorge eran muy diferentes entre ellos. El inglés era un jugador muy mediático para el Real Zaragoza, un fichaje de impacto en el ámbito nacional. Y Jorge López, un futbolista con poso, maduro, que me trató muy bien y del que aprendí muchas cosas aquellas semanas. Guardo muy buenos recuerdos de los entrenamientos con ellos.


De aquel repertorio de amistosos, ¿el más ilusionante fue el internacional, el de Wigan?

Sin duda. Para un chaval, ir a Inglaterra para jugar en un campo de Premier League que yo veía por la tele los sábados, era algo extraordinario. Roberto Martínez, su entrenador, exzaragocista, ya empezaba a tener caché en el fútbol británico. Jugué minutos en aquel estadio que, pese a ser un amistoso, rugía una barbaridad. Los ingleses eran unas malas bestias en defensa, parecía un partido oficial. Les ganamos 1-3. Y, luego, nos pasó lo del aeropuerto de Manchester al día siguiente. Estuvimos atrapados 12 horas porque no vino el avión hasta por la tarde cuando debíamos despegar al punto de la mañana. Menuda aventura. Yo, particularmente, hasta me lo pasé bien en aquel episodio que nos fastidió todo el día. 


¿Algún otro partido que se le quedara grabado?

Sí, el que jugamos en La Orotava contra el Tenerife. Fue el único que perdimos aquel verano, 1-0. Nos marcó el gol Nino. Era un campo muy particular, en un cortado de la montaña, con la hierba más rara que he visto, parecía césped de piscina, muy irregular, con tramos de diferente clase de planta. También recuerdo el que jugamos contra el Villarreal en Teruel, fue un buen partido.


Aquellos largos días en Navaleno y San Leonardo de Yagüe, las caminatas por la carretera y el monte del hotel al campo de fútbol.

Desde las 8 de la mañana, cada día para mí era una academia. No era la plantilla de los grandes años previos, pero era gente muy reconocida de Primera División. Charlar con Ponzio, Jarosik, Contini, Pavón, Paredes, Lanzaro, Diogo, Leo Franco, Doblas, Lafita, Uche... fue una pasada.


¿Mantiene contacto con alguno de ellos?

Con el que más hablo es con Ander Herrera, del que ya era amigo antes de ese verano, desde pequeños. También con Jorge López, que ha vivido en Zaragoza hasta que hace poco se trasladó a Valencia. Solo los jóvenes hemos permanecido aquí (Kevin, Ortí, Alcolea, Goni...). Al míster, Aurelio Gay, ya no lo he vuelto a ver aunque nos hemos mandado recuerdos a través de amigos comunes en estos años. Yo le tengo mucho cariño.


Aquel verano lució el 22 en la camiseta, que todavía olía a Diego Milito. Llamó la atención que no luciera un dorsal superior al 25, como los demás del filial. ¿Lo eligió usted?

No, no. Me lo adjudicaron los responsables del club cuando llegué el primer día. Me pareció algo llamativo porque ese número, en efecto, había sido de referencia brillante en los años previos, nada más y nada menos que el de Diego Milito. Pero no hubo más razón que la casual.


De los rivales de aquel verano, ¿qué recuerda?

Recuerdo a los del Wigan, como decía antes. Un equipo físicamente tremendo, impactante. Aquello no entendían lo que significa 'partido amistoso'. También el día del Osasuna, que me marcó uno de los hermanos Flaño y en el que jugaban Monreal y Azpilicueta. Fíjate dónde están estos dos ahora mismo, en todo lo alto, internacionales y triunfando en equipos grandes de Inglaterra. El entrenador era Camacho, un espectáculo.


Son las historias a bote pronto que fluyen de la memoria del Edu García más feliz, camino de los 27 años. Una vida zaragocista vivida en dos tramos separados por seis años de vacío. Una, la primera, truncada por los designios del fútbol profesional y la falta de confianza en la cantera de tiempos pretéritos. Otra, esta segunda, donde la crisis institucional, el calvario de la Segunda División, las carencias económicas de la SAD, han favorecido el retorno del zaragozano al primer equipo blanquillo. Ahora, Edu García ya ha alcanzado la titularidad y ha conseguido marcar su primer gol como profesional ante el Mirandés. Para él, por la singularidad de su caso, un cuento de hadas.







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