Opinión

Por el cambio

El conjunto aragonés salió a Son Moix, al duelo ante el Mallorca, con la seguridad en su estilo de juego y la convicción en la victoria. Y supo sobreponerse a las dificultades de un extraño partido.

Henríquez celebra un gol del Real Zaragoza en La Romareda
Real Zaragoza - Recreativo de Huelva_18
TONI GALáN / A PHOTO AGENCY

 Este Real Zaragoza que funciona a impulsos, como a empentones, logró este domingo en Son Moix una victoria de jerarquía, entrelazada, además, de necesidades. Venía el Mallorca –desconcertado en esta Segunda- remontando de muy abajo; y eran conscientes los bermellones del salto cualitativo que hubiera supuesto una victoria ante el conjunto aragonés.


Querían aprovechar la línea de un Zaragoza poco comprensible, triste e irregular. De una escuadra a la que le cuesta plasmar sobre el campo lo que sabe hacer. Pero se encontró con equipo convencido de sus posibilidades, seguro de sus argumentos futbolísticos y además con gol.


Había proclamado Paco Herrera el cambio que había percibido en su equipo a pesar de la derrota de hace una semana en La Romareda ante el Recreativo de Huelva. Y trabajó durante la semana con tranquilidad, con calma. Apartó a sus hombres de la ansiedad; les hizo discurrir por el carril de la seguridad en sí mismos; de la convicción de que hay equipo para avanzar con soltura por la Segunda. Y así se mostró el equipo en Son Moix.


A cualquier zaragocista le agota que hasta cuando las cosas se ponen muy de cara haya que sufrir. Que se tiemble hasta cuando el marcador parece seguro. El 0-3 parecía garantizar un duelo sereno. Y, sin embargo, el gol de Agus y la expulsión de Abraham –árbitros de Segunda en Segunda- pusieron en un puño el corazón de los zaragocistas.


Con razón. El Real Zaragoza vivió acogotado la segunda parte, apoyado sobre la seguridad de Leo Franco, que puso de relieve su gran estado de forma. Se alineó en el sufrimiento tras el penalti cometido por Henríquez y, de paso, el fallo de Acevedo también desde el punto de penalti.


Ganar era la cuestión esencial. Lo hizo el Real Zaragoza asentado sobre un estilo de juego que puso de relieve su superioridad en la primera parte. Sobre la seguridad de Leo Franco y la sintonía de un Henríquez emparejado con el gol. Luego, el partido se complicó para adquirir perfiles extrañísimos. En ese jeroglífico, los de Paco Herrera tuvieron la virtud de saber ganar.