Manu Lanzarote llama a la máxima implicación emocional del equipo en cada lance del juego, árbitros incluidos. El barcelonés, de sangre caliente y espíritu efervescente cuando está sobre el campo, reclamó abiertamente al resto de la plantilla la generación de un ambiente de más presión y electricidad en la disputa de los partidos en el momento en el que el juego reclame actitudes de rasmia. A Lanzarote, paradigma de futbolista con alma de barrio, criado en la calle y con las picardías de otros tiempos, le encantaría que el Real Zaragoza pudiera derivar hacia eso que en Argentina llaman 'canchero'.

En primer lugar, recién cumplido el primer partido de sanción de la temporada -en Mallorca- por acumulación de cinco tarjetas amarillas (tres de ellas por sonoras protestas a los árbitros), Lanzarote advierte que, a sus 33 años, no piensa cambiar ni un ápice en sus conductas. "Siempre he sido igual. Y voy a seguir siendo igual. El mismo. Si tengo que tengo que protestar, protestaré porque crea que puede ser beneficioso para el equipo", aseguró con franqueza este jueves. 

Y es que Lanzarote es de los que considera que ese grado de alta tensión sobre el césped es positivo para el grupo y puede generar efectos secundarios favorables muchos días en los pequeños detalles que pueden afectar, incluso, al arbitraje. Por eso, el extremo catalán solicitó a sus compañeros una revitalización de ese tipo de valores ambientales, que tienen que ver con el carácter de un grupo, para que no se quede solo muchas veces en los gestos de queja ante rivales y árbitros. "Creo que hay veces que tenemos que ir todos a una. Todos juntos. Y hacer lo que haya que hacer. Creo que nos tienen que respetar más (los árbitros)", aseveró de manera cristalina Lanzarote.