La lección del año pasado en Leganés, lema de cabecera

El Real Zaragoza acudió el último día a Butarque obligado a ganar para asegurar la 6ª plaza. No lo consiguió (2-2) y ató la promoción por el fallo de la Ponferradina.

Natxo Insa, ante la mirada de Eldin Hadzic, conduce el balón en el partido Leganés-Real Zaragoza con el que concluyó la pasada liga en Butarque hace justo un año. El resultado fue 2-2.
Natxo Insa, ante la mirada de Eldin Hadzic, conduce el balón en el partido Leganés-Real Zaragoza con el que concluyó la pasada liga en Butarque hace justo un año. El resultado fue 2-2.
Enrique Cidoncha

Jugadores, técnicos y personal del Real Zaragoza rechazan de raíz la sensación, extendida por una parte del zaragocismo, de que el partido de este sábado en Palamós ante el Llagostera debe y va a ganarse por parte de los hombres de Carreras con una relativa facilidad. Que el equipo gerundense, ya descendido a Segunda B, como ya no se juega nada en la clasificación, no va a oponer una resistencia suficiente como para poner el peligro el triunfo aragonés, que se da por descontado. El hecho de que el Zaragoza viaje con la obligación de ganar para asegurar la 4ª plaza que le permita afrontar la promoción con buenas garantías parece como si apocara cualquier posibilidad de éxito para los locales. Y eso no gusta en el seno del equipo.


De la obligación que tiene el Real Zaragoza en el campo de Palamós se ha acabado haciendo una certeza previa. Muchos no parecen concebir como posible la opción de que el cuadro zaragocista no sea capaz de vencer al Llagostera en el estadio de la Costa Brava. Y, desde el vestuario, a modo de tesis de autoconsumo diario, se lanzan mensajes de alerta, de precaución, de respeto hacia los catalanes ante un duelo que presenta muchos peligros para el Real Zaragoza por este cúmulo de peculiaridades que lo rodean.


El ejemplo que, no obstante, nadie se ha atrevido a nombrar todavía, lo tiene el Real Zaragoza bien a mano. Hace justo un año, en la conclusión de la liga 2014-15. En un episodio similar: cuando acudió en la jornada 42ª y última a Butarque para enfrentarse al Leganés con el mandato de sumar los tres puntos, la única puerta que le garantizaba mantener la 6ª plaza en la tabla que ostentaba al inicio de aquella jornada postrera del último torneo liguero y que le proporcionaba el pase a la fase de promoción de ascenso a Primera División. Los de Popovic tenían 60 puntos por 59 la Ponferradina. Debían ganar para que los leoneses, que recibían en su campo de El Toralín al Alcorcón, no tuvieran probabilidades de sobrepasarlos en caso de triunfo.


Y el Zaragoza falló. No supo ganar en un día clave ante un rival que, si bien no había perdido la categoría como es el caso este año del Llagostera, sí que estaba ya de vacaciones, en mitad de tabla (acabó 10º) y en modo 'despedida de curso'. Aquel Leganés, con una simple dosis de orgullo y profesionalidad -nada extraño al margen se vio en Butarque aquella calurosísima tarde de junio- aguó lo que se preveía un triunfo imperioso de los zaragocistas. Aquello acabó 2-2 y hubo que sufrir pegados a la radio. El cuadro aragonés logró jugar la promoción solo porque la Ponferradina tampoco fue capaz de hacer sus deberes. Empató igualmente en su casa ante otro rival vacacional, el Alcorcón (fue 11º), que fue a El Bierzo a cumplir el expediente de poner punto final a la liga y, en su caso, lo hizo igualmente con la aplicación y el interés que se exige a todos en días donde terceros se juegan cosas importantes y están pendientes del resultado de uno.


El año pasado, la inmensa mayoría del fútbol español creyó a priori que el Real Zaragoza iba a sacar el triunfo de Leganés por pura decantación. Y que lo mismo iba a hacer la Ponferradina frente al Alcorcón en su bombonera de El Toralín, llena a reventar. Pues bien, ni uno ni otro acertaron. Fallaron con estrépito. Y, por fortuna para el equipo zaragozano, la ventaja en el doble yerro era suya.


Esta lección, desarrollada bajo la teoría empírica, con demostración real y vivida en propias carnes -y ajenas, que la Ponferradina nunca olvidará el caso-, resulta una medicina ideal para aplicar en las horas previas al partido de Palamós ante el Llagostera. Los partidos se ganan en el campo y con el buen hacer durante los noventa y tantos minutos de juego. No de boquilla o a través de pronósticos basados en una líneas de lógica que, en el mundo del fútbol, no rigen como si fuesen ciencias exactas. Y el Real Zaragoza no está libre de volver a fallar como hizo el año pasado en circunstancias similares en Leganés por estas mismas calendas.


Sin ir más lejos, los de Carreras acumulan tres salidas errando en campos pequeños, contra equipos modestos que habitan la zona media-baja de la clasificación. No fueron capaces de ganar en Ponferrada (1-1), ni en Soria (2-2), ni en Huesca (1-1). Es posible que, bien pensado, no hagan falta más avisos para poner los cinco sentidos en la encomienda de Llagostera.

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