Leandro Cabrera, central uruguayo del Real Zaragoza desde hace dos veranos, no tardó este martes ni un minuto en erigirse el cicerone de su compatriota y viejo amigo Marcelo Silva, nada más llegar al Hotel Barceló Monasterio de Boltaña. Ambos se conocen de su época juvenil cuando eran dos destacadas promesas de las selecciones base del combinado de Uruguay, en el que llegaron a compartir torneos juntos hasta la categoría sub-20.

Así, Cabrera y Marcelo Silva posaron juntos por primera vez sobre el césped del campo de Villaboya de la localidad del Pirineo aragonés y comenzaron ya sus chanzas y bromas derivadas de su paisanaje y cercanía de tiempo atrás. A expensas de lo que suceda con Cabrera en el mercado, ya que el Real Zaragoza lo tiene en el escaparate como pieza vendible de llegar alguna oferta sugerente para ambas partes, va a darse un hecho que hasta ahora no había ocurrido nunca en una línea defensiva zaragocista: juntar a dos centrales uruguayos, con todo lo que de carácter y perfil concreto supone ese dato. El espíritu aguerrido de todos los defensas que ha dado Uruguay a lo largo de la historia ha creado escuela con el paso del tiempo y, en muchos casos, se considera garantía de fortaleza y solvencia.