Opinión

Mísera ilusión

El Real Zaragoza prepara el partido con el Betis
Entrenamiento del Real Zaragoza_10
G. MESTRE

No entiendo -como la inmensa mayoría del zaragocismo- la actitud del Real Zaragoza en el partido del domingo, en el Benito Villamarín. Me resulta incomprensible la aparente apatía de los jugadores en un duelo en el que el equipo se jugaba la vida.


Cualquier crítica, cualquiera, es aceptable desde todo punto de vista. Porque avergonzaba ver -quien tuviera la fortaleza de verlo- a una escuadra avasallada por un rival con mucha más ambición y ganas de ganar.


La derrota pone al Real Zaragoza mucho más allá del borde el abismo. Ya no es cuestión de estadísticas, sino de sensaciones, percepciones y sentido común. La escuadra de La Romareda tiene pie y tres cuartos en Segunda.


Y, sin embargo, me niego a quedarme ahí, a ofrecerme al entreguismo que dicta la razón. Seguramente, porque no hay nada más alejado de la razón que el fútbol; porque el sentimiento, el corazón, se apodera de uno para brindar los argumentos que el sentido común renuncia a aportar.


La salvación del Real Zaragoza resulta altamente improbable. Ni ha hecho méritos ni ha sido capaz de ganarse la permanencia. Al contrario, ha acumulado errores, fallos gravísimos en los momentos más comprometidos.


Aun así, en coma profundo, con todo en su contra, sin futbol, sin juego, sin ni siquiera confianza y seguridad en sí mismo, el Real Zaragoza defiende un hilo de vida. Que sera el fútbol, en todo caso, el que se encargue de cortar. Mis manos protegen la llama de esa mínima, misera, esperanza.