Habrá un antes y un después de la derrota de Sevilla en el prisma de análisis del presente del equipo dentro de los despachos nobles del Real Zaragoza. La derrota ante el filial sevillista de anoche, por su repercusión en la clasificación y, sobre todo, por manifestar un atasco evidente en el ritmo de progresión del equipo tras los dos primeros meses de liga, llenó de preocupación todos los rincones del área deportiva y de gestión de la SAD. En ningún cálculo previo asomaba esta evolución de las cosas, mucho más cuando el renovado bloque que dirige Luis Milla, había comenzado con unas buenas maneras y con rendimiento de puntos suficiente como para vivir en la zona alta de la tabla hasta mitad de septiembre.

El equipo necesita dar señales de revitalización. Ha enlazado cuatro jornadas sin ganar y su caída en la clasificación va a ser sonora esta noche. Y, sin embargo, lo que están apareciendo son casos de reiteración de errores, de falta de soluciones y de una sensación de impotencia ante las adversidades puntuales que deteriora progresivamente la posición de Milla al frente del banquillo y, por extensión, la manera de evaluar el rendimiento de muchos de los fichajes de este verano. La calma ya no es la que era en el club hace 20 días.