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"Tengo 77 años y sigo entrenando con la ilusión del primer día"

Alfredo Cucalón Espatolero es el entrenador más veterano en activo de Aragón.

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Alfredo Cucalón, en el campo del San Gregorio.
Guillermo Mestre

Esta historia solo se entiende desde la pasión por el fútbol.

El caso es que en julio cumplí 77 años y sigo entrenando. Y lo hago con la ilusión del primer día.

Es el más veterano en activo de Aragón.

Eso me dicen. La única razón por la que sigo al pie del cañón es porque me apasiona el fútbol. También, porque Ángel Bona me pidió que les echara una mano. Se han hecho cargo de un club al que yo quiero mucho, como es el San Gregorio, y les intento ayudar entrenando un equipo benjamín, que son niños de ocho años.

En San Gregorio le quieren, pero a Cucalón, en verdad, le quiere todo el mundo en el fútbol regional.

En el San Gregorio estaba obligado a volver. Me unía una extraordinaria relación con José María López Lamata (q. e. p. d.) y, viendo cómo estaba el club, no le podía decir que no a una persona como Bona. Tenemos 500 jugadores y hay muchísimo trabajo que desarrollar. Respecto a los otros clubes que he entrenado, en la mayoría he vuelto. Eso quiere decir que dejé buen recuerdo.

¿Cómo nació su extraordinaria pasión por el fútbol?

Primero jugué durante muchos años en el Ramón y Cajal. Era delantero centro, aunque acabé retrasando mi posición hasta jugar de lateral. Nada más terminar mi carrera como jugador, me puse a entrenar en El Gancho, que era mi barrio. Después me llamó Joaquín González (q. e. p. d.) para el Santo Domingo Juventud. Luego comencé a entrenar por los pueblos de Aragón.

Aragón, pueblo a pueblo, con Alfredo Cucalón.

Tauste, Calatorao, Caspe... Al final, me fui acercando a Zaragoza y fiché por el Cuarte y el Villanueva (sonríe). Siempre, equipos punteros en la regional. Me saqué el carnet de entrenador en 1974, con Manolo Villanova. Cuente, desde allí hasta hoy mismo. He llegado a entrenar a futbolistas de tres generaciones: abuelo, padre e hijo.

También entrenó a futbolistas de postín.

Por supuesto. El futbolista es el verdadero protagonista. Yo dirigí en el Tauste a Paco Romea, que había jugado en el Barça. También, en el Caspe, a José Luis Bueno, un gran jugador, y a Arróspide y al Cholla pequeño. De todos guardo un gran recuerdo. Han sido más de 1.600 partidos en los banquillos.

Estuvo siempre vinculado a clubes que se entregan al fútbol de formación.

Intenté ayudar todo lo que pude a equipos como el Balsas, el Santo Domingo Juventud, el Ebro, el Valdefierro, el San Gregorio, el Montecarlo, entidades que han hecho y hacen una gran labor social por la juventud.

Recuerdo los años 80, cuando tantos chavales se echaron por novia la heroína...

En ese momento, allí estuvieron estos clubes en barrios como la Margen Izquierda, Las Fuentes, La Almozara, Valdefierro, Torrero-La Paz, haciendo una labor impagable. Estoy orgulloso de haber trabajado para ayudar a la juventud, mucho más que de mis nueve ascensos o de los grandes equipos que he entrenado en la regional.

¿Qué les dirá a sus pequeños futbolistas esta tarde?

Les estimularé todo lo que pueda, para que aprendan a querer el fútbol. Querer, entender el fútbol, es algo precioso.

¿Y a los padres?

Que les dejen ser felices a sus hijos. Un padre, aunque quiera mucho a su hijo, puede hacerle daño cuando opina de lo que no sabe.

¿Con qué se queda de toda esta carrera desde 1974?

Con los grandes amigos que he hecho, con lo que he intentando aportar a los futbolistas. El fútbol ha evolucionado mucho. Llegó la informática, entrenadores con ‘app’. Yo sigo con mi cuaderno.

Si el cuaderno de Alfredo Cucalón hablara...

Hay mejores instalaciones, mejores campos, mejor material deportivo; pero el fútbol que yo defiendo solo se entiende desde la ilusión. La ilusión es fundamental en todo orden de la vida. Por eso sigo entrenando a mis 77 años.

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